Por Emir Sader.
Dada la crisis, ¿qué hacer? El diagnóstico y los remedios reflejan la ideología de cada uno.
Se puede elegir a cualquiera como personaje del año 2008 y del 2009. Este año y el próximo están y estarán plenamente envueltos en el escenario de la crisis. No se trata de Obama y la crisis, por ejemplo, sino la crisis y cómo Obama reacciona delante de ella, de tal forma que ésta es determinante y condicionante de todo.
Una crisis que comenzó como una crisis financiera más, acrecentada por las formas precarias de reaccionar a las burbujas especulativas de las crisis anteriores, para extenderse a la estructura productiva, generando un proceso recesivo en el conjunto de la economía, lo que, en la era de la globalización, universaliza la crisis. De crisis financiera para recesión general, de crisis norteamericana para crisis global.
Dada la crisis, ¿qué hacer? El diagnóstico y los remedios reflejan la ideología de cada uno.
Una primera línea divisoria en las reacciones a la crisis está entre los que quieren soluciones epidérmicas, apenas de apoyo a las empresas en dificultades, hasta que pase la crisis y se restablezcan los mecanismos mercantiles impuestos por los liberales al conjunto de la economía. Y también, los que pretenden disminuir los efectos profundos de la crisis, imponiendo mecanismos de regulación, de reactivación económica, que apunten hacia los mecanismos profundos de la crisis: la anarquía de la competencia mercantil en el capitalismo.
En un segundo plano está la división entre los que apenas pretenden domar ciertos mecanismos más salvajes del mercado y los que pretenden salvaguardar los intereses de la gran mayoría de la población, resguardando sobre todo el nivel de empleo y penalizando a las empresas que más directamente promovieron fraudes especulativos.
No obstante, no bastan medidas defensivas como estas, aunque busquen garantizar el nivel de empleo como contrapartida para los apoyos financieros gubernamentales. Porque estas crisis se repetirán. En primer lugar, porque son la expresión más clara de los resultados de la desregulación económica, característica típica del neoliberalismo. La crisis permitió que se diera una gigantesca transferencia de capitales del sector productivo al especulativo, al mismo tiempo que garantizó la libre circulación y la liquidez total del capital financiero, sin regulación y prácticamente sin tasas impositivas. Volverá a repetirse, como se dio a lo largo de toda la década pasada y ahora ataca en el centro del sistema.
Es necesario imponer un modelo abiertamente antineoliberal, que regule la circulación del capital financiero, que centralice el cambio, que penalice con altas tasas las inversiones especulativas, que someta, de hecho y de derecho, a los Bancos Centrales a los gobiernos, que priorice lo social contra la dictadura de la economía, que promueva centralmente el mercado interno de consumo de masas, entre otras medidas. Y que se comprometa estratégicamente con el desarrollo económico y social como meta central de los gobiernos.
Pero la lógica de la crisis reiterada no es solo la del neoliberalismo, remite a un mecanismo mucho mas profundo y perenne, remite al proceso mismo de acumulación de capital, que tuvo algunas de sus características acentuadas en el neoliberalismo. El capitalismo desarrolla – como el propio Marx reconoció en el Manifiesto Comunista – como ningún otro tipo de sociedad, las fuerzas productivas, pero al mismo tempo, no genera los mecanismos de consumo para esa producción multiplicada. Sus crisis son siempre de desequilibrio entre producción – a cuya multiplicación está comprometido para poder recuperar en la cantidad lo que pierde en cada producto, al elevar el gasto en capital constante y disminuir relativamente en capital variable, vinculado a la plusvalía – y consumo, que pueden ser llamadas crisis de superproducción o de sub consumo. Siempre generan excedente de capital que en el neoliberalismo se dirige exponencialmente para el sector financiero y la especulación.
Las crisis, tanto las de ciclos cortos, como las de retorno de ciclos largos expansivos a recesivos y viceversa, son parte inherente del capitalismo. En la era neoliberal, tiene un componente financiero, que las desata, pero se extienden al proceso productivo, de acuerdo a la magnitud que tengan – como es el caso de la actual. Su superación solo puede darse con políticas anticapitalistas, de socialización de la producción, de una planificación de la economía realizada democráticamente, de poder para que los trabajadores decidan los destinos económicos de los que ellos mismos son los sujetos, pero que sufren como víctimas en el capitalismo, donde el poder está en las manos de quienes detentan el capital.
Traducción Insurrectasypunto
Texto en portugués: www.cartamaior.com.br
Fuente: Alternativa Bolivariana.
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