Jaime Avilés
Alguien tenía que dar el ejemplo, mostrar el camino. Tras el dramático llamado de Lázaro Cárdenas al pueblo, en demanda de "respaldo moral y material", los universitarios –el rector de la UNAM, los maestros y los estudiantes– improvisan una manifestación de apoyo al gobierno el lunes 21 de marzo, adelantándose a la que los sindicatos han citado para el miércoles 23 y que será "de júbilo" por la expropiación petrolera.
Telegramas, discursos, desplegados en los periódicos, declaraciones y entrevistas radiales, la clase política revolucionaria no escatima su "respaldo moral", pero del material no hay noticias. El mejor amigo de Cárdenas, el también general michoacano, Francisco J. Múgica, decide poner el ejemplo.
Múgica había sido diputado al congreso constituyente de Querétaro, en 1917, y coautor del artículo 27 de la Carta Magna, que define todo lo relativo a la propiedad de la nación sobre la tierra, el agua, el cielo y el subsuelo de México. Además, había redactado el mensaje que Cárdenas leyó la noche de 18 de marzo y, con mucho, es el más decidido partidario de la nacionalización.
Con ese entusiasmo hace un donativo de 6 mil pesos, en un acto público. el martes 22 de marzo. Y su gesto provoca un efecto inmediato. El día 23, El Nacional informa a ocho columnas: "Espontáneas Aportaciones para Pagar el Rescate del Petróleo". Y en un sumario más abajo abunda: "Funcionarios, soldados, industriales, campesinos, estadistas y mujeres ponen a disposición de la Presidencia sus economías". En esa misma edición, dentro de un recuadro en primera plana, el diario inicia así la lista de donantes:
• El general Francisco J. Mújica ofrece $ 6000.00.
• El licenciado Raúl Castellano $500.00.
El sr. Godofredo Beltrán $ 200.00
• El sr. Agustín Leñero $100.00
• Coronel Ignacio M. Beteta $100.00
• La Casa Comercial Hemuda y Cía 1/2 hora de trabajo extra al día.
• Los empleados del Juzgado Cuarto de lo Civil $ 350.00
• Alfonso González Ramírez de Anahuac Machinery un mes de sueldo.
Desde el jueves 24 de marzo, un cintillo en la parte inferior de la portada de El Nacional repetirá a lo largo de las semanas posteriores: "Pagar a las Empresas Petroleras es salvar el Honor de la Nación". Y adentro, en un recuadro: "La aportación económica es un deber patriótico". En la primera plana, por segundo día consecutivo, aparece la "Remisión de Cantidades al sr. Presidente", junto con la crónica de la marcha de la CTM, en la que "200 mil personas desfilaron", y notas acerca de "actos en la capital y en los Estados".
Las ocho columnas del viernes 25 se las llevan los gobernadores en estos términos: "Cooperararán los Mandatarios Locales en la Liberación de Nuestro País". Y surge la primera nota de color, que el periódico oficialista no busca porque le llega caminando: "Un extranjero llamado Enrique Himmelman dejó la suma de $ 50.00 (cincuenta pesos) en la redacción de este diario y pidio que la misma le sea entregada al gobierno".
Para el sábado 26, un primer balance estima que las apotaciones han reunido "más de 260 mil pesos", lo que equivale a 72 mil dólares, al tipo de cambio de 3.60, que el Banco de México no podrá sostener mucho tiempo más. En los campos petroleros, libres ya de capataces foráneos pero también de especialistas en el manejo de las plantas, los trabajadores mexicanos –que conocían a fondo las máquinas porque vivían con ellas– y cientos de profesores de química y de mecánica que dejaron todos en las ciudades para atender el exhorto de Cárdenas a fin de poner otra vez en marcha la industria, consiguen a duras penas reanudar la producción.
Pero las compañías se habían llevado los buques cisterna con que exportaban el crudo y los carros-tanque de los ferrocarriles con que distribuían la gasolina, por lo que el gobierno tiene que echar mano de todos los trenes de carga que había, mismos que muchas veces dejan sin locomotora a un convoy de pasajeros con tal de no detener el abasto de combustible.
