martes, 15 de julio de 2008

El valor de la corrupción

Lydia Cacho
Plan B
23 de junio de 2008

Por tres siglos se cultivaron valores fincados en estrategias para quebrantar leyes, para negociar su incumplimiento

Un importante miembro del Consejo Coordinador Empresarial sale de dar una conferencia sobre valores y honestidad para el éxito empresarial. Habló sobre la gravedad de robar señales de Cablevisión o comprar películas piratas.


Va manejando y da una vuelta prohibida, la patrulla lo detiene, amerita una multa y restarle puntos a su licencia. El empresario se arregla con el policía con mil 500 pesos. Es mucho, pero tiene prisa.

Una joven de 15 años, hija del rabino más connotado del Distrito Federal, teme perder su beca en una escuela privada y compra su examen final por 20 mil pesos en efectivo.

Un conductor de noticiero radiofónico sale de la estación luego de fustigar la corrupción política. No trae placas desde que compró su camioneta hace seis meses. Pero su chofer le consigue permisos en Tránsito usando la fama del jefe.


Cerró la fecha de inscripción a universidad pública y 230 alumnos quedaron fuera por falta de espacio, un secretario de Estado llama al rector y le insiste en que tres jóvenes de calificaciones mediocres deben entrar porque son hijos de sus compadres. La conversación va de la extorsión a la amenaza; el rector cede y deja fuera a tres estudiantes que habían ganado legítimamente su derecho a estudiar.


Un obispo da misa, al terminar se encuentra con un representante del cártel del Golfo y le confiesa en privado. A cambio, una narcolimosna en efectivo de 300 mil dólares. Se persigna con ella y le dice al narco: “Que Dios te cuide, hijo mío”.


Todos los días la gran mayoría de los casi 60 millones de personas adultas mexicanas buscan justificaciones para violar las leyes. ¿Por qué?


Octavio Paz explica en un ensayo las raíces de la cultura de la corrupción. En el periodo colonial las leyes fueron diseñadas desde España, basándose en el sistema de vida español, trazadas por gente que nada conocía de los usos y costumbres mexicanos, ni del clima y la vida cotidiana.


En algún momento hubo 200 mil ordenanzas que regían la vida de la Nueva España (México) hasta los últimos detalles, pero cuya aplicación real habría hecho la vida imposible. Durante 300 años los habitantes de este lado del Atlántico crearon una cultura de negociación fraudulenta cotidiana. Cada día, sobre cada ordenanza de la corona española, alguien creó atajos para incumplir leyes absurdas y arbitrarias.


Para toda la población las leyes eran legales pero no legítimas. No gozaban de consenso y respeto de la gente. Durante tres siglos nuestros antepasados aprendieron a desconfiar de leyes impuestas por conquistadores. Leyes en esencia racistas, sexistas, producto de un doble discurso.


Durante tres siglos se cultivaron valores fincados en estrategias para quebrantar leyes, para negociar su incumplimiento sin castigo.


La corrupción en México es un valor cultural añejo. Un valor que cotidianamente alimentan ricos y pobres, políticos y narcotraficantes. Policías y ladrones, burócratas y empresarios. Lo cierto es que todos los días quienes moralizan sobre corrupción, la ejercitan. Corrupción significa descomposición. Descompuesto está nuestro sistema de justicia, porque no se aplican las leyes sino la interpretación para quebrantarlas.


La cultura se transforma en la medida en que la sociedad descubre, acepta y favorece el cambio de sus costumbres, e implementa nuevos sistemas, principios y valores. Es un asunto de congruencia individual y colectiva, ¿podremos?


www.lydiacacho.net

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