(Fuente: La Jornada de Michoacán).
Michoacán. La compleja relación que existe entre el ambiente que rodea a una comunidad autóctona, su pensamiento costumbrista ancestral, sus medios productivos, el lenguaje y los medios de expresar una visión grupal sobre la cosas a través de elementos subjetivos, como la música, requieren de una modificación sustancial en los métodos de investigación que utilizan los especialistas hasta hoy para provocar su permanencia, según los resultados de algunas reuniones que apuntan hacia un redescubrimiento del papel que juegan quienes recaban información al sumergirse en una sociedad indígena para intentar comprenderla.
Desde la publicación que hiciera el investigador mexicano Manuel Gamio en las primeras décadas del siglo XX, Forjando patria, y su rechazo evidente a la tesis evolucionista sobre la integración indígena a lo social, económico y político del conglomerado mestizo de manera paulatina y natural, como lo sostenía el pensamiento liberal de su época, los antropólogos se encuentran en un continuo proceso de evolución en cuanto a sus visiones sobre la forma de abordar a una comunidad para obtener los datos necesarios en sus investigaciones.
En una reunión realizada en Jalisco y compilada por el michoacano Arturo Chamorro, se destaca que “el investigador no debe actuar como invasor agresivo al mundo del informante”, según el concepto del etnomusicólogo Guillermo Contreras Arias, definición que se une a la idea de la también investigadora Luz María Robles en cuanto el tomar en cuenta a los fenómenos sociales que afectan a una comunidad indígena y que se manifiestan directamente en la música, aunque no guarden relación con el arte, como la migración o las adicciones, y no “llegar a una región sólo con la idea de lo musical, sino conocer (los) nuevos problemas que afectan a la práctica de la música y a la cultura; es decir, conocer la problemática de una región para entender lo que sucede”.
Investigación y recuperación
La etnomusicología, como rama estudiosa de la historia que busca en la música los rasgos imperecederos de una comunidad específica, se divide en su aspecto práctico al menos en dos vertientes: la del estudio antropológico para definir esos rasgos, en primera instancia, y la explotación de esos rasgos ya definidos para la fabricación de nuevas obras que remitan al espectador hacia esa cultura, en segundo término.
Las dos vertientes apuntan, sin embargo, hacia la revalorización y rescate del legado musical de la América ancestral, y en lo que respecta al estado de Michoacán, la encargada de Vinculación Cultural en el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), Amparo Sevilla, destaca la necesaria convivencia entre músicos empíricos de edad avanzada y las nuevas generaciones de ejecutantes como una vía de preservación costumbrista para la música, pues como afirmó en entrevista con este diario durante una visita al municipio de La Huacana, la preservación de la música tradicional que aún subsiste en las comunidades indígenas del estado de México, Colima, Jalisco, Guerrero y Michoacán “no depende de poner en la partitura las notas musicales”, sino en hacer convivir a las diferentes generaciones de músicos.
En su experiencia como funcionaria federal, Sevilla subraya la existencia de seis regiones para la música tradicional mexicana: la Huasteca, Usumacinta, Sotavento, Yoreme, Istmo y Tierra Caliente, donde se implementaron programas de rescate y reforzamiento de la tradición instrumental y vocal a través de encuentros periódicos de ejecutantes locales, lo que, sin embargo, no ha logrado detener la pérdida sostenida del espacio social para esos mismos ejecutantes, ante lo que Arturo Chamorro considera “el peso avasallador de la música grupera, en donde las empresas se han apropiado de los espacios regionales”.
Uno de los métodos propuestos para detener el quebranto de las tradiciones musicales regionales y que es aplicable directamente a la investigación de campo, proviene de la etnomusicóloga Jessica Anne, quien plantea una “elicitación del discurso regional”; es decir, el desarrollo de un estudio sobre el lenguaje utilizado de manera local y que es dueño de simbologías no compartidas con otros grupos étnicos: “La tarea es descubrir el sistema de significados culturales, significados por el discurso, el estudio de los recursos del lenguaje en las regiones y descubrir el sistema de significados culturales”, mientras que esa recomendación se une a la de Paul Rabinow, en cuanto al papel de “huésped de la cultura” que debe tomar el investigador durante el desarrollo de su trabajo sin intervenir en la modificación de las costumbres y expresiones que son objeto de su estudio.
Como parte de la Dirección General de Culturas Populares e Indígenas, el antropólogo Fernando Híjar expuso en el mismo encuentro la aportación que significan los encuentros macrorregionales de música tradicional, así como una posterior producción discográfica y la difusión de la música escrita.
“Este es el caso del Centro de Capacitación Musical y Desarrollo de la Cultura Mixe (Cecam) de Tlahuitoltepec y el de Tingambato, que se destacan por la presencia de las bandas de música, los cursos de capacitación y la creación de partituras de compositores”. No obstante, el inventario para consulta y grabaciones que pueden ser consultadas por investigadores en el fondo de etnomusicología de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (CDI), contiene únicamente ejemplos obtenidos entre 1977 y 1982 con “47 grupos indígenas, que participaron en los 57 Encuentros de Música y Danza Tradicional Indígena (entre las mismas fechas), material que dio lugar a la publicación de la primera colección discográfica del Instituto Nacional Indigenista (INI)”.
A través de distintas actividades, como encuentros, congresos, foros y seminarios, la dependencia de promoción de la cultura indígena mexicana conformó el Fondo de Etnomusicología con al menos 13 apartados, entre ellos Encuentros de música tradicional mexicana (1979-1988), que cuenta con diversos géneros como cantos y piezas ceremoniales, danza, jarana, zapateado, vals, chilena, marcha, canto y danza, son, popurrí, alabanzas y plegarias.
El apartado de Música ritual (1979-1994) contiene material provenientes de de la cultura nahua de Veracruz y el Distrito Federal; Narraciones en voz indígena (1979-1988), por su parte, se centra en cuentos nahuas y tzetzales de Veracruz y Chiapas, mientras que la cuarta ramificación del mismo fondo, La música en las comunidades indígenas (1979-1988), se forma con cinco títulos con géneros como el jarabe, piezas religiosas y tradicionales, son, melodía de alabanza, poesía, paso doble, marcha, popurrí y vals.
De entre todo el contenido del fondo, sólo la novena serie se refiere a la tradición musical Michoacana, bajo el título Radiodifusoras indigenistas (1993, 1994, 2000, 2001), y en donde se reconoce a la estación XEPUR, La voz de los purépechas, para difundir sones, pirekuas y abajeños.
Agencia Internacional de Prensa India
(AIPIN)
http://www.aipin.info
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