martes, 25 de noviembre de 2008

El mito chileno


Universidad de ARCIS para Noticias del Sur

Por Álvaro Cuadra*

De acuerdo a la reciente Encuesta Bicentenario 2008 UC Adimark, una amplia mayoría de compatriotas comparte de la idea de que nuestro país es “excepcional”, una suerte de isla frente al resto de los latinoamericanos. Esta creencia compartida por gran parte de la población no es, en absoluto, casual y responde a lo que ha sido nuestra historia reciente.

Lo que debiera ser un sano y generoso orgullo nacional afincado en la dignidad de todos los chilenos se ha transformado, en las nuevas generaciones, en un “chauvinismo” plebeyo y malsano. Esta especie de nueva mitología ha sido alimentada, en lo fundamental, por los medios de comunicación que exaltan las diferencias con cada uno de nuestros vecinos. Si examinamos la publicidad y el tipo de programación, especialmente ciertos “Reality Shows” que se ofrece en televisión abierta, podemos advertir la congruencia entre consumo y nacionalismo.

El mito de un Chile blanco, ordenado y moderno se opone a las crisis políticas y económicas que sacuden a otros países sudamericanos. Se ha proclamado que somos un buen país situado en un mal vecindario, un país que en los próximos años será comparable a algunas naciones europeas. Hay tres elementos constitutivos del mito: un larvado elemento étnico, un manifiesto sentimiento de superioridad económica y, por último, una clara filiación agresiva de corte nacionalista. Las nuevas generaciones de chilenos han sido socializadas en el mito de su superioridad frente al resto de América Latina. Como se sabe, la mediocridad suele ser ignorante y llena de pretensiones: Estamos, precisamente, ante una generación pervertida por el consumo y la ignorancia, pasto fácil de cualquier populismo por grotesco que sea.

Como suele ocurrir, el mito chileno, cuyas raíces se encuentran en los albores de la república, carece de todo fundamento, pero opera en la realidad. Se traduce en concreto en rasgos xenofóbicos arraigados en la población ante la inmigración y una falta de interés frente a lo que sucede en el resto de los países de la región. Un mito paradojal que exalta lo europeo y estadounidense, pero que desprecia a las etnias chilenas como a los mapuches.

Para cualquier analista, medianamente ilustrado, resulta obvio que Chile no escapa a la realidad de los países latinoamericanos. Su historia, su lengua y su religión son compartidas con el resto de naciones de la región. Somos una sociedad mestiza, condición que compartimos con nuestros vecinos. La mejor prueba de nuestra condición de latinoamericanos son las vergonzantes cifras que delatan las encuestas y que sólo se explican por el escaso nivel de cultura y educación de un pueblo sometido a los grandes medios y a las grandes corporaciones. Compartimos con el resto de los países de América Latina la vergüenza de una población ignorante de su propia historia. Nuestro destino ineludible en un mundo en vías de globalización se encuentra ligado a América Latina, tanto en lo económico, como en lo político y lo cultural, tal como soñaron nuestros próceres hace dos siglos.

Investigador y docente de la Escuela Latinoamericana de Postgrados. ELAP. ARENA PÚBLICA.
Plataforma de Opinión. Universidad de Arte y Ciencias Sociales. ARCIS

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