Fidel Samaniego
El Universal
Viernes 18 de abril de 2008
fidel.samaniego@eluniversal.com.mx
Y al séptimo día, la crisis se agravó. En San Lázaro, la situación política se volvió más tensa. Resurgieron así las amenazas de irreparables rupturas, del estallido de las pasiones, campeó el fantasma de la violencia.
Una Cámara de Diputados encadenada por el encono, por la radicalización de unos y otros, por el espinoso dilema de todo o nada, y el intercambio de acusaciones, la marcha de todos que les ha llevado cada vez más cerca del precipicio.
Cadenas y candados puso en la mayoría de las puertas del salón de plenos el diputado de Convergencia, Alberto Esteva. Todavía era de madrugada. Él aseguraba que había recibido rumores de que cuando amaneciera, priístas y panistas intentarían recuperar la tribuna.
Cerca de las 10 de la mañana iniciaron las reuniones plenarias de las bancadas del PRI y del PAN.
En la primera de ellas, Emilio Gamboa informaba a sus compañeros que acababa de hablar con Javier González Garza quien nuevamente le había advertido que si en el orden del día se incluía la iniciativa de la Ley de Adquisiciones, habría problemas y que incluso entre los perredistas ya se escuchaban voces que exigían tomar la tribuna de la sede alterna.
“¡Ya estuvo bien, no vamos a seguir siendo sus rehenes!”, intervino el duranguense Luis Enrique Benítez. Agregó que era absurdo que el PRD refiriera que el PRI ya no es interlocutor y que aún así le siguieran haciendo caso.
Hubo más intervenciones. Alguien comentó que además ese proyecto sobre las adquisiciones era del interés de Yeidckol Polevnsky, más que como senadora, como cabildera de empresarios. El tema se puso a votación. Acordaron que la minuta fuese presentada en el pleno de los diputados. Por su parte, los panistas se pronunciaron de manera similar. Decidieron que aliados con la bancada del PRI buscarían romper el cerco legislativo que pretendían mantener el FAP. Y se inició la sesión en la sede emergente. A los ojos de todos, Ruth Zavaleta discutió con Emilio Gamboa y Héctor Larios. Trató de convencerlos de que no se aprobara el asunto mencionado.
Ellos le dijeron que ya era una determinación, un mandato de sus fracciones. Ella entonces les indicó que cuando el tema fuese sometido a votación se retiraría, pero que luego regresaría a presidir la Mesa Directiva.
Pasaron los minutos. El pleno de la Cámara de Diputados aprobó la iniciativa. No hubo debate. Argumentaron en favor de la misma Benjamín González Roaro, del PAN y Eduardo Sánchez, del PRI. Y pese al clima de tensión, hubo momentos para los intentos de comicidad. El patético Andrés Bermúdez del PAN, con el sombrero calado, a la hora de pronunciarse gritó: “¡Yes!”.
Cumplió con su cometido: hizo reír a los presentes.
En contraste, poco después, serios, enojados, los legisladores frentistas escuchaban a Javier González Garza: “¡Nos metieron gol, rompieron el acuerdo!”. A puerta cerrada dijeron que tendrán que determinar si en las sesiones que quedan buscan ocupar la tribuna del recinto alterno o adoptan otras formas de protesta.
Y nacía la tarde. El cielo estaba nublado, presagiaba tormenta. Soplaba un viento frío. Emilio Gamboa y Héctor Larios, cada quien por su lado, hablaban con gente de su confianza de la posibilidad de que haya periodo extraordinario de sesiones. Diputados lópezobradoristas se retiraban a delinear las nuevas estrategias de la que es una desatada guerra política. Y en el séptimo día la Cámara de Diputados estaba encadenada. Y unos y otros continuaban su marcha cada vez más cerca del precipicio.
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