Néstor Kohan
Rebelión
Sentimos un poquito de tristeza, ¿por qué no admitirlo? Sin embargo, como alguna vez dijo Julio Antonio Mella, todo tiempo futuro tiene que ser mejor. Las luchas más profundas, las más radicales, las más decididas, todavía no han empezado. O mejor dicho, recién comienzan.
Fidel está enfermo y renuncia. Decisión lúcida y sabia, como siempre. No huye en helicóptero, como el patético presidente argentino De la Rua, derribado por su pueblo en rebelión en diciembre del 2001. No se tiene que ir acusado de corrupción, enriquecido y millonario pero escupido por el pueblo, como tantos otros. No termina escapando en lo oscuro de la noche como los dictadores latinoamericanos, protegidos por el Pentágono y la CIA, con el traje manchado de sangre y los bolsillos llenos de dólares.
Fidel no se rinde. No se arrodilla. No implora clemencia. No se degrada ni se deteriora. Simplemente toma la decisión de renunciar por limitaciones de salud, pero conservando intacto su prestigio político, el cariño y el consenso de su pueblo y la admiración de numerosos pueblos del mundo. Sin el gigante soviético en la espalda, pero rodeado de muchos pueblos del tercer mundo que lo siguen tomando como guía. No es casual que cada nuevo revolucionario, cada nuevo rebelde o cada nuevo presidente que aspira a enfrentar al gigante monstruoso del norte, el de Washington, Virginia y Wall Street, viaja a La Habana para verlo y pedirle consejo. Fidel, ya canoso y entrado en años, es el viejo maestro de las nuevas generaciones de rebeldes.
Este mensaje me lo traje del blog de La Liga Nacional de Comites Ciudadanos en Resistencia
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