Frente a las gasolineras abandonadas por sus dueños, el régimen surte, y los comerciantes particulares venden, todo lo que necesitan los automóviles para funcionar. Momentáneamente, las bombas despachadoras son sustituidas por cubetas y las mangueras negras por embudos. A pesar de las dificultades el país no se paraliza.
Mientras los hombres de Cárdenas negocian con los gobiernos de Washington y Londres, que han asumido la representación de las compañías petroleras, éstas decretan un boicot mundial para que nadie compre un solo barril de crudo mexicano. A su vez, el departamento del Tesoro estadunidense interrumpe la adquisición de plata mexicana. Es una medida temporal, más bien efímera, pero tantas presiones juntas repercuten inevitablemente en las reservas financieras y en la paridad del peso, que a principios de abril cae a 4.50 por dólar y terminará el año en 4.99.
Pero el dramatismo de la situación exacerba aun más los sentimientos patrióticos del pueblo. El viernes 25 de marzo, el Banco de México abre "una cuenta especial para las remisiones espontánteas". En esa misma fecha, los mineros de Nueva Rosita, Coahuila, donan 85 mil pesos; los empleados del Departamento Agrario, 160 mil; los empleados de la UNAM. 12 mil, los de Ferrocarriles Nacionales "un día de haber", y junto a ellos los miembros del Partido Nacionalista Sirio de México 500 pesos y el general Rafael Sánchez Tapia, mil 286.
Para ampliar la captación de los donativos dentro de una estructura más organizada, el gobierno crea el Comité Nacional para la Redención de la Deuda Petrolera y éste se replica en todas las dependencias del Poder Ejecutivo, en las cámaras, en los gobiernos de los estados y de los municipios, y en muchas instancias políticas más: los "sectores" del PNR, las centrales agraristas y proletarias, los sindicatos, etc.
La mañana del 2 de abril, en compañía de 200 alumnos de su escuela, el hijo del presidente de la República, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, de casi cuatro años de edad, llega a Palacio Nacional y rompe su cochinito de barro para donar su contenido. Su madre, doña Amalia Solórzano de Cárdenas, extiende una carta en la que autoriza al gobierno a disponer de esas monedas. No es éste el primer caso en que menores de edad son impelidos por sus padres y maestros a abrazar la causa redentora.
El Nacional del 30 de marzo reproduce una carta de los hermanitos Ignacio, Abrán (sic), Noé y Samuel Flores Candía, de 11 a siete años de edad, oriundos de San Martín Texmelucan, Puebla, en que le dicen a Cárdenas: "Hemos recibido diez centavos para fruta, de nuestros padres, pero como nuestra patria debemos salvarla con esto le alludamos a usted".
Al día siguiente, en el mismo diario, dos niños capitalinos le expresan: "Le mandamos todo lo que hemos ahorrado de centavitos que nos da mi papá. Los queríamos para comprar una pelota y jugar en el parque, pero se los mandamos mejor para que complete el pago del petróleo. Son 371 centavos. En el otro mes espere más dinero, con seguridad que juntemos más. Mi hermanito Felipe tiene dos años". Y firma Adolfo Peña Marín, de cuatro.
Las esposas de los secretarios del gabinete acuerdan hacer una colecta pública en el Palacio de Bellas Artes del jueves 12 al domingo 15 de abril, a nombre de Comité Nacional Femenino pro Pago de la Indemnización Petrolera, que preside doña Amalia Solórzano. Pese a su postura antigobiernista, el periódico Novedades reseña el suceso y cuenta que, el viernes 13, "una mujer muy humilde entregó una boleta de empeño de una plancha", y no puede pasar por alto que, el 14, afuera del gran pastel de mármol "se apilan jaulas de conejos, gallinas, guajolotes, pájaros y plantas de ornamento".
En una descripción más detallada, El Nacional cuenta: "Los objetos que fueron depositados son de una heterogeneidad pintoresca: relojes de oro y de plata, cucharas, arracadas, anillos, aretes, cadenas, medallones, dijes, lapiceros, muñecos, dedales, monedas… y chivos, conejos, gatos, gallinas, palomas, patos, maíz, frijol y calzado". Para convertir todo eso en dinero contante y sonante, las damas improvisan una subasta sobre la explanada de Bellas Artes, que les deja alrededor de cien mil pesos.
