lunes, 7 de abril de 2008

¿Cuál diagnóstico?

Arnaldo Córdova

¿Cuál diagnóstico?

El Diagnóstico: situación de Pemex, que la Secretaría de Energía y Pemex entregaron a los grupos parlamentarios el pasado fin de semana, tiene la muy notable peculiaridad de que no diagnostica nada, se limita a señalar algunas dolencias de la empresa nacional, se atreve a sugerir que su régimen fiscal sea modificado y, lo peor de todo, no nos proporciona información que nuestros expertos no nos hubieran ya dado antes. Un diagnóstico es la calificación experta de una enfermedad, que sugiere, por sí misma, el tratamiento. Todo el que se tome el trabajo de leer las 128 páginas del documento, verá que no hay tal.
Estoy ansioso de que nuestros economistas y expertos petroleros desnuden la inanidad del documento en lo que se refiere a cuestiones técnicas de exploración, extracción, refinación y otras materias de las que yo no me ocupo. Quiero enfocarme en el problema fiscal de Pemex, en el que hizo énfasis la secretaria Kessel. Ella reitera lo que ya el documento dice, que la empresa necesita más recursos y sugiere que el régimen fiscal necesita modificarse. Pero el documento repite la misma historia: Pemex no tiene recursos y los debe buscar asociándose con otros. Ya sabemos lo que eso quiere decir.
Según el documento, cosa que Pemex ya había informado, sus ingresos en 2007 fueron de 104.5 mil millones de dólares. El que quiera, que haga la conversión correcta, pero estamos hablando de una suma cercana al billón 150 mil millones de pesos (al tipo de cambio de ese año). El documento no dice una palabra de adónde fue a parar ese dinero. Contrasta con los alegatos oficiales de que Pemex no tiene dinero. Se ha dicho también que para llevar a cabo lo proyectos que se tienen se requeriría algo así como 100 mil millones de dólares. Por lo que puede verse, la empresa sí tiene ese dinero y no tiene necesidad de pedirlo a otros, ni en crédito ni asociándose.
Hubo una época no lejana en que a la empresa se la sangraba todavía más que ahora. Entonces, recuerdo que se le quitaba 81 por ciento de sus ingresos brutos, nada más por derechos sobre el subsuelo y su superficie. Ahora, los diferentes derechos que antes había se han unificado en uno solo: “derecho ordinario sobre hidrocarburos”, que en cuatro años será de 71.5 por ciento del producto extraído (petróleo o gas). Hoy sigue pagando más de 74 por ciento. Pero sigue perdiendo de su ingreso bruto más de 90 por ciento. La sangría despiadada continúa. Eso lo puede ver cualquier curioso en el capítulo XII (hidrocarburos) de la llamada Ley Federal de Derechos.
El que tenga tiempo de revisar con cuidado el dichoso diagnóstico podrá ver desfilar la enorme cantidad de marrullerías que la Sener y Pemex nos deslizan para hacernos creer que la empresa está quebrada. El documento se la pasa tratando de convencernos de que no hay dinero para los proyectos que Pemex necesita y hay que buscarlos con otros. Además, la empresa tiene que enfrentar obligaciones colosales que la lastran e impiden su crecimiento.
Por ejemplo, tiene que pagar salarios descomunales y pensiones y jubilaciones que crecen continuamente, lo que se llama, eufemísticamente, “reserva laboral no fondeada”. Se calcula en 520.8 mil millones de pesos. No se dice cuánto se eroga actualmente en salarios. Sólo se sugiere, pero no se dice claramente, lo que costará el total de la fuerza laboral asalariada (una proyección absurda y fuera de lugar). Sí se apunta, empero, que en 2007, en pensionados (75 mil) se pagaron 16 mil 748 millones. Aparte de que no se informa nada acerca de los exorbitantes sueldos que deben ganar los cerca de 20 mil ejecutivos y empleados de confianza, ni de lo que ganan realmente los asalariados de base o eventuales.
Kessel y Reyes Heroles se escandalizan por el hecho de que Pemex ha tenido que desarrollar sus muy pocos y miserables proyectos con créditos que le salen costando enormidades y claman porque a la empresa se le dote de recursos propios. ¿De dónde, si el producto de la venta de hidrocarburos anda perdido eternamente? Quieren una reforma fiscal, quieren que Pemex reciba una mayor cantidad de su producto. Pero cuando proponen medidas concretas, nos dicen que el dinero que no se tiene hay que buscarlo fuera. Hasta me dio la impresión de que no están de acuerdo con el régimen usurario de los llamados “Pidiregas”. El camino, para ellos, es la asociación con otros.
Teóricamente, a Pemex debería corresponderle el precio de los hidrocarburos vendidos del que Hacienda no le despoja. En 2007 le debieron haber quedado algo así como 10 mil millones de dólares, pero no. Lo que recibe no es el producto real de su venta sino la cantidad que el presupuesto le asigna previamente y que va tan sólo un poco arriba de 40 dólares por barril. Sus deducciones fiscales son ridículas y ya están fijadas de antemano en la ley y el presupuesto. Resulta que Pemex recibe sólo lo que el presupuesto le asignó. Lo que le corresponde, en realidad, es mucho más y es suyo, sólo que no puede usarlo. ¿Adónde va a parar ese dinero?
¿Y la iniciativa de reforma energética? Ahora el senador Creel nos anuncia que serán las bancadas parlamentarias del PAN las encargadas de elaborarla y no el Poder Ejecutivo. ¡Esto ya es un sainete! El PRI sigue exigiendo que el presidente mande su iniciativa. ¿Qué lo detiene? Sencillo: no es que no sepa qué quiere hacer, más bien quiere que acabemos de aceptar su tesis de que, como Pemex no tiene dinero, hay que ir a buscarlo afuera. ¿Están de acuerdo los priístas en ello? ¿Por qué no lo dicen? Tan sencilla que sería la cosa: ¿por qué no se le cobra a Pemex un impuesto por arriba del fiscal, puesto que es la mayor y más productiva empresa, y lo demás se le deja para que resuelva sus problemas laborales, de inversión y de promoción de la investigación petrolera que está abandonada desde hace decenios y, también, para que pueda comprar en el mercado internacional la tecnología que requiere y que no pueda desarrollar por sí sola, sin tener que asociarse con nadie que no le convenga? ¿Es mucho pedir? Por lo menos, está dentro de la letra y el espíritu de la Constitución.

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