lunes, 24 de diciembre de 2007

Agricultura y Desarrollo







Reporte Económico

David Márquez Ayala

Agricultura y Desarrollo (uno de dos)

En su World Development Report 2008 el Banco Mundial aborda, después de 25 años, el tema agrícolarural, titulando su informe Agriculture for Development bajo la convicción –un tanto tardía pero válida al fin– de que es hora de volver a colocar este sector en el centro del programa del desarrollo.
El mