El 4 de mayo fui detenida en el pueblo de San Salvador Atenco después del brutal operativo policiaco en contra de floricultores a las afueras del Mercado Belisario Domínguez en Texcoco. En la madrugada de ese 4 de mayo, la policía estatal y federal entró al poblado. A base de golpes y toda clase de tratos crueles, muchas personas fuimos detenidas. Nos trasladaron al penal de Santiaguito Almoloya de Juárez en dos autobuses. El trayecto duró más de cuatro horas en las cuales fuimos torturados, las mujeres abusadas sexualmente y violadas. Dentro del penal seguimos siendo violentadas pues jamás se nos brindó ninguna atención médica. Fuimos llevadas a la clínica del penal después de más de ocho horas de haber ingresado a éste. Cuando entré con el médico forense, éste jamás me vio a los ojos. Mantenía la mirada fija en el documento que llenaba. Le dije que había sido violada y dijo que eso no era comprobable pues no había en el penal ningún ginecólogo. Entonces se rió burlonamente y dijo que si quería él podía hacerme el examen, aunque él sólo era médico general. Gracias a una doctora que estaba muy impactada por la golpiza que nos habían dado, otra compañera y yo fuimos internadas en la clínica del penal, donde durante tres días nos dieron quizá tres pastillas en horarios totalmente diferentes de Paracetamol.
Permanecí casi un año en la cárcel y durante ese tiempo nuestro testimonio fue puesto en tela de juicio en varias ocasiones. Eso seguía violentando nuestro cuerpo y nuestra mente. Decir lo que había pasado, decir la verdad no fue fácil, y más aún el hecho de tener que luchar para que te crean. Pero siempre supimos que valdría la pena si nuestro esfuerzo podría alentar a alguien más a que no eligiera quedarse callada. A que eligiera hablar y decir la verdad. En ese año también aprendí mucho de todas las compañeras que están presas allá adentro y entendí que el sistema carcelario nunca será un recurso viable. Que no hay nada más inhumano que una prisión. Que la cárcel está llena de gente que ha sufrido toda su vida, que no tuvo dinero para pagar un abogado particular, que no tuvo los contactos con alguien influyente para que lo declararan inocente, que no encontró la forma ni el dinero para pagarle al juez que llevaba su causa. Que no encontró la forma de que todo se arreglara en una multa. Pero sobre todo y lo que creo que es lo más cruel, me hizo preguntarme cómo podemos tolerar que haya personas que tengan el poder de quitarnos lo más preciado que tenemos, eso por lo cual habríamos de morir para defenderlo, y eso es la libertad.
Una gran compañera, Gloria Arenas Agís, escribió en uno de sus poemas: “Las rejas aíslan, rodean de silencio, pero no pueden callar la voz”. Yo lo compruebo a cada momento, cuando puedo leer o escuchar la voz de nuestras commpañeras presas: María Patricia Romero Hernández, Edith Rosales Gutiérrez y Mariana Selvas Gómez que siguen en el penal de Molino de Flores en Texcoco. A casi dos años de lo ocurrido y de su encarcelamiento siguen fuertes, valientes y rebeldes. Nadie podrá parar su lucha. Nadie podrá callar sus voces. Ellas y nosotros hemos asumido el compromiso de no descansar hasta que recuperen su libertad. Gracias.
~ por mujeresylasextaorg on Febrero 1, 2008.
Fuente: Kaos en
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