martes, 11 de agosto de 2009

Manifestantes buscaron infructuosamente en Guadalajara al presidente del empleo

Campesinos a los que les pagan a un peso el kilo de frijol exigen una solución

Fuente: La Jornada de Jalisco


“Venimos a decirle al gobierno que no estamos jugando, que esto es serio”, expresaron

MAURICIO FERRER

Salieron a las calles de Guadalajara a buscar al presidente del empleo: es que “ya somos más de 800 mil los que lo buscamos”, decían ellos dos, un par de desempleados jóvenes que aún no lo hallan.

Pagaron por un anuncio de 14 palabras: “se busca presidente del empleo ya somos más de 800 mil los que lo buscamos”. Catorce palabras; 75 caracteres que no fueron plasmados en el “aviso de ocasión” de un diario o difundidas en las ondas hertzianas de una estación radiofónica de música de banda. Menos salió en un cuarto de plana de alguna revista. Tampoco viajó a través de la Internet o se leyó en redes sociales como Facebook. Ni en los pasquines de ofertas mal impresos que se entregan en las esquinas se pudo leer el anuncio de la búsqueda del gobernante de la chamba: simplemente se plasmó en una lona de no más de 2 por 2 metros con la que desfiló ese par desde la avenida Vallarta en su cruce con Chapultepec hasta el centro por más de 2 horas.

Y eso que iban acompañados por otros 800 más –aproximadamente–, que caminaron el mismo trayecto en una marcha bautizada como “Otro mundo mejor es posible”.

Pero a ese “mundo mejor”, el que les había prometido un trabajo no estaba. Ése, se vería horas más tarde con los responsables de generar empleos en Estados Unidos y Canadá, los presidentes de los mencionados países, Barack Obama y Stephen Harper. Se reuniría con ellos en la tal Cumbre de Líderes de América del Norte. Para tratar asuntos de migración, salud, visas… “asuntos diplomáticos” pues.

Al “presidente del empleo” no lo hallaron los campesinos a quienes les aseguró que habría apoyos a través de Procampo –el programa del gobierno federal para los productores agrícolas.

“A ver, nos pagan a un peso lo que cosechamos. A ti te venden el frijol a 15, 20 pesos… ¿quién te lo vende, dime? Pues Aurrerá, Wal Mart… ¡puras empresas extranjeras! ¿Y a nosotros los productores? ¡Nos compran a peso lo que cosechamos! ¿Y el diesel? ¿Y el fertilizante? ¡Los tractores ya cuestan hasta medio millón de pesos!”, era la síntesis de un problema agrario que explicaba Bibiano Hernández, un productor de maíz.

La vida de Bibiano es ésa: la de un agricultor al que le compran por debajo del precio lo que cosecha. “¿Y Procampo?”, preguntó. “¡Ja! En Procampo te dan mil pesos por hectárea, pero la mayor parte de los apoyos se los dan a quienes tienen más de mil hectáreas… nosotros somos productores de no más de 10 hectáreas”, dice mientras señala a… los que vienen detrás de él: unos 50 campesinos de diferentes estados del país –Jalisco, Zacatecas, Durango, Puebla, por enumerar un puñado–, todos ellos, dedicados al cultivo del frijol y del maíz.

“¡Zapata vive, la lucha sigue!”, es la música de fondo que acompaña a las palabras de Ramón, un hombre moreno, moreno, moreno, de Unión de Tula, en Jalisco, donde posee 6 hectáreas para sembrar maíz.

“Maseca, Minsa, Monsanto, Bachoco, Cargill, Bimbo, Archer Daniels Midland”, se lee en el cartel que lleva a la altura de su pecho. El listado, corresponde a las empresas que especulan sobre el maíz, dice.

Para obtener una tonelada de maíz, Ramón invierte 30 mil pesos. Y a 2 pesos con 77 centavos vende el kilo de maíz a los compradores. Por diferentes factores –incluida la sequía de este año, comenta–, su pueblo, ha perdido cerca del 30 por ciento de la siembra del alimento. Muchos de sus amigos se han ido “para el otro lado”. “¿Y por qué no te vas?e_SDRq, le pregunto. “¡Nooo! Se puso bien duro la pasada”, es su respuesta.

Frente a él, marcha un hombre, blanco, blanco, blanco. Él es comercializador de maíz. Pertenece a la Cooperativa El Grullo, ubicada en el municipio del mismo nombre, en Jalisco. Alejandro Gallego culpa al secretario de Agricultura, el panista Alberto Cárdenas Jiménez, de “no hacer nada” para el campo mexicano. Hoy, por ejemplo, la cooperativa tiene guardadas 100 mil toneladas de maíz que esperan sacarlas a más tardar en diciembre. El problema, dice, es la especulación.

“Por eso venimos hoy aquí, a decirle al gobierno que no estamos jugando, que esto es serio”, dice. De fondo, decenas de voces corean: “¡chinga de noche, chinga de día! ¡Ay cómo chinga la burguesía!”.

Y “chinga” la autoridad, como dice Luis Pérez Jiménez, del Equipo de Apoyo a Migrantes Indígenas. Son 70 mil indígenas en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG), según datos del INEGI, cita él. A los otomíes no les queda de otra que vender papas en la ciudad; a los niños purépechas se les ve trabajando en las esquinas; a los mixtecos y huicholes, los policías de Guadalajara los usan comopunching bags, describe Luis, quien lleva 10 años en la organización.

“No hay oportunidades para ellos, no hay trabajo”, dice el joven, también moreno, moreno, moreno.

Tampoco los ex braceros pueden acceder a un empleo. Ya están viejos. Además les deben dinero. De cuando trabajaron en los campos estadunidenses hace más de medio siglo: “¡No pedimos limosna, sino lo que se les debe! ¡Si tienen recursos para pagar la deuda externa y el Fobaproa, que paguen esta deuda!”, gritó a través del altavoz Gilberto Parra, líder del movimiento de ex braceros.

Como Parra, como los campesinos, como el chavo que trabaja con indígenas, los cientos de manifestantes: punks, ambientalistas, integrantes del movimiento del 68 en Tlatelolco, que caminaron ayer, desde el cruce de las avenidas Vallarta y Chapultepec, pidieron lo mismo, “un mundo mejor”. ¿Cómo? Dicen todos ellos que Estados Unidos, México y Canadá deben comprometerse a poner un alto al muro fronterizo, sacando a las tropas estadunidenses de Irak, levantando el bloqueo económico a Cuba, cerrando Guantánamo, a través de un rechazo al golpe de Estado en Honduras, renegociando el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, reduciendo los gases que provocan el cambio climático, entre otras cosas.

“Un mundo mejor con paz y bienestar social es posible”, leyó uno de los manifestantes alrededor del mediodía de ayer, en el kiosco de la Plaza de Armas frente a Palacio de Gobierno. Y recordó las tres décadas de políticas neoliberales que han provocado “pobreza y enfermedades”.

¿Y el presidente del empleo? Nadie lo halló. La lona en la que el par de jóvenes buscaban al personaje, se fue con ellos, y con “los más de 800 mil que lo buscamos”.

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