Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
■ “Sodoma y Gomorra” de las finanzas anglosajonas
El infalible y sacrosanto “mercado” de la alucinación neoliberal ha sido arrojado al basurero de la historia.
La grave crisis financiera global, cuyo epicentro se focaliza en el G-7, no constituye el fin del mundo, pero sí el del capitalismo financierista que predominó durante casi cuatro siglos a los dos lados del océano Atlántico en Holanda, Gran Bretaña y EU (Caos y gobernanza del moderno sistema mundial, Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, University of Minnesota Press, 1999), y que este último llevó en forma demencial a extremos antigravitatorios.
Desde el punto de vista conceptual, la gran tragedia del capitalismo posmoderno radica en su metamorfosis inesperada, una verdadera transmogrificación, que resalta la incoherencia de su articulación lingüística al pervertirse en un “socialismo de Estado” que pretende sobrevivir en medio de su naufragio gracias a la nacionalización (mejor dicho estatización) de sus quebradas empresas privadas por los bancos centrales –es decir, con el dinero de los ciudadanos en manos gubernamentales– quienes deciden dictatorialmente el flujo selectivo de los ahorros de un país.
En el “mercado” librecambista monetarista no existe la democracia financiera cuando el ahorro ciudadano sirve en última instancia para rescatar a la parasitaria banca privada totalmente insolvente.
Es tan antidemocrática, amén de misántropa, la decisión unilateral de los bancos centrales del G-7 –entre quienes destaca la Reserva Federal– que llegan al colmo de penalizar a los ciudadanos mediante la expulsión masiva de sus empleos.
Se rescata a la “plutocracia comunista” anglosajona, no a los empleados quienes aportan el grueso de los capitales de las cuentas de la Reserva Federal y la Secretaría del Tesoro, ya no se diga los tramposos fondos de pensiones: uno de los mayores engaños que usa el ahorro de los empleados para subsidiar a sus patrones quienes pagan muy pocos impuestos (cuando no evaden en los paraísos fiscales, diseñados ex profeso por la piratería financiera anglosajona).
Este es el “capitalismo comunista” posmoderno que rompe con las categorías semánticas en las que supuestamente se basaba su carácter invencible: privatización de las ganancias y socialización de las pérdidas.
En el frente externo, la metamorfosis del capitalismo financierista, en su fase neoliberal de mayor descomposición cerebral, es más grotesca y arriesgada para la seguridad nacional del G-7 expuesta a la captura foránea: rescate de las quebradas empresas privadas de la “plutocracia comunista” anglosajona por los Fondos Soberanos de Riqueza (FSR), de propiedad estatal, como los de China, país nominalmente comunista.
Si ahora el dinero es el “rey”, como expectoran los desacreditados seudoanalistas de Wall Street y la City, entonces los poseedores de los FSR –en los que tanto hemos insistido– marcarán los tiempos del futuro inmediato. Los FSR, que andan en más de 3.3 billones de dólares (trillones en anglosajón), se encuentran en manos del BRIC (Brasil, Rusia, India y China), además de los exitosos países exportadores asiáticos y las petromonarquías del Golfo (la excepción de México, con todo y sus excesivos ingresos petroleros, es patética).
Asistimos a la segunda fase de desintegración del sistema financiero anglosajón. La primera, relativamente benigna, lidió con el estallido de los subprime (hipotecas de baja calidad crediticia) y ahora, la segunda, más perniciosa, expondrá a la luz del día a los tóxicos CDS (Credit Default Swaps).
Falta la tercera, la peor de todas: la exposición contable de los “derivados financieros” por mil millones de millones (un cuatrillón en anglosajón) escondidos en las clandestinas “cuentas invisibles” (off-balance-sheet) de los piratas paraísos fiscales (off-shore) que representan el “nivel 3” (deudas incobrables e impagables) de la insolente cuan insolvente banca anglosajona.
Fin del mundo de la deuda excesiva y su crédito ultralaxo que ceden su lugar al ahorro frugal y al crédito responsable (un adjetivo eviscerado de su contenido semántico, ético y estético a los dos lados del Atlántico). Los siquiatras, expulsados de los manicomios financieros, retoman el mando clínico y el cuidado de los alienados neoliberales quienes se habían rebelado durante toda la desregulación (término que en salud mental significa sicosis). “Neoliberal” es ya equiparable al sicópata funcional.
Nunca como ahora se aplica mejor la metáfora bíblica de Sodoma y Gomorra, que simbolizan el mayor grado de concupiscencia y lascivia del género humano, cuya destrucción total ilustra el aniquilamiento del sistema financiero neoliberal anglosajón.
Hasta el candidato presidencial del Partido Republicano, John McCain, a quien le afecta más que a Obama el entorno de la grave crisis financiera global, no ha tenido más remedio que denunciar, contra su propia ideología librecambista, la “corrupción y codicia sin frenos” de los “especuladores” de Wall Street. Las imprecaciones del bélico McCain rememoran las maldiciones del profeta Isaías cuando Wall Street y la City se han convertido en las nuevas Sodoma y Gomorra de las finanzas globales en plena degradación.
En medio de las acrobacias contables y las masivas inyecciones de liquidez de Henry “Hank” Paulson, secretario del Tesoro, y Ben Shalom Bernanke, gobernador de la Reserva Federal –dos burócratas que nunca han detentado un puesto de elección popular y parecen haber agotado sus municiones–, retumba la candidez inigualable de Harry Reid, líder de la mayoría del Senado, quien espetó que “nadie (¡supersic!) sabía cómo responder a las turbulencias de Wall Street. (…) Pueden preguntar a Bernanke y a Paulson: no saben que hacer. Pero intentan aportar ideas (¡extrasic!)” (Hill, 17-09-08).
¿Dónde anda oculto Baby Bush? Escondió la cabeza como temerosa avestruz ante la tormenta.
Dominique Strauss-Kahn, director galo del Fondo Monetario Internacional, considera que todavía lo peor no sucede, mientras el locuaz Jacques Attali, ex director del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, afirma que la presente crisis se parece a la de 1929, con la diferencia de que en la actualidad, debido a la mayor interconectividad, su amplitud es superior. A su juicio, el problema radica en el ocultamiento contable de activos de mala calidad (Talk Orange-Le Figaro, 17-09-08).
Increíble: el neoliberalismo financiero se pulverizó por entropía propia. Lo grave es que arrastra a tirios y troyanos en su desgracia cataclísmica.
Marc Pitzke sentencia que “acabó el mundo como lo conocimos”. Aduce que se trata del “fin de una era” cuando los “fundamentos del capitalismo de EU se han destrozado”. Concluye así la “era del capitalismo sin frenos (sic) de la economía de libre mercado en EU” (Der Spiegel on line, 18-09-08).
Lo mejor, como en Sodoma y Gomorra, es no voltear hacia atrás.
Nota
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