La Jornada, 23 de diciembre de 2007
Tal como Europa lo ha aprendido y cruelmente pagado, la democracianecesita ser vivida sin cesar, reinventada, defendida tanto en el interior de nuestros países democráticos como en el resto del mundo. Ningunademocracia es una isla. Las democracias se deben asistencia mutua. Hoyhago, por eso, un llamado a nuestros dirigentes y a nuestros grandesórganos de prensa: sí, lo afirmo, la joven democracia boliviana corre un peligro mortal.En 2005, un presidente y su gobierno son ampliamente elegidos por más de60 por ciento de los electores, a pesar de que una gran parte de suselectores potenciales, indígenas, no están inscritos en las listas electorales, puesto que ni siquiera poseen estado civil. Las grandes orientacionespolíticas de este gobierno fueron masivamente aprobadas por referéndumantes incluso de esta elección, y, en especial, la nacionalización de las riquezas naturales en vistas de una mejor redistribución, así como laconvocatoria a una Asamblea Constituyente.¿Por qué es indispensable una nueva Consitución? Por la razón muy simplede que la antigua data de 1967, cuando, en América Latina, las poblaciones indígenas (representaban en Bolivia 75 por ciento de lapoblación) se hallaban totalmente excluidas de cualquier ciudadanía.Los trabajos de la Asamblea Constituyente boliviana han sido, desde sus orígenes, constantemente trabados por las maniobras y el boicot de lasantiguas oligarquías, las cuales no soportan perder sus privilegioseconómicos y políticos. La oposición minoritaria extrema el cinismo hasta disfrazar su rechazo a la sanción de las urnas bajo la máscara de ladefensa de la democracia. Reacciona con el boicot, las agresiones en lacalle, la intimidación de los responsables electos, en la estricta continuidad de las matanzas perpetradas a civiles desarmados por el ex presidenteSánchez de Lozada en 2003, quien, por otro lado, sigue perseguido porsus crímenes y refugiado en Estados Unidos.En favor de un caos cuidadosamente instrumentado, renacen las amenazas separatistas de las regiones más ricas, que rechazan el juegodemocrático y no quieren "pagar por las regiones más pobres".Grupos activistas neofascistas y bandas paramilitares, subvencionadas porla gran burguesía boliviana y ciertos intereses extranjeros, instalan un climade miedo en las comunidades indígenas. Recordemos en qué terminaronColombia y Guatemala, recordemos sobre todo la democracia chilena,asesinada el 11 de septiembre de 1973 después de un proceso idéntico dedesestabilización.Se puede matar una democracia también por medio de la desinformación.No, Evo Morales no es un dictador. No, no es la cabeza de un cártel de traficantes de cocaína. Estas imágenes caricaturescas se hacen circularen nuestros países sin la menor objetividad, como si la intrusión de unpresidente indígena y la potencia creciente de ciudadanos electores indígenas fuesen insoportables, no sólo a las oligarquías latinoamericanassino también a la prensa bienpensante occidental. Como para desmentiraún más la mentira organizada, Evo Morales hace un llamado al diálogo, rehúsa hacer uso del ejército y pone incluso su mandato en la balanza.Solemnemente llamo a los defensores de la democracia, a nuestrosdirigentes, a nuestros intelectuales, a nuestros medios de comunicación. ¿Vamos a esperar que Evo Morales conozca la suerte de Salvador Allendepara llorar sobre la suerte de la democracia boliviana?La democracia tiene valor para todos o para nadie. Si la amamos ennuestra patria, debemos defenderla por todos los lugares donde esté amenazada. No nos toca, como algunos lo pretenden con arrogancia, ir ainstalarla en otras naciones mediante la fuerza de las armas; en cambio,nos toca protegerla en nuestro país con toda la fuerza de nuestraconvicción y estar al lado de aquéllos que la han instalado en su nación
.Danielle Mitterrand.
Tomado de La Jornada, México, 23 de diciembre,2007.
Texto original en:http://www.jornada.unam.mx/2007/12/23/index.php?section=mundo&article=028a1mun
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