México SA
Carlos Fernández-Vega
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Domar al tigre a golpe de micrófono
Campesinos mexicanos, en indefensión
En 15 años no se logró mejorar la productividad
A punto de que suenen las campanadas para la apertura agropecuaria total en el marco del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), los discursos gubernamentales y sus frases huecas pretenden convencer de que el campo mexicano “está preparado”, llega en “mejores condiciones”, está “listo para afrontar la apertura” y de que “aquí hay mucho corazón para salir bien librados”, entre otros enunciados célebres.
Pero la realidad es muy distinta al discurso y al fraserío, porque, como siempre, el gobierno pretende domar al tigre a golpe de micrófono. De entrada, el abismal desequilibrio en materia de subsidios deja a México en verdadera indefensión ante los productores estadunidenses, por mucho que la “continuidad” presuma su “presupuesto histórico” para el campo mexicano.
Tan sólo en 2005, los subsidios agropecuarios totales que el gobierno de Estados Unidos otorgó fueron casi 20 veces superiores a los que en el mismo año otorgó el gobierno de México. Para el periodo 2004-2008, se estima que el gobierno estadunidense subsidie, de acuerdo con la Ley Agrícola de 2002, con más de 150 mil millones de dólares a sus productores agrícolas, mientras en México se considera que, en el mismo periodo, los subsidios a los productores no excederán 27 mil millones de dólares, de acuerdo con el más reciente análisis que sobre el particular elaboró el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados.
La misma fuente subraya que, a pesar de las limitaciones que supuestamente “impone” la Organización Mundial de Comercio a algunos países para que reduzcan el monto de los subsidios que otorgan a sus productores, entre 2000 y 2005 la asistencia oficial del gobierno estadunidense a su sector agropecuario alcanzó montos sin precedente. Se estima que en dicho periodo Estados Unidos otorgó subsidios agropecuarios por 611 mil 300 millones de dólares, mientras en el mismo periodo los subsidios totales otorgados por México a su sector agropecuario ascendieron a 46 mil 300 millones (13 veces menos que su vecino del norte) y en Canadá a 51 mil 400 millones.
México, pues, muy apartado está de las alentadoras frases que manan del micrófono oficial. Lejos de ello, a pesar de contar con cerca de cinco lustros para restructurar y fortalecer el campo, llega a la apertura perfectamente debilitado, toda vez que desde un inicio el capítulo agropecuario del TLCAN fue negociado en condiciones de grandes asimetrías entre los tres países, particularmente por la brecha en los niveles de productividad de los respectivos sectores en Estados Unidos, Canadá y México, como señala el citado análisis.
El desequilibrio entre las tres naciones también se refleja en los recursos que cada uno de ellos destina para estimular la producción agrícola y apoyar las exportaciones de los bienes agropecuarios. En general, los compromisos que se pactaron en el capítulo agropecuario del TLCAN no reflejaron plenamente el menor nivel de desarrollo de la agricultura mexicana comparada con la de sus socios comerciales, ni en plazos de desgravación ni en niveles de mercado.
Con la entrada en vigor del tratado, en 1994, se aceleró la apertura del sector agropecuario mexicano a la competencia externa, por lo que los precios internos de los bienes agropecuarios se han vinculado más estrechamente a los precios externos, ante lo cual los productores locales respondieron elevando la producción y los rendimientos, sin que ello lograra neutralizar totalmente el impacto de los precios sobre el valor total de la producción y de los ingresos. Así, después de casi 15 años de haber entrado en vigor, la productividad del sector agropecuario mexicano no logró mejorar suficientemente como para acortar la brecha con los países socios de dicho acuerdo; asimismo, tampoco se logró mejorar el nivel de ingreso ni los salarios de los trabajadores del campo.
Además, se ha reducido a la mitad la participación del sector agropecuario en el PIB total (de representar 7.9 por ciento en 1988, para 2005 sólo era de 3.4 por ciento), lo que ha agravado el desequilibrio estructural de la economía mexicana y se refleja en los bajos ingresos agropecuarios y la baja dinámica de los mercados internos.
En general, durante estos 15 años de operación del TLCAN se presentaron algunos cambios en las relaciones de intercambio entre los países firmantes. Por una parte, en México se registró un crecimiento de las exportaciones de frutas y hortalizas, principalmente a Estados Unidos; por otra, se incrementaron las importaciones de granos y otros alimentos del vecino del norte y en menor medida de Canadá, por lo que se ha mantenido en estos últimos años el déficit en la balanza comercial agroalimentaria y aumentado el abastecimiento externo del consumo aparente nacional de alimentos.
Las ventajas arancelarias que aparentemente recibió México por parte de sus socios comerciales del TLCAN se fueron gradualmente erosionando por diversos factores: la revaluación cambiaria, el aumento de los subsidios que otorgan los gobiernos estadunidense y canadiense a sus productores agrícolas, y los diversos acuerdos comerciales que Estados Unidos fue suscribiendo durante los años de operación del TLCAN con países cuyas producciones agropecuarias compiten con las mexicanas.
México comenzó a perder presencia en las importaciones agropecuarias totales de Estados Unidos, incluyendo productos en los que fue exportador neto de elevada competitividad (tomate, café y frutas, entre otros). Sin embargo, han sido las barreras no arancelarias y las prácticas desleales de comercio (dumping y subsidios) que utilizan los gobiernos y productores agrícolas de los socios comerciales de México los que más han afectado el desarrollo de nuestro sector agropecuario, ya que ésas han generado competencia desleal entre los productores de los tres países en detrimento de los agricultores mexicanos.
Pero, dicen, México “está preparado”.
Las rebanadas del pastel
Felices fiestas, y aquí nos encontramos el miércoles 26.
http://www.jornada.unam.mx/2007/12/24/index.php?section=opinion&article=020o1eco
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