domingo, 13 de septiembre de 2009

11 de septiembre, la defensa de Allende


Fuente: La Jornada de Zacatecas

Redacción

Jorge Luna

SANTIAGO DE CHILE. Antes de que los pilotos de los Hawker Hunter bombardearan La Moneda el 11 de septiembre de 1973 ya habían lanzado cohetes contra la residencia de Salvador Allende, donde estaba su esposa Hortensia Bussi.

Lo insólito del ataque a la casona presidencial, conocida como Tomás Moro por la calle donde quedaba en las afueras del Santiago de entonces, es que sólo acompañaban a la primera dama unos pocos miembros del Grupo de Amigos del Presidente (GAP).

Los jóvenes escoltas debieron improvisar una defensa antiaérea ante el sorpresivo y devastador bombardeo, en el que además participaron helicópteros artillados de las fuerzas golpistas.

Protagonistas de ese enfrentamiento resaltaron a Prensa Latina la serenidad y tranquilidad con que Hortensia Bussi, popularmente conocido como La Tencha, recientemente fallecida, encaró la inesperada agresión militar.

Uno de los defensores de Tomás Moro, conocido entonces como Boris, integrante del GAP durante dos años –a quien, por modestia, todavía le cuesta hablar en primera persona– aceptó conversar sobre el tema con Prensa Latina.

Rodrigo Toledo, que así se llama, reveló detalles del incidente que, pese a todo, terminó con unos pocos heridos leves, entre ellos Félix Vargas (Luisito), veterano de la guerrilla boliviana, quien posteriormente, en la resistencia frente al régimen militar, resultó “detenido-desaparecido”.

Tras la obligada retirada del lugar, los compañeros se trasladaron hasta otros puntos para continuar la defensa del gobierno constitucional, precisó Toledo, quien sin embargo cayó preso en Tomás Moro ese día, el primero de tres años y medio que pasaría como “prisionero de guerra” en varios centros de detención.

Miria Contreras, La Payita, colaboradora del Presidente y la única mujer que permaneció en La Moneda hasta el final, despertó temprano a Toledo ese día en Cañaveral, una casona sobre el río Arrayán, donde Allende solía descansar.

“Me pidió que preparara a los compañeros para lo que viniera”, expresó. “Como a las 7 horas se nos ordenó bajar hasta Tomás Moro y a La Moneda”, agregó Toledo, quien junto a una pequeña unidad fue destinado a reforzar la defensa del palacio de gobierno en el centro de la capital.


Defensores voluntarios

Pero antes de enrumbar hacia La Moneda, los vehículos pararon en Tomás Moro, donde Domingo Blanco Tarrés (Bruno) planteó que me incorpore, junto a Milton Silva (Rodrigo), a la defensa de la residencia y decidió que él iría al palacio, relató.

Esa decisión lo perturba hasta hoy, pues todos los miembros del grupo de Bruno fueron detenidos a pocos metros de La Moneda y posteriormente asesinados (algunos todavía están en condición de detenidos desaparecidos).

Más de 35 años después de los hechos, a comienzos de 2009, una placa de bronce fue colocada en el lugar donde fueron detenidos. Además de los nombres de los GAP, figura el del estudiante universitario Enrique Ropert, hijo de La Payita.

Toledo fue comisionado a dirigirse al cercano campamento popular Ho Chi Minh para solicitar voluntarios entre los pobladores para la defensa de Tomás Moro. Se hicieron tres traslados en una camioneta.

Luego de destacar la alta disposición de los modestos pobladores, también reconoció que a esa hora “ya estábamos improvisando la defensa y la suerte estaba echada para nuestro proceso revolucionario”.

Solamente quedaba enfrentarse a la potente maquinaria golpista con el máximo grado de disposición y asumir dignamente las consecuencias de la derrota, que se avecina rápidamente, admitió.

De igual forma, junto a Max Ropert, otro hijo de La Payita, habíamos ido a la populosa Quinta Bella para buscar refuerzos. Cuando llegamos de regreso a Tomás Moro cayó el primer “roquetazo”, recordó: “no nos podíamos imaginar que las Fuerzas Armadas podían atacar con esa intensidad la casa del Presidente”.

El GAP, que entonces tenía 18 años, subrayó que “los efectos del ataque fueron devastadores, tanto física como sicológicamente, especialmente entre los compañeros con menor preparación combativa. No hubo ultimátum o conminación a la redición, sólo bombas”.

Al no contar con armas antiaéreas, se realizó lo que los vietnamitas denominaban “barreras de fuego”: 10 o 15 compañeros disparando se forma simultánea. Pero por la velocidad de los aviones y la falta de experticia, eso resultó inútil, no liquidamos avión alguno, lamentó Toledo.

Asimsimo, afirmó que finalmente se decidió la retirada desde Tomás Moro, cuando ya era evidente que no se podía continuar resistiendo allí, pero Toledo se acordó de que había emplazado a un hombre con ametralladora en un convento de monjas en la parte posterior de la residencia y lo fue a buscar.

Al percatarse de que ese compañero ya había dejado su posición, intentó salir de Tomás Moro, pero fue capturado por Carabineros –cuya comisaría estaba destinada a la “protección” de la casa presidencial– quienes lo reconocieron como GAP.

Toledo estaba entre los más jóvenes integrantes del GAP. Era estudiante de la enseñanza media en la sureña ciudad de Concepción, cuando Beatriz Allende (Tati), hija del mandatario, lo llamó a formar parte el Dispositivo de Seguridad Presidencial.

Entre sus recuerdos más entrañables, expuso que semanas antes del golpe, en Cañaveral, Allende convocó a los compañeros de su seguridad personal y los alertó sobre la compleja situación del país. Reafirmó además que él lucharía “hasta el final”, ya que ése era su compromiso con el pueblo.

Error de apreciación

Al mismo tiempo, pidió que quienes no se sintieran en condiciones de acompañarlo en los difíciles momentos que se avecinaban hicieran dejación de su equipo. Según Toledo, unos pocos –sobre todo alumnos de la escuela de escoltas– abandonaron la misión.

La mayoría de los presentes en esa emotiva reunión, subrayó Toledo, cumplieron sus misiones y posteriormente varios cayeron víctimas de la brutal represión que se desencadenó contra los integrantes del GAP. Por mencionar a algunos, Toledo recordó a José Montiglio Murúa (Aníbal), Juan Alejandro Vargas (Marcelo), Oscar Valladares (Raúl) y Daniel Gutiérrez (Jano).

Además, recalcó que el presidente Allende no subió a Cañaveral el fin de semana previo al golpe de Estado y permaneció en Tomás Moro con dirigentes políticos y asesores elaborando una propuesta de salida constitucional a la crisis, que se esperaba fuera mediante una consulta plebiscitaria.

En una visita a Tomás Moro días antes del golpe, Toledo vio a Allende por última vez: “como siempre, estaba trabajando, tranquilo y con dominio de la situación. Nos trasmitió confianza en que una vez más se lograría sortear la crisis”.

En eso –señaló– nos equivocamos, porque ya el despliegue de los golpistas, que era de orden institucional, estaba en pleno desarrollo y no había vuelta atrás.

Luego de su encarcelamiento, Toledo pudo salir de Chile, viajó a Cuba y más tarde se integró junto a decenas de internacionalistas chilenos al Frente Sur Benjamín Zeledón del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) de Nicaragua, en la fase final de la guerra. Pero esa, subrayó, es otra historia.

* Corresponsal de Prensa Latina en Chile

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