Rogelio Ramírez de la O
26 de diciembre de 2007
En 2007 comenzó una nueva crisis de lento desenvolvimiento, causada por una gran burbuja de crédito en Estados Unidos asociado a su exceso de consumo.
Al avanzar esta crisis el potencial crecimiento de México seguirá debilitándose, agravado por otras limitantes creadas por nosotros mismos. Inevitablemente viviremos otro año más de estancamiento o reducción en el ingreso por habitante. Será el cuarto año de los últimos siete en los que se estanca la economía, un pésimo récord para un país petrolero.
En Estados Unidos sus autoridades esperaban que las hipotecas arrojarían 100 mil millones de dólares de pérdidas para bancos e inversionistas, o poco menos de 1% de su Producto Interno Bruto (PIB). Hoy las estimaciones son cuando menos 400 mil millones de dólares, o más de 3% del PIB.
Los bancos se han visto obligados a reconocer las primeras pérdidas por 80 mil millones. De repente la aparente solidez del sistema bancario del que hacían gala gobierno y banqueros se ha transformado en una aplastante falta de capital.
Ello explica que Citigroup, el banco más grande del mundo, haya tenido que aceptar una inyección de capital del fondo soberano de inversiones de Abu Dhabi por 7 mil 500 millones de dólares, después de reconocer pérdidas por 11 mil millones. Sin embargo, esta inyección vino en forma de deuda convertible con un interés de 11%, más de dos y media veces la tasa de fondos federales de 4.25%.
Esto ilustra que la procuración de fondos frescos por los bancos será frenética y, por lo tanto, que la profundidad de sus problemas es mucho mayor que lo que hoy conocemos. Morgan Stanley obtuvo 5 mil millones de dólares del fondo de China. UBS, el banco suizo más grande manejador de riqueza privada en el mundo, obtuvo 9 mil 600 millones, 9% de su capital, del fondo de Singapur. El mismo fondo se prepara para tomar una posición muy grande en Merril Lynch.
No es desde luego ninguna casualidad que los presidentes de Citigroup, UBS y Merril Lynch, entre otros, hayan sido despedidos al momento de reconocerse las pérdidas de los bancos.
A la pérdida de credibilidad de los bancos se suma la de las agencias calificadoras, en especial Standard & Poor’s y Moody’s, por haber clasificado como calidad triple A muchos de los créditos que eran poco más que chatarra.
Las autoridades, desde Ben Bernanke hasta Henry Paulson, el presidente de la Reserva Federal y el secretario del Tesoro, respectivamente, han perdido también gran parte de la credibilidad que tenían en agosto. Y el hombre llamado como “el maestro” por los inversionistas de Wall Street, Alan Greenspan, ahora es atacado en uno de cada dos artículos escritos en la prensa estadounidense por haberse rehusado a regular los créditos hipotecarios cuando era tiempo de evitar la burbuja.
En suma, en Estados Unidos la pérdida no será solamente económica, sino también de confianza, y sus dimensiones se van a reflejar más tarde o más temprano en mayores pérdidas en la bolsa y menor disponibilidad de crédito.
México sufrirá en 2008 por su estrategia económica, basada en la premisa de que sólo crecemos cuando Estados Unidos crece. En segundo lugar, por el encarecimiento de crédito para proyectos, principalmente infraestructura y vivienda. En tercer lugar, por la mayor selectividad de los mercados al juzgar riesgos. Dos sectores que ya despiertan sospecha por sus agresivos modelos de negocios (y ya era tiempo) son la vivienda y los microcréditos. Desde luego, el crédito a empresas tendrá que esperar cuando menos un año más a que se restablezca algo la confianza.
La respuesta del gobierno a este ambiente económico adverso será muy probablemente populista con el acompañamiento de la reforma energética, a la que atribuirá el poder de contrarrestar el mal ambiente económico externo. El contenido populista vendrá en dos vías: por una parte, los acuerdos de mantener precios bajo cierto control; y por la otra, el gasto público en aumento, en especial para los gobiernos estatales y con dedicatoria para los gobiernos del PRI.
Esta respuesta será insuficiente para corregir las expectativas negativas de las empresas, pues éstas ya han sido suficientemente afectadas por el clima adverso. Tampoco mejorará las expectativas de los trabajadores, porque éstos ya sufren la falta de empleo.
El año 2008 transcurrirá entre el deterioro de expectativas y la retórica gubernamental anunciando más gasto público y controles de precios en lo que acabará siendo un barril sin fondo, que va a dañar aún más las bases fundamentales de la economía.
rograo@gmail.com
Analista económico
http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/39332.html
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