martes, 30 de diciembre de 2008

Las mujeres del narcotráfico


MIGUEL ÁNGEL GRANADOS CHAPA

"Este texto viene publicado en el número 1678 de la revista Proceso, que está en circulación".

Algo de macabro tiene descubrir que estuvimos hablando de una mujer que, casualmente, tenía unas horas de muerta, de haber sido asesinada.
Reunidos para reponer una cita que meses atrás se suspendió por causas ajenas a nuestra voluntad, pedimos a Julio Scherer hablar de Zulema Hernández, amante de Joaquín Guzmán, El Chapo, cuando estuvo recluido en el penal de Puente Grande, Jalisco. A la hora de la comida del jueves 18 de diciembre escuchábamos al gran periodista Carmen Aristegui, Humberto Lira Mora, Javier Quijano y yo. Carmen había recibido, horas antes, la Medalla al Mérito Ciudadano otorgada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, a la que la periodista había instado a consumar la reforma política que haga de la capital una entidad federativa con plenas aunque singulares potestades.
Por ese motivo estábamos contentos. Pero nos alegraba sobre todo reunirnos en torno de Scherer, cuya palabra en vivo o por escrito es siempre sacudidora, estimulante, aleccionadora, agradecible. Entre otros temas, hablamos de las mujeres en el narcotráfico, a propósito del libro más reciente del mayor periodista contemporáneo, La reina del Pacífico, una penetrante semblanza de Sandra Ávila, presa en Santa Martha por su participación en el negocio de las drogas. Fue inevitable que evocáramos a Zulema Hernández, a quien Scherer entrevistó para su libro Máxima seguridad, aparecido en noviembre de 2001, que incluye conversaciones con jefes del narcotráfico recluidos en los penales de alta seguridad de La Palma y Puente Grande (hoy conocidos como Altiplano y Occidente).
En aquel momento ignorábamos que horas antes, a las afueras de la Ciudad de México, en el municipio de Ecatepec, había sido encontrado, en la cajuela de un automóvil, el cadáver de una mujer, envuelto en un cobertor verde, atado con cinta canela. A su lado yacían los restos de un hombre. "Ambos cuerpos -comunicó la procuraduría mexiquense el 23 de diciembre- presentan impacto de bala en la cabeza. La mujer presenta marcada la letra zeta en distintas partes del cuerpo. Las letras fueron marcadas con objetos punzocortantes así como con pintura de color negro en los glúteos, espalda, ambos senos y abdomen". La procuraduría identifico a la mujer como Zulema Yulia Hernández Ramírez, la misma Zulema Hernández con la que Scherer sostuvo conversaciones intensas en su prisión jalisciense, hace más de siete años, y a la que encontraría en penales de la Ciudad de México tiempo después.
Corresponderá a Scherer mismo narrar al público lo que nos contó el 18 de diciembre, como lo hizo cuando habló con Zulema encarcelada, evocadora de su relación con El Chapo, que en enero anterior se había fugado del penal en que se conocieron y se hicieron amantes:
"Entre Joaquín y yo había mucha identificación, porque yo estaba en el mismo lugar en que él estaba. O sea, aparte de ser mujer, yo estaba viviendo lo mismo que él. Yo sabía de este caminar de lado a lado de una celda. Yo sé de este esperar despierta, yo sé de este insomnio, yo sé de este fumarte, querer quemarte el sexo, quererte quemar las manos, la boca, fumarte el alma, fumarte el tiempo. Yo sé lo que estos rincones hablan, lo sé. Y él sabía que yo lo sabía. Muchas ocasiones llegaba de malas, no tuvimos ni relaciones, pero él quería sentirme cerca. Él me quería desnuda, sentirme en su cuerpo. No teníamos sexo, pero estábamos juntos. Y yo lo entendía y sabía que tenía ganas de llorar. Sabía que estaba hasta la madre de esta cárcel, a pesar de que tuviera lo que tuviera. Sabía que si escapaba estaba expuesto a que lo mataran. Él sabía que en este negocio se está expuesto a perder a toda la familia..."
Tal vez sepamos pronto si Zulema Hernández fue ejecutada, como parece indicarlo el vil modo de ultimarla, por su antigua relación con El Chapo, o a causa de las complicaciones de su propia carrera. Ella había ingresado, ya sentenciada, a Puente Grande en febrero de 2000 (era una de las cinco reclusas en una cárcel para varones), a los 23 años. Salió de aquella prisión después de que su amante se fugó cuando le vino en gana. Ella misma descubrió a Scherer cómo se produjo esa fuga:
"Evadió la cárcel sin un percance, un error, un titubeo. A su paso, una a una se fueron abriendo 16 puertas, los videos permanecieron oscuros, los rotweilers estuvieron tranquilos y no hubo contratiempo en la garita, levantadas las barras que abren y cierran el paso a propios y extraños"
Libre, ella no se retiró del narcotráfico, hasta que fue de nuevo detenida en enero de 2004. Se la capturó como parte de la banda de Juan Pablo Rojas, El Halcón. Ella era el contacto de ese grupo con Delia Patricia Buendía, apodada Ma Baker, capitana del narcomenudeo en Nezahualcóyotl. En junio de 2006 quedó de nuevo en libertad. Es de suponer, por el modo en que la mataron, que continuaba en lo suyo, por su cuenta.
Desde la que dio lugar a su primer gran libro, La piel y la entraña, Scherer ha realizado grandes entrevistas en recintos carcelarios. No fue extraño, así, que apenas fue detenida Sandra Ávila, en septiembre de 2007, el periodista concibiera la idea de hablar con ella. Lo consiguió y durante meses se reunieron los viernes y a veces también los martes. Así la vio Scherer por vez primera:
"El cabello, carbón por el artificio de la tintura, descendía libremente hasta media espalda y los labios subrayaban su diferencia natural, delgado el superior, sensual el de abajo. Observada de perfil, la cara se mantenía fiel a sí misma. De frente, y a costa de la armonía del conjunto, un cirujano plástico había operado la nariz y errado levemente en la punta, hacia arriba.
"De estatura media, apenas morena, sus grandes pechos sugerían un cuerpo impetuoso. Desde su cintura, las líneas de Sandra Ávila correspondían a la imagen de una mujer en plenitud. La señora calzaba sandalias, de rojo absoluto las uñas de los pies".
Además de describir su apariencia, Scherer traza en La Reina del Pacífico un retrato de alma entera: "Sandra Ávila ha vivido como ha querido y ha padecido como nunca hubiera imaginado. En los extremos se han tocado la riqueza y la muerte. Ahora habita en la cárcel, soez el concreto negruzco de los muros que cancelan el exterior, soez el lenguaje; soez su estridencia; soez la locura que ronda; soez el futuro como una interrogación dramática...
"A lo largo de sus 44 años ha escuchado ráfagas de metralleta que no logra acallar en los oídos; ha escapado de la muerte porque no le tocaba morir; ha galopado en caballos purasangre y ha llevado de la rienda ejemplares de estampa imperial que siguen la Marcha de Zacatecas; ha jugado con pulseras y collares de oro macizo; se ha fascinado con el esplendor de los brillantes y el diseño surrealista de piedras inigualables; de niña, entrenada al tiro al blanco en las ferias, ya mayor ha manejado armas cortas y armas largas; ha disfrutado de las carreras parejeras, las apuestas concertadas al puro grito sin que importe ganar o perder; ha participado en los arrancones de automóviles al riesgo que fuera y ha bailado días completos con pareja o sin pareja. Absolutamente femenina, dice que le habría gustado ser hombre".
Scherer nos debe ahora, más allá del contenido de su ya publicada entrevista con Zulema Hernández, el relato de sus encuentros con ella. Y nos debe, ya desde ahora, el retrato de Laura Elena Zúñiga Huizar, a sus 23 años escogida reina de la belleza en Sinaloa apenas en septiembre, y presa al finalizar este año en Guadalajara. Ella y su novio Ángel Orlando García Urquiza confesaron de inmediato haber viajado a Colombia para hacer negocios...

No hay comentarios: