Del Justo reclamo
Los desastres, reiteramos, están asociados a condiciones de injusticia social. Desastre es sinónimo de subdesarrollo y de irracionalidad económica. Las regiones más pobres de América Latina, Asia y África concentraron por sí solas más de 90 % de la población afectada entre 1900 y 1976 (…) El desastre asociado a condiciones de bajo desarrollo tiene diversos sustentos; uno de ellos es el ingreso (17) (…) Cuando se presentan estos fenómenos (ciclones, huracanes y tifones) tienen efectos devastadores profundos en los países pobres; los tiempos de recuperación física y económica son por lo general muy prolongados. Sin embargo, cuando tocan algún punto de los países industrializados, dichos tiempos se acortan (23). Los autores presentan algunos datos de la ONU que muestran cómo en los países con menor ingreso nacional se registraron más fuertes por desastre que en los países con ingresos altos: la ‘vulnerabilidad tiene un sustento social y afecta a quien menos tiene’ (18). Así, los autores proponen una definición de los desastres como: procesos sociales masificados en los países pobres, lo cual se puede detectar a partir de tres niveles: a) por su incidencia cíclica (fenómenos de temporada…); b) debido a su ocurrencia súbita (…), y c) como reflejo de su incidencia permanente (muertes por destrucción, hambre, guerras prolongadas, sequías, etcétera) (18 – 19). Los autores argumentan que la dimensión ambiental en los desastres no se reduce sólo a la naturaleza, definiendo así lo ambiental como un fenómeno complejo asociado con la desigualdad social y la pobreza: lo ambiental no es reductible a lo natural, ni a lo ecológico, por lo que la comprensión del “fenómeno ambiental”, con todas sus implicaciones, incluyendo las carencias nutricionales que padecen las mayorías pauperizadas, pasa por el conocimiento de las consecuencias provocadas por la racionalidad económica dominante, por la concentración del poder y por las estructuras tecnológicas que conforman en conjunto los puntos de conflicto en la relación hombre – naturaleza (21). Incluyen dos determinantes relacionados con el desarrollo socioeconómico: recursos financieros y de infraestructura pertinentes: “el desastre deriva de condiciones socioeconómicas y de la capacidad financiera y de infraestructura que se dispone para enfrentarlos. En tal caso la magnitud real del desastre está asociado a condiciones de pobreza” (22 – 23). Otra diferencia entre los desastres en países pobres y en países del primer mundo: el impacto o las pérdidas: mientras que en los países subdesarrollados la muerte y la desnutrición son cotidianas y permanentes, en el Primer Mundo los desastres se expresan principalmente en daños materiales con reducidas pérdidas humanas. Esta diferenciación otorga contenido al concepto de vulnerabilidad social, donde un terremoto, huracán o inundación no constituye por sí mismo un desastre. Para que los riesgos o eventos de tipo físico (y no siempre tan naturales) se conviertan en desastres, tienen que operar sobre un medio humano vulnerable a sus impactos (24). Luego los autores citan a Allan Lavell (Vulnerabilidad social: la otra cara de los desastres, 1989), El grado de vulnerabilidad de la población se expresa en relación directa con su nivel de desarrollo, en el que inciden, por ejemplo, técnicas inadecuadas de construcción; mala ubicación espacial de la población frente a riesgos físicos; bajos niveles de ingreso; la debilidad económica nacional; grados deficientes de organización social; la presencia de ideologías pasivas respecto a la relación del hombre con su entorno y el control sobre el mismo; inadecuada educación ambiental; altos niveles de mortalidad de la población (…) todos estos factores contribuyen a aumentar el riesgo de desastres (24 – 25).
Leer texto completo en El Justo reclamo
No hay comentarios:
Publicar un comentario