Julio Hernández López
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■ Sólo le queda la fuerza
■ Felipismo decadente y entrampado
■ Plantear privatización, un detonante
La gerencia general del país está en una situación política y socialmente desventajosa para tratar de imponer la reforma energética que abriría el paso a capitales privados en Pemex. No se trata solamente del pecado electoral original que deslegitima a quien se ostenta como jefe formal del gobierno mexicano, sino inclusive el ejercicio político posterior (que en el caso de Carlos Salinas de Gortari, por ejemplo, llevó a una aparente “legitimidad” de facto, aprobada por el panismo entonces encabezado por Diego Fernández de Cevallos). El funcionario Calderón se ha rodeado de un equipo que en varios casos está por debajo de la mediocridad y que tiene como estrellada estrella a un favorito de las intimidades al que colocó como jefe político en
En ese escenario de degradación, el felipismo está obligado a atender con seriedad y serenidad las definiciones públicas ayer confirmadas (ya se habían anunciado en la anterior concentración pública frente a la torre de Pemex) por el movimiento de Resistencia Civil Pacífica y partidos y personajes acompañantes. Frente a la frivolidad y la insensibilidad políticas del gerente Calderón y de su equipo de ventas se ha plantado una efervescencia cívica en proceso acelerado de organización que está decidida a luchar contra la pretensión (que en el purismo institucional pudiera ser formalmente válida, legalmente firme) de aprobar en los órganos legislativos modificaciones jurídicas que lesionen la soberanía nacional en materia de energéticos.
Lo que ayer hizo López Obrador en el Zócalo no fue un acto de fanfarronería. Intencionalmente recargado en pasajes históricos, sin histrionismo ni grandilocuencias, el único mexicano que es capaz de convocar y conducir un movimiento nacional masivo de protesta y oposición al poder reiteró su compromiso personal, ético e histórico, de desplegar a partir de la semana venidera un abanico de actos de resistencia civil que traspasarán los límites legales y colocarán a esos mexicanos rebeldes en condición de ser golpeados, detenidos, sujetos a proceso y eventualmente sentenciados a penas supuestamente ejemplarizantes.
Frente a esa insurrección cívica, la mercadotecnia y la desnacionalización instaladas en Los Pinos sólo tienen como recurso inmediato el uso de la fuerza. Aplicarla para reprimir a quienes instalen cercos ciudadanos u obstruyan vías de comunicación o instalaciones estratégicas será la primera tentación del grupito apropiado de Los Pinos que disfraza su soledad e incapacidad con excesos militares vigilantes e inclusive con la recurrencia, digna de diván, a indumentarias castrenses fuera de talla. Pero activar los mecanismos de represión sería una decisión nocturna de juerga que hundiría aún más al felipismo en el rechazo social creciente (a pesar de lo que digan los merolicos electrónicos y los filósofos de papel –moneda–) y sellaría la dependencia de los restos de poder civil respecto al militarismo que ha ido ocupando los lugares dejados por quienes gobiernan entre burbujas.
Sin legitimidad de origen, mediocre e ineficaz, rodeado de secretarios de gabinete desconocidos y políticamente clandestinos o descalificados; cedente, a priístas manliogámbicos y a militares “en guerra contra el narco”, del poco poder que le queda, el calderonismo debe leer con cuidado y valorar en su justa dimensión el plan de lucha anunciado ayer por la retadora Claudia Sheinbaum y aprobado por los asistentes a la sesión del Zócalo (por cierto, la secretaria de energía, la señora Kessel, carece de experiencia en política y en debates: está allí porque forma parte del grupo del ITAM que Calderón ha tomado como surtidor de cuadros administrativos). La historia de México, por lo demás, está llena de mujeres valiosas y valientes que han sabido impulsar las mejores batallas nacionales. Esta vez son muchísimas las que están dispuestas a ir a la vanguardia en una lucha que acabará convertida en una fila frontal, brazo a brazo, sin distinciones de género. La cita inmediata es el próximo martes, en el Zócalo, mientras en San Lázaro, Bucareli y Los Pinos juegan a mantener la apariencia de las instituciones y el estado de derecho. (¡Ah, maestro Paul Leduc, ¿quién inicia la violencia?, ¿hay un derecho a reaccionar contra la violencia institucional?, ¿todos somos ya el paciente en vías de tomarla a golpes contra el dentista que le sugiere tratamientos caros y le reclama desatenciones odontológicas o tardanzas en la revisión o falta de dinero?, ¿quién es hoy el Cobrador?) Pero, aún así, frente a la imposición entreguista disfrazada de proceso legislativo representante de la voluntad popular, estará la resistencia civil pacífica, sin provocaciones ni violencia.
(Ah, se olvidaba consignar aquí que el licenciado F.C. se trasladó ayer a un Paraíso tabasqueño cercado por guardias militares para insistir, sin atreverse a llamarla por su nombre, en su historieta de aguas profundas llenas de tesoros privatizables y que, en su paraíso familiar histórico, el papá biológico del ex gobernador de Michoacán (y político del actual) presionó, mediante un discurso de mínima distancia crítica hacia las fábulas calderonistas, y con una propuesta de “negociar con dignidad” frente a Estados Unidos, para que su paisano panista presuntamente presidente (P4) abra espacio en su gabinete a algún lazarillo intercambiable en negociaciones profundas).
Astillas
Luis Carlos Ugalde era mago y el ahora consejero presidente del IFE, V. Zurita, quiere seguir sus pasos, organizando una exhibición fugaz de documentación electoral de 2006, bajo vidrios blindados y mil condicionamientos. Nada por aquí, nada por allá, y enseguida la desaparición… Y, mientras el conteo del PRD evoca tragicómicamente las noches de julio de 2006, ¡hasta mañana, mientras siguen las agresiones a los emos!
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