Hoy el PA N va de bajada.
Lo malo es que no se observa en su
cúpula interés alguno por cambiar de
rumbo. Al contrario, ha aprendido muy
rápido de otro partido, el PRI.
Por Félix Arredondo
Hace ocho años, el PAN alcanzó su cúspide electoral. Por primera vez en su historia, no sólo llegó a la Presidencia de la República un candidato postulado por Acción Nacional. También se multiplicaron como nunca los triunfos albiazules en el Congreso federal, así como en las alcaldías, gubernaturas y diputaciones locales que se disputaron en aquella elección.
En 2000, el PAN volvió a ganar el gobierno estatal en Guanajuato y triunfó por primera vez en Morelos.
Sin embargo, después de ocho años, la ilusión se esfumó. Desapareció, como desaparecen los espejismos, con todo y que en 2006 Felipe Calderón llegó, con la ayuda del PRI, a instalarse en Los Pinos.
Hoy el blanquiazul va de bajada. De eso no hay duda. La mayoría de los consejeros panistas así lo reconocieron en la reunión del Consejo Político Nacional celebrada el pasado fin de semana.
Tan alarmante es la situación, que el diputado Juan José Rodríguez Prats expresó que su partido había “caído en un tobogán electoral”. Aunque nunca faltan los optimistas. Aquellos que, como César Jáuregui, aun “viendo el temblor, no se hincan”. “Fueron peores los resultados en el 2005”, justificó Jáuregui.
Sin embargo, peor o mejor que en 2005, el hecho es que concluido el segundo año del gobierno del presidente Calderón, los resultados del blanquiazul fueron desastrosos.
¿Cuáles son las causas de la crisis que vive el PAN? ¿El diagnóstico de sus militantes incluye todas las razones de la debacle?
LA DIVISIÓN INTERNA
El Consejo Político del PAN se renovó prematuramente hace un año. Manuel Espino prácticamente fue orillado a dimitir debido al despliegue de fuerza de una “presidencia imperial”.
En aquellos primeros días de diciembre de 2007, el equipo cercano al presidente Calderón, sobre todo Juan Camilo Mouriño, culpaban a Espino de las derrotas que había sufrido el PAN en el primer año de gobierno del michoacano.
Los rencores de Juan Camilo Mouriño, el “estratega de la victoria”, contra Manuel Espino empezaban a dar sus primeros frutos. Primero fue la rechifla en León, Guanajuato.
Aun así, se tuvo que dar una tortuosa negociación para que los “meones de agua bendita”, como solía calificar Germán Martínez a los “abascales” y los “espinos”, llegaran a un pacto. Carlos Abascal fue “el constructor” de una aparente unidad que permitió a Germán rendir protesta sin enfrentar oposición alguna.
Por su parte, Vicente Fox y sus aliados tendrían el refrendo de la impunidad. Martínez fue electo casi por unanimidad. No obstante, la unidad del PAN ya era un mito más. Tanto así, que el candidato oficial de Los Pinos reconoció en su discurso de toma de posesión que el problema de la división interna era uno de los problemas fundamentales del albiazul.
“El partido debe reconciliarse consigo mismo: debe atajar en Aguascalientes, en Sinaloa, en Jalisco, en Yucatán, en Veracruz, entre otros lugares. Debe atajar de inmediato la tentación de construir su futuro en contra de alguien. “La nueva dirigencia nacional no será motivo de discordias, ni tendrá candidatos o precandidatos favoritos”, dijo el nuevo líder del PAN.
Hace un año, en Reporte Índigo dimos cuenta de aquella sorda confrontación. El tiempo pasó, y el problema de la división nunca se resolvió. Más bien, se agudizó. Quizá por eso, el presidente del PAN dudó en incluir la falta de unidad como una de las causas de la caída en tobogán que sufrió el PAN en 2008.
“El CEN revisó esas derrotas y extrajo algunos aprendizajes. Y algunas explicaciones las encontramos en la división interna”, dijo Germán Martínez en la reunión del Consejo Político Nacional el fin de semana pasado.
LAS OTRAS EXPLICACIONES
Sin dejar de reconocer su propia responsabilidad, Germán Martínez admitió que fallaron “en armar una estructura fuerte de ciudadanos panistas en Quintana Roo, Baja California Sur, Nayarit, Guerrero e Hidalgo”.