Jacobo Dalevuelta, un conocido periodista, coopera con una boleta del Monte de Piedad que vale por un reloj Elgin de oro. Una costurera que se identifica simplemente como Elvira dona su máquina Singer. Y las crónicas le siguen los pasos a la señora Guadalupe Cárdenas, humilde vecina de Peralvillo, que el primer día aporta "dos gallinas"; el segundo, "cuatro macetas de azaleas cubiertas de flores" y, el tercero, "un jilguero y dos patos". Y en una entrevista para Excélsior, explica: "Es todo lo bueno que tenía en mi casa. Ahora sí ya no voy a volver. Mañana ya no me esperen. Ya no me queda nada que traerles".
El 3 de mayo, en un gesto inusitado, mientras la cooperativa platanera de Tuxtepec, Oaxaca, ofrece dar un centavo por cada racimo que venda, y los ejidatarios de Calpulalpan, Tlaxcala, envían 5 mil pesos, el arzobispo primado de México, Luis María Martínez, exhorta a los católicos a contribuir al pago de la deuda petrolera y le da un renovado impulso a una iniciativa política que no aspiraba seriamente a cubrir la exorbitante suma que exigían las empresas extranjeras sino a demostrar la enorme dimensión de la base popular sobre la que descansaba con firmeza el gobierno.
Y es que en menos de cuatro años de gestión pública, Lázaro Cárdenas había destruido esa suerte de dictadura unipersonal que era el maximato de Plutarco Elías Calles; al desembarazarse del viejo caudillo sonorense, había podido iniciar la reforma agraria, cumpliendo el sueño de Emiliano Zapata que era el anhelo más sentido de la revolución de 1910; asimismo, había expropiado los ferrocarriles que Porfirio Díaz concesionó a ingleses y estadunidenses y que nadie hasta entonces había tocado, y gracias a las legiones de maestros rurales, agrupados en el Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza, estaba impulsando la educación socialista por todo el territorio nacional, lo que en buen castilla significaba combatir el analfabetismo.
Con ese país movilizado en todos los órdenes, que no había cesado de producir petróleo y gasolina a pesar del boicot de las empresas, y que no había permitido la intervención militar de Estados Unidos porque éste se preparaba para enfrentar a Alemania cuando llegara el momento, Cárdenas ordena que la recaudación de contribuciones espontáneas cese a partir del primero de julio, dos meses y medio después de la expropiación.
Aunque los comités empiezan a disolverse, la gente sigue entregando dinero, animales y objetos diversos durante mucho tiempo más . El "maestro rural federal", Higinio Vázquez Vera, de la comunidad El Salitre, sita en el municipio de Valle de Santiago, estado de Guanajuato, se presenta el 23 de julio de 1938 en las oficinas del Comité Nacional de la Secretaría de Educación Pública Pro-Redención de la Deuda Petrolera, y desata los nudos de un pañuelo para colocar sobre la mesa un montón de monedas fraccionarias.
A cambio una empleada le da una hoja tamaño carta, escrita a máquina y tachonada de sellos, membretes y números con el siguiente mensaje: "Me es grato acompañar el presente recibo No. 54 por la cantidad de $4.00 (CUATRO PESOS), que recibió esta Tesorería a mi cargo y con lo cual contribuye usted y la Escuela a su merecido cargo, para el pago de la deuda petrolera. Protesto a usted mi atenta consideración. El Tesorero del Comité. Francisco R. García".
¿Cuánto se recaudó finalmente? Algunos historiadores calculan dos millones de pesos. Las empresas querían 440 millones de dólares. Cárdenas les propuso 45. El diferendo se resolvió en 1940. Cuando el sexenio esté a punto de terminar, no pocas personas pedirán la devolución de sus donativos, alegando que sufren graves dificultades económicas. El gobierno se muestra dispuesto a canjear los recibos por bonos para el fondo de apoyo a la construcción de caminos, que reditúan intereses, pero ante el rechazo popular que causa esta decisión confirma que todo el dinero seguirá aplicándose al pago de la deuda petrolera.
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