miércoles, 29 de mayo de 2013

¿Flor de un día? - Columna semanal de Sergio Aguayo



A la memoria de Arnoldo Martínez Verdugo y José María Pérez Gay.

En los primeros meses de 2013 los árboles seguían siendo talados ante la indiferencia generalizada cuando la delegada de Tlalpan y el jefe de Gobierno lanzaron una ofensiva para defenderlos. ¿Será algo permanente o flor de un día? La agresión al suelo capitalino ha sido constante y visible. Mientras las colonias y los barrios padecían el creciente asedio de las inmobiliarias, los bosques fueron llenándose de manchas grises del cemento que trepa y trepa sin parar. Mientras en las zonas asfaltadas hay vecinos conscientes que se enfrentan a los "desarrolladores" y a sus cómplices en el gobierno, los árboles del sur tienen pocos defensores y han sufrido lo que un alto funcionario capitalino califica, en conversación privada, como una "invasión brutal".

El desinterés se hace evidente al constatar la ausencia de información actualizada. Ninguna de las dependencias capitalinas encargadas de este tema puede decir cuántas hectáreas se han perdido desde que el PRD ganó la capital en 1997. Todas se amparan en cifras de 2010, según las cuales el Distrito Federal tiene 2 mil 819 hectáreas invadidas -unas cuatro veces las 686 hectáreas que tienen las tres secciones del Bosque de Chapultepec. Es una cifra rebasada porque en los últimos tres años se dispararon las agresiones y nadie sabe a cuánto asciende el daño. En ese conteo Tlalpan y Xochimilco son las más afectadas.

Hay otros indicadores del desinterés gubernamental. Desde que inició el reinado del PRD, Tlalpan ha tenido siete delegados. Sólo el primero (Salvador Martínez della Roca) y la actual, Maricela Contreras, se han enfrentado a los depredadores. Contreras pidió desde octubre de 2012 la intervención del jefe de Gobierno, seis meses después Miguel Ángel Mancera ordenó un gigantesco operativo con 3 mil elementos para desalojar 70 hectáreas ocupadas por un grupo, Zorros-Solidaridad, que ya habían quemado y marcado otras 200 hectáreas para su lotificación y venta.

El desalojo desnudó la responsabilidad del perredismo. Una de las lideresas, Emedelia Sánchez, es una invasora profesional que interpretó su expulsión como un "golpeteo político" originado por la nula simpatía que tiene hacia "la corriente política de René Bejarano, de donde es integrante la delegada"; ésta respondió acusando públicamente de promover las invasiones al anterior delegado, Higinio Chávez, y a su entonces director de Servicios Urbanos y actual presidente de la Comisión de Desarrollo e Infraestructura Urbana de la ALDF, Carlos Hernández; Higinio lo negó "categóricamente" y Carlos hizo lo mismo "de manera muy clara, muy seria, muy firme". Ninguna autoridad exige cuentas. En este tema los hechos han puesto a cada quien en su lugar. Higinio prometió firmeza en varias ocasiones pero sólo desalojó 60 hectáreas que sirvieron de muy poco. En unos cuantos meses Maricela ha demostrado mayor compromiso. ¿Durará?

Cuando uno se mete en estos temas se da cuenta de que dentro del gobierno capitalino sí hay una franja de funcionarios comprometida con la protección de los bosques. Es el caso del procurador ambiental Miguel Ángel Cancino, de la secretaria de Medio Ambiente, Tanya Müller, de la delegada de Tlalpan y del jefe de Gobierno. ¿Tendrán la determinación y la fuerza para liberar los centenares de asentamientos irregulares o estamos ante una acción efímera?

Para responder hay que entender que estamos frente una práctica que tiene una lógica política y económica heredada del priismo. En las ciudades los políticos entregan o prometen pedazos de tierra a los pobres a cambio de dinero (a contado o a plazos), de contingentes que animan los mítines y manifestaciones y de votos el día de las elecciones. Los pobres ganan la posibilidad de tener un techo propio; los demás se hacen de una clientela a la que tienen que alimentar permanentemente. No hay ideología ni programa; es una transacción comercial ensayada miles de veces que se basa en la destrucción de un medio ambiente que es patrimonio colectivo. A medida que se acerque la próxima elección los grupos y las tribus se lanzarán sobre los bosques y se antoja difícil que unos cuantos funcionarios puedan frenarlos.

En otras ciudades han surgido movimientos ciudadanos que defienden con éxito bosques amenazados: El Ombligo Verde, en Cancún, o La Bufa, en la ciudad de Guanajuato. Llama la atención la escasa atención que reciben en la ciudad con el capital social más denso. Entonces, la salvación de los bosques depende de que los adopten aquellos capitalinos conscientes; esos que se enfrentan día a día contra las inmobiliarias y sus aliados en el gobierno del Distrito Federal, las delegaciones, la Asamblea Legislativa y los tribunales de lo contencioso administrativo. Seguramente lo harán cuando entiendan que la viabilidad futura de las colonias y los barrios está ligada a la supervivencia de los árboles por ahora abandonados.

Colaboró Paulina Arriaga Carrasco.

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