domingo, 13 de septiembre de 2009

Sangre purépecha


Fuente: La Jornada de Oriente (Tlaxcala)

Gabriela Conde

El cielo se diluye. Corremos. Las avenidas se atascan de automóviles varados por desperfectos mecánicos atribuibles a la tremenda lluvia. Tomo un taxi.

El chofer me sonríe por el retrovisor, me pasa una franela, sube el volumen del radio y me dice: En esta estación siempre ponen música que relaja, señorita. Respiro profundo. Abro un libro.

Pasajera tlaxcalteca en medio de una avenida caótica subida en un taxi de la ciudad de México, lee.

El taxista vuelve a mirar por el retrovisor, su vista se detiene en el nombre del libro que tengo entre las manos. El Pez Dorado. Le Clézio, me dice, qué bueno, yo soy michoacano. Sangre purépecha.

Le sonrío. En Michoacán queremos a Le Clézio como si fuera nuestro, La Conquista Divina es un gran libro sobre el imperio tarasco, me devuelve una sonrisa tan orgullosa que me parece casi infantil. Es nuestro Nobel.

Música de fondo. Chofer michoacano en taxi de la ciudad de México habla sobre un escritor francés.

Sus ojos se llenan de genuina emoción mientras me glosa el libro. Michoacán, remata, es un lugar mágico, un pueblo valeroso, querría volver algún día. La música se interrumpe por la cortinilla de noticias.

Voz en off de la radio. Otros siete muertos en Morelia. El chofer del taxi apaga el radio. Temo que las enormes gotas rompan el parabrisas.

Un hombre michoacano llora como niño arriba de un taxi en la ciudad de México. Pasajera tlaxcalteca querría decirle algo pero no sabe qué. La estación de radio vuelve a programar música que relaja.

Afuera, en las avenidas, se nos cae el cielo, adentro, en ese taxi, también.

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