León Bendesky
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Más fragilidad
La fragilidad de la economía de Estados Unidos sigue en aumento. La semana pasada el índice de precios de la bolsa de valores de Nueva York cayó por cuarto mes consecutivo; esta situación no se observaba desde 2002. El índice Dow Jones se precipitó 0.9 por ciento, el Nasdaq bajó 1.4 por ciento y el Standard & Poor’s 500 cayó 1.7 por ciento, acumulando una disminución de 3.5 por ciento durante febrero. Según las encuestas, las utilidades de las 500 mayores empresas se redujeron en promedio 23 por ciento en el último trimestre de 2007.
Se estima que esta tendencia va a continuar ante las expectativas de mayores pérdidas en los bancos, asociadas con el mercado hipotecario y sus consecuencias en el de créditos. Esto se suma a la perspectiva de un aumento del desempleo y la revisión a la baja de las proyecciones del crecimiento. La asociación de manufactureros prevé para este año un avance de 1.3 por ciento.
El dólar se debilita de modo constante; en febrero cerró en el nivel más bajo frente al euro desde que esa moneda se cotiza. Cada dólar se cambiaba al cierre de las operaciones en 1.5179 euros; así, durante el mes perdió 2.1 por ciento de su valor. y en el último año esa pérdida fue de 13 por ciento. Frente al yen, el dólar está en el nivel más bajo de los últimos tres años.
La demanda de títulos de deuda del Tesoro aumenta, en tanto los inversionistas buscan un refugio. Lo mismo ocurre con algunos bienes (los commodities) como el oro, cuyo precio ha ido al alza. La onza de oro costaba 976 dólares a fines de febrero, mientras en el mismo mes de 2007 su precio fue de 670 dólares y en 2004 de 350. Por su lado, el precio del petróleo alcanzó los 103 dólares.
El entorno general está marcado, además, por el hecho del que el gasto de consumo de las familias está prácticamente estancado y su poder real de compra está siendo minado por el incremento de los precios. La Reserva Federal apunta a una nueva reducción de las tasas de interés. Los analistas esperan que la tasa de los fondos federales baje a 2.25 por ciento, es decir, 75 puntos base menos que la actual de 3 por ciento. Hasta ahora éste es el instrumento casi único para enfrentar a corto plazo la desaceleración de la economía.
La situación todavía se presenta de modo desigual en los mercados mundiales. Aunque ya hay evidencias de una menor expansión productiva y del empleo en algunas economías europeas, el Banco Central Europeo no ha movido de manera significativa sus tasas de interés. No está aún clara la magnitud del posible impacto que puede tener la debilidad económica estadunidense. En este caso se advierte ya una repercusión adversa en esos mercados por la devaluación del dólar, lo que ha provocado una disminución del déficit comercial que significa un ajuste de la deuda que, en este caso como en el del déficit fiscal, están financiados esencialmente por la entrada de dólares para adquirir bonos gubernamentales.
El proceso está en pleno desarrollo, los cambios de los precios de los bienes, de las acciones y de los valores gubernamentales llevará a una nueva situación general en términos financieros y en cuanto a la propiedad de los activos. Esto llevará a un ajuste de la distribución de la riqueza y del ingreso que incidirá adversamente en los patrones de la desigualdad.
De la evolución de las condiciones que se han descrito pueden plantearse dos escenarios: el primero corresponde a una caída abrupta del crecimiento económico, es decir, una recesión en Estados Unidos; el segundo sería una desaceleración fuerte y prolongada.
Para un país como México podría ser más desfavorable un escenario de lento crecimiento de más largo plazo por la fuerte dependencia de aquel mercado en cuanto a la exportación de manufacturas como de petróleo y de servicios como el turismo; lo mismo pasa con los flujos de inversiones, ya sean productivas o financieras, y con la migración y su doble efecto interno en la entrada de divisas y el mercado laboral.
El gobierno mexicano tiene hoy a su favor un elemento primordial que es el elevado ingreso derivado del petróleo. Todos los otros elementos de la estabilidad financiera están anclados a ese ingreso. La Secretaría de Hacienda ha construido un argumento sobre el desempeño económico y al cual se aferra (véase en Internet la presentación del subsecretario Werner del 28 de febrero). Esperan un crecimiento del PIB entre 2.75 y 3.25 por ciento este año, basado en el favorable desempeño del empleo y del crédito bancario, así como la positiva posición de las finanzas públicas.
De confirmarse la idea de la fortaleza económica interna se pondrá a prueba la capacidad del gobierno y de las instituciones de financiamiento públicas para movilizar recursos para la inversión y el consumo, que contrarresten el impacto de la fragilidad económica estadunidense y prevenir el contagio. Debe esperarse que no sea demasiada la confianza del equipo económico del gobierno, y que exhiban una mayor eficacia que en otras experiencias recientes. En todo caso habrán de evitar el síndrome de Dulcamara, el doctor que vendía el elixir de amor.
http://www.jornada.unam.mx/2008/03/03/index.php?section=opinion&article=031a1eco
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