Noticias del Sur
A dos años del inicio de su gobierno. Por Juan Diez.
Pese a las movilizaciones y falta de legitimidad al momento de asumir, durante el primer año de gobierno, Felipe Calderón logró en buena medida consolidarse y avanzar sobre varias de las reformas que no habían podido llevarse a cabo en los dos sexenios anteriores. Sin embargo, el segundo año ha estado atravesado por los conflictos de la reforma energética, la caída electoral del PAN, la escalada de violencia por la guerra contra el narcotráfico, los efectos de la crisis económica mundial y una consecuente caída en la confianza en el gobierno de Calderón.
Quizás, junto con Carlos Salinas de Gortari, Calderón haya sido el presidente mexicano de los últimos tiempos que empezó peor su gobierno en medio de una crisis política y con un fuerte cuestionamiento a su legitimidad dadas las denuncias de irregularidades y de fraude en las elecciones. Sin embargo, al igual que el priísta a principios de los noventa, el actual presidente supo recomponer esa situación a base de política y políticas.
Una semana después de asumir, Calderón estableció la prioridad de su gobierno en el tema de la seguridad mediante el combate al crimen organizado y al narcotráfico. Con la declarada guerra a los cárteles, el nuevo presidente buscó construir la legitimidad que no le dieron las urnas. La estrategia pareció funcionar –al menos en el corto plazo- ya que creó una artificiosa sensación de fuerte liderazgo.
A su vez, complementó la estrategia con la habilidad para armar una amplia coalición política de gobierno. A diferencia del anterior gobierno panista, Calderón no buscó la ruptura abrupta con las tradiciones de la política mexicana, sino que más bien han prevalecido las líneas de continuidad, dándole un mayor margen de negociación con otros actores políticos. A tal punto que no son pocos los que advierten que cada vez se parece más al “estilo personal de gobernar” que caracterizó al régimen priísta. De a poco se fue imponiendo la inercia del denostado régimen, ahora a través de la lógica autoritaria del gobierno panista de Calderón, con un rol activo del presidente dentro de su propio partido, la alianza estratégica con el sidicalismo corporativo encabezado por la lideresa magisterial Elba Esther Gordillo, la estrecha relación con los grandes medios de comunicación representados por Televisa y el apoyo de algunos sectores del PRI y hasta del PRD.
Sobre la base de esa coalición, durante el primer año de gobierno Calderón pudo avanzar sobre varias de las reformas que tanto Zedillo como Fox habían tenido dificultades para llevar adelante: la reforma del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), la reforma fiscal, la reforma electoral y la reforma judicial.
Sin embargo, desde comienzo de este año, las cosas se han vuelto a poner cuesta arriba para el gobierno.
Si bien el conflicto poselectoral parecía haberse diluido o perdido fuerza, lo cierto es que sigue latente, generando tensiones y polarizaciones que Calderón ni nadie parece atenuar. Esa situación da lugar a que López Obrador siga siendo un factor importante de convocatoria popular como se puso nuevamente de manifiesto con las movilizaciones contra el proyecto del gobierno de reforma del sector energético en mayo de este año. Las movilizaciones en las calles y la toma del Congreso por parte de algunos legisladores del Frente Amplio Progresista –formado por el PRD, PT y Convergencia- obligaron a establecer una serie de debates y consultas, que terminaron dejando de lado el proyecto original de Calderón y se optó por una propuesta más negociada. En las discusiones, el PRI sacó a relucir su larga experiencia política y su capacidad de presión, mostrando tensiones dentro de la coalición de gobierno.
A nivel electoral, tampoco ha sido un buen año para Calderón. En las 6 elecciones locales que se disputaron este año, el PAN obtuvo un pobrísimo desempeño. En este caso, el otrora partido oficial también ha sabido aprovechar los conflictos internos dentro del PAN y del PRD para traducirlos en triunfos electorales y ubicarse así en una buena posición rumbo a las elecciones legislativas federales del año próximo y en 13 estados (6 de los cuales elegirán nuevo gobernador).
Finalmente, la política del gobierno contra el narcotráfico ha demostrado estar lejos de resolver el problema y, más bien, ha contribuido a hacer más complejo el escenario político nacional. La guerra declarada contra la delincuencia organizada y el narcotráfico no parece haber tenido los resultados buscados en su objetivo explícito, dada la escalada de violencia que generó y que se cobró la escalofriante cifra de más de 5 mil muertos desde el inicio del gobierno de Calderón.
En medio de este escenario, el anuncio de un cambio en la prioridad hacia un mayor énfasis en las políticas sociales –con el lanzamiento del programa “Vivir mejor”- pasó sin pena ni gloria.
Más bien se continuó con el mismo plan en el que se embarcó ni bien asumió la presidencia, aunque con cambios. Las primeras acciones de Calderón fueron lanzar un operativo policiaco-militar en las zonas de mayor influencia del narcotráfico, como Chihuahua, Sinaloa, Michoacán. El objetivo era ofrecer una demostración de fuerza, pero al poco de andar se mostró fallida y dejaron ver el gran poder que tienen las bandas y cárteles de droga, con un aumento de la violencia no sólo cuantitativo sino también cualitativo. A su vez mostró que la fragmentación de poder a nivel local y sobre todo la corrupción del aparato estatal son uno de los principales factores que hacen que el poder del narco prolifere en los intersticios que encuentra en el sistema político y, no en pocos casos, en connivencia con éste. De hecho, desde hace unos meses se cambió la estrategia, conocida como “Operación Limpieza”, que llevó a la identificación y detención de narcotraficantes y funcionarios en distintos niveles del Estado.
De cualquier manera, este giro no hace más que confirmar a la mayoría de mexicanas y mexicanos el entramado de corrupción en el que vive y ha vivido México. Pero también las consecuencias que tiene, con episodios poco claros como el supuesto accidente en el que recientemente murió el secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y otros funcionarios vinculados a la lucha contra el narcotráfico.
Con todo, se va extendiendo la percepción de que la guerra contra el crimen organizado lleva a mayor violencia e incertidumbre. Al tiempo que las perspectivas económicas no son muy buenas producto del impacto de la crisis económica mundial que ya se empiezan a sentir y que seguramente se sentirán aún más, golpean fuerte al gobierno de Calderón, que vuelve a estar abajo al término de su segundo año de mandato.
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Juan Diez es editor de México para NDS. juandiez@noticiasdelsur.com
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