CITLAL GILES SANCHEZ
Además de las secuelas de torturas físicas y sicológicas que siguen presentes, la salud de los integrantes de la organización Tierra y Libertad, Máximo Mojica Delgado, María de los Angeles Hernández y Santiago Nazario Lezma, está en riesgo porque en el caso de Mojica, por ejemplo, no tiene acceso a medicamentos para la diabetes ni a una dieta especial para su enfermedad.
En el caso de su esposa, María de los Angeles, no recibe medicamentos para la migraña que padece, sólo para el asma.
Los tres están acusados de secuestro y homicidio, en un proceso caracterizado por la sistemática violación a las garantías constitucionales y a las normas del derecho penal.
Entrevistado luego de una visita a los arraigados en una casa de seguridad desde hace casi dos meses para saber su situación médica, el médico Raymundo Díaz Taboada, del Colectivo Contra la Tortura y la Impunidad (CCTI), informó que en el caso de Mojica su nivel de glucosa está arriba de los 300 miligramos debido a la presión, el estrés y la comida alta en carbohidratos que le suministran.
En el caso del joven Santiago Nazario, sus moretones y heridas por los golpes y tortura han ido cicatrizando, pero aún tiene sensibilidad en las muñecas, por las esposas que le colocaron.
La esposa de Máximo Mojica, aunque no fue golpeada, el estrés, el arresto violento y la tortura sicológica a la que fue sometida por la Policía Ministerial agravaron sus padecimientos de asma y migraña.
Díaz Taboada consideró que la salud de los tres acusados es “mínimamente aceptable”, pues aunque no requieren hospitalizarse, los tres presentan graves secuelas físicas y psicológicas por las torturas recibidas, que han hecho que sus padecimientos se agraven.
Las detenciones
Los tres acusados denunciaron que se autoinculparon porque policías ministeriales los torturaron, amenazaron y hasta viciaron las declaraciones que dieron.
A unos días de que venza el arraigo en el que están, Mojica ve perdidas las esperanzas de quedar en libertad, ya que las autoridades son las que tienen la última palabra “y son ellos nuestros enemigos políticos”, y responsabilizó al gobernador Zeferino Torreblanca Galindo de su situación, ya que aseguró su detención es una forma de reprimir las luchas sociales.
Durante una visita que hicieron agrupaciones sociales y la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Acapulco a la casa donde están arraigados, los acusados detallaron el sufrimiento que han vivido desde su detención.
–¿Por qué lo detuvieron?
–Hasta ahorita me pregunto el por qué me detuvieron. Fue a las 5 de la tarde del 27 de noviembre de 2008. Acompañaba a mi esposa a hacer unos cobros allá en Teloloapan y se atravesó un Jetta rojo, me llamaron, me bajé del carro y me subieron al Jetta. Me llevaron a un lugar desconocido, me dijeron que me agachara hasta llegar a una casa abandonada.
–¿Durante su detención lo golpearon?
–Me pusieron al lado de la pared y a un lado de mí eran unas 12 personas vestidas de civil. Estaban descubiertos. No sé si eran policías, no se identificaron, ni nada. Pienso que fueron enviados por el gobernador. Me preguntaron qué andaba haciendo hace unas semanas en Acapulco. Les expliqué que estaba viendo lo de mi jubilación, pero no me creyeron, me dijeron que dijera la verdad, que yo andaba en otros asuntos y que colaborara con ellos, y como no me creyeron, ordenaron amarrarme con las manos hacia atrás y también de los pies y me empezaron a golpear y a preguntar por un tal Joaquín, que ni conozco, y por un tal Salvador Palacios, y a fuerza querían que dijera que los conocía, pero ni los conozco. Entonces me empezaron a aplicar la bolsa (en la cabeza) y pues casi me asfixiaban y me exigían que si los conocía dijera que sí y por la desesperación casi decía que sí porque ya casi me estaban ahogando. Me quitaron la bolsa y me preguntaron que dónde estaban, que dónde los podían localizar, pero yo no decía nada porque ni siquiera conozco a esos individuos.
Durante todo el viernes me golpearon, me dieron de patadas en el tórax. En la noche me volvieron a preguntar, y ya el sábado me dijeron que iban a traer a toda la familia cerca de mí, que los iban a matar para que les dijera en qué situación andaba y la relación que tenía con esos individuos. Me relacionaron con un secuestro, decían que lo aceptara porque yo era un secuestrador y me obligaron a aceptar porque ya no soportaba los golpes. No podía levantarme del suelo de tanto golpe.
El domingo fue igual, nuevamente me involucraron con otro secuestro, y al medio día me dijeron que todo estaba arreglado, “ya te vas a ir”, y pensé que ya me iba a ir a mi casa, pero como a las 3 de la tarde llegaron patrullas, me llevaron a Iguala, donde vi a mi esposa y Santiago Nazario.
–¿Qué pasó en Acapulco?
–El lunes por la noche nos llevaron a Chilpancingo y después a Acapulco, y el martes en la noche nos sacaron a declarar, pero ya estaba todo elaborado, ya nada más nos pidieron nombre completo, domicilio, y lo tuvimos que firmar por la presión de todos esos ministeriales que tenía alrededor.
–¿Lo amenazaron para culparse?
–Pues sí porque ahí tenían una bolsa a un lado de mí, y al otro un ministerial amenazándome que me iban a aplicar la bolsa y me decía “bueno profe, en qué quedamos, vas a firmar o no vas a firmar”, y dije “bueno, si me van a volver a torturar mejor firmo”. El jueves nos sacaron a declarar a Tecpan. Ahí me involucraron con el ERPI y también rechacé porque querían armas, me preguntaban por las armas, que dónde las tenía.
Me obligaron a firmar: Angeles
El 29 de noviembre unos judiciales entraron a mi casa a la fuerza. Me exigían armas, yo les decía que no tenía y decían que mi esposo había dicho que sí teníamos. Me subieron a una camioneta y se metieron a mi casa más judiciales, rodearon la casa, tiraron todo y no sé qué se llevarían. Me llevaron a Chilpancingo, ahí nos hicieron declarar.
–¿Qué declaró?
–Me preguntaron mi nombre, me preguntaron por varias persona que no conozco, y como estaba cerquita de la computadora, me di cuenta lo que ponían y les decía: mire eso ya está escrito nomás le va encimando, y dice ‘sí, ya está escrito, nada más le voy preguntando sus datos” y eso yo no lo dije, “no se preocupe, eso se borra”, y le decía: mire, ahí dice que me daban no sé cuánto, y me dijo “usted no se preocupe, usted nada más conteste lo que le estoy preguntando”.
–¿La obligaron a firmar esa declaración?
–Dije poquito porque luego se terminó la declaración y luego ya que iba a firmar eran como unas cinco o 10 hojas y yo le dije al licenciado que necesitaba leer y otro que tenía pistola se enojó y me dijo “no, usted fírmele” y se acerca un licenciado y me dijo “usted fírmele porque le va a ir mal si no le firma”. Le dije que me estaba obligando a firmar cosas que yo no dije, porque cuando le estaba leyendo había cosas que no había dicho, que me están haciendo firmar a la fuerza.
–¿Quién la obligó a firmar?
–No sé, no se identificaron, nunca nos dieron sus nombres; nunca nuestro abogado fue a vernos, ni a los separos, ni aquí. El martes nos hicieron firmar otros escritos, pero no supe qué firmé, sólo me decían “fírmele aquí si no le va a ir mal”.
Me golpearon hasta el cansancio
A mí me detuvieron en mi casa. Iba yo saliendo a comprar un garrafón de agua cuando salieron tres personas de civil me apuntaron con pistolas cortas y me subieron a una camioneta Nissan blanca doble cabina y posteriormente me llevaron a un lugar desconocido. Me tuvieron una noche esposado en una cama y al otro día me subieron a un cerro donde estaba una persona enterrada. Ahí me empezaron a golpear para que me hiciera culpable de eso. Y yo les dije que no porque no sé de eso, entonces dijeron que iban a matar a mi esposa y que iban a mandar a dos personas para que la trajeran y la mataran delante mío, y yo les dije que no lo hicieran, que iba aceptar que yo lo había hecho.
–¿Te golpearon?
–Me golpearon hasta que se cansaron, todo el día. Me torturaron, me pegaban con vara, en los oídos, me dejaron caer una piedra en el estómago, en dos ocasiones me desmayé y fue que dije que aceptaba, pero que no le hicieran nada a mi familia. Luego me entregaron a la policía judicial (Policía Ministerial) y de ahí me trajeron a Iguala y después me volvieron a llevar donde estaba el muerto y me tomaron unas fotos, donde señalaba un hoyo.
Cuando fuimos a declarar me pusieron al teléfono a una persona del sexo masculino y me amenazó, me dijo que rechazara a derechos humanos, de lo contrario, yo ya sabía a lo que le tiraba en el reclusorio, que ahí también manda. Entonces sigo amenazado.
–¿Has hablado con tu esposa?
–Sí, está espantada y molesta porque no sabía de los problemas, pero he tratado de explicarle que si acepte fue porque me amenazaron. Yo sé que soy inocente pero no puedo decir que me crean porque estoy amenazado también, e incluso en el juzgado había gente rara y declaré que soy culpable por temor a que hubiera gente que estuviera escuchando que soy inocente.No sólo el proceso penal, viciado de origen, pesa sobre Máximo Mojica, Angeles Hernandez y Santiago Nazario, también el daño físico y sicológico que les impusieron agentes ministeriales
Fuente: La Jornada de Guerrero.
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