martes, 12 de febrero de 2008

Viajó a EU, pero no a defender migrantes

Escrito: lun 11 feb 08


Palenque


Para Lavinia Usigli y Antonio

Castellanos, por su inmenso don de gentes

Julio Pomar

En medio de la vergüenza que al secretario de Hacienda, Agustín Carstens, debe de haberle provocado su expulsión, sin explicaciones valederas, de un café neoyorquino, donde intentaba dar una rueda de prensa, se produce la visita a Estados Unidos de Felipe Calderón, que en su primer día transcurrió sin pena ni gloria. Esta primera jornada no justifica que por una declaración suya --más o menos pasable, pero que puede inscribirse en el archi sabido doble lenguaje panista-- ya se considere frívolamente que con ella se ha ganado el respeto de muchos nacionalistas mexicanos.

Calderón está muy lejos de eso. Para ganarse ese respeto, debiera estar bregando en otra línea, por ejemplo, en un caso tan importante como el de la pretensión de privatizar Pemex, asunto que hasta hoy se maneja en “lo oscurito”, sin dar a conocer con franqueza la verdadera intención de la actual administración pública. Ni a Calderón se le oculta que privatizar Pemex sería indefectiblemente a favor del capital extranjero, pues el capital nacional no tiene agallas para asumir la grandeza del reto de Pemex y el capital, en síntesis, no tiene más patria que su prosaico interés. Mientras Calderón no tenga una definición nacionalista clara, con hechos y palabras, todo quedará en el doble discurso engañoso. Y es muy difícil que la tenga.

No le bastó a Carstens con ser un encendido interventor de los intereses norteamericanos en México como para evitar que lo corriesen de un cafetucho de la gran babel. Mucho nos tememos que tampoco le bastará a Calderón decir que es amigo de los EU, como para que consiga algo más allá de cierta hipócrita gentileza de sus visitados. Ya se vio cómo trataron a Fox cuando por un fortuito accidente decidió no apoyar la agresión militar de EU a Irak: lo despreciaron hasta hacerlo llegar a un lamentable grado de abyección, que se demostró cuando a continuación se arrastró por el suelo de la ignominia al conminar en Monterrey al gran señor que es Fidel Castro a la majadería del “comes y te vas”, pues el gran patrón del mundo libre se iba a molestar con la presencia del digno cubano. No es con frases de efecto calderónicas como se consigue el respeto del imperio, sino con actos concretos de soberanía y dignidad. Y para esto no hacía falta que Calderón Hinojosa viajara tan lejos, sino que aquí, en México, podría haber empezado a diseñar una ruta crítica cuya meta fuera, realmente, concitar el respeto de los verdaderos nacionalistas mexicanos. Pero eso es tanto como pedirle a un ciego que vea.

Pero ¿a qué fue Calderón Hinojosa a Estados Unidos? ¿Y qué espera conseguir en una visita que no es de Estado, ya que no se entrevistará con su homólogo, George Walker Bush? Su agenda de viaje señala que el objetivo central del viaje es atender las relaciones con migrantes de origen mexicano, pero otra ojeada a su agenda da por resultado que de 34 actividades programadas, 26 serán privadas --sin acceso a la prensa-- y apenas 8 estarán abiertas a los medios, y de las prohibidas a los periodistas, hay sólo 3 con grupos de migrantes y una con cineastas mexicanos que se han destacado en el cine de allá. Entonces no se entiende cuál es el peso que al fenómeno migratorio mexicano le otorga Calderón. Lo más que se ocurre es que, habiendo proclamado el problema migratorio como el objetivo central, fue hasta allá sólo para hacer la declaración de que EU debe cuidar a sus amigos, dado que ya tiene muy pocos en el exterior, y que, por inferencia, su gobierno es su amigo y lo debe cuidar. Para eso sobran viaje y desplazamiento de siete ministros y una cauda de empresarios. No se ve claro que realmente Calderón haya viajado a EU por los migrantes.

Donde sí está más claro el propósito es en sus reuniones programadas con los representantes más influyentes del sector financiero y empresarial. La primera muestra de ello es que su primera actividad fue una cena privada, el mismo lunes 11 en que salió de México, con David Rockefeller y con 22 miembros del Council of Americas, que cuenta con una membresía de más de 200 consorcios corporativos de consultoría, finanzas, productos de consumo, energía, minería, medios de comunicación, tecnología y transportes. En síntesis, ante este grupo fue a abogar por más inversiones extranjeras en México, “que tiene rumbo y una visión de futuro clara y sólida para transitar en los próximos años hacia una nueva nación competitiva, ordenada, segura y limpia”. Les reiteró que México es “uno de los mejores destinos de inversión en el mundo”. O sea, fue a ofrecerles México.

Y no nos hagamos bolas, dijera el clásico. Si a los negociantes externos les interesa México no es por sus maravillas naturales o su cultura arqueológica y su folklore, o sus canciones sentimentales, sino por su petróleo, su renta petrolera y sus recursos naturales y humanos, pero sin que eso quiera decir que a estos últimos los quieran allá en oleadas de cientos de miles al año, ni siquiera como “documentados”. Allá hablan el duro lenguaje de los negocios y a eso se presta Calderón, a acariciarles el oído con el rock pesado que les gusta escuchar. O sea, no parece sino que fue a pagar esta nueva factura por el hecho de que lo apoyaron y reconocieron a la hora difícil de su ilegitimidad, que ni así se ha borrado. ¿O habrá alguna otra razón para este viaje?

pojulio2@gmail.com

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