Agregó que en Coahuila los resultados fueron especialmente dolorosos porque perdieron todo. Pero la división interna y la ausencia de estructuras ciudadanas no son los únicos problemas. Los panistas también se equivocaron al postular “candidatos de bajo perfil, en el acceso de los medios de comunicación limitado y en falta de recursos materiales”.
Y por si fuera poco, el presidente del blanquiazul también repartió culpas a los funcionarios que “llegaron por el PAN a las responsabilidades públicas y que creen que ya no tienen ninguna deuda con el partido”.
LO QUE NUNCA ADMITIRÁN
Puede ser que el diagnóstico del presidente de Acción Nacional haya sido acertado, pero eso no significa que haya sido completo. Y es que salvo las críticas de Manuel Espino a la gestión del presidente Felipe Calderón, los demás militantes no se han atrevido a admitir que el desastre electoral de 2008 también pudo ser resultado de los dos primeros años de gobierno del actual mandatario.
“Haiga sido como haiga sido”, la inflación aumentó, el peso se devaluó y el desempleo va al alza. Y tan sólo en el último año, murieron en México más personas ejecutadas en las calles que soldados estadounidenses en Irak.
Parece que a los panistas ya se les olvidó que apenas en agosto pasado, la gente se volvió a vestir de blanco para protestar contra la inseguridad, como lo hizo en 2004. Y hasta ahora no ha pasado absolutamente nada.
Lo único que sucedió fue que Alejandro Martí ya no fue invitado a hablar frente al presidente de México en la reunión realizada para evaluar los resultados de los 100 días del Pacto Contra la Inseguridad.
La voz que dijo “si no pueden, renuncien”, ya no volvió a ser escuchada en las fastuosas reuniones de la “república de la arrogancia”.
En cambio, se fortaleció la voz del halago, como la de María Elena Morera, cuyo hijo trabaja para el secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna, como lo documentó Reporte Índigo.
Sí, da la impresión de que muchos panistas aprendieron muy rápido a ser tan abyectos y tan sumisos como lo fueron los priistas durante tanto tiempo. Aprendieron muy pronto a recitar las plegarias de alabanza al presidente en turno, como si se tratara del “santísimo sacramentado”.
Lo que no aprendieron bien fue aquella vieja práctica de renovar inteligentemente su demagogia culpando al que se fue del desastre del presente. Muchos consejeros nacionales panistas se tuvieron que tragar la incorporación del ex presidente Vicente Fox como miembro del máximo órgano del partido. Al menos podrían dar gracias a Dios porque esta vez llegó solo, no les endosó a Martita.
La “presidencia imperial” volvió por sus fueros. ¿Habrá algún panista que se atreva a criticar a un miembro del gabinete, aunque sea a uno que no milite en el blanquiazul? ¿No les conmueven los gritos desesperados de la gente común, como Alejandro Martí y Néstor Vargas? ¿No les importan sus electores? Tristemente, a veces dan la impresión de que ellos mismos se expiden certificados de impunidad anticipada. ¿Alguien ha escuchado que un panista exprese públicamente su interés por conocer el origen de la fortuna de Vicente Fox, Marta Sahagún y sus hijos Manuel y Jorge? ¿Acaso algún panista ha pedido a Fox que regrese lo que indebidamente se llevó de Los Pinos? ¿Alguien ha oído que un panista responsabilice al gobierno federal, al menos en parte, por la inseguridad que padece el país? “Ciertamente”, como diría Fox, eso dejó de ocurrir desde que el panismo tomó posesión. Y se ha exacerbado en el presente sexenio.
En julio de 2009 se renovará la Cámara de Diputados, y el escenario electoral del PAN no es prometedor. Es muy posible que se repita lo que sucedió en 2003, cuando a la mitad del sexenio de Vicente Fox, el PRI volvió por sus fueros. Seguramente, el próximo año aparecerá un funcionario zalamero que se acercará al presidente para explicarle que no debe sentirse responsable de las derrotas de su partido. Así lo hizo Ramón Muñoz con Fox cuando le dijo que los comicios no eran un referéndum. No faltará quien le diga a Felipe Calderón que toda la culpa fue del PAN. Que los militantes no supieron organizarse. Que todo se debió a los errores de Germán Martínez, César Nava, Vicente Fox y hasta Manuel Espino.
Fuente: Reporte Índigo.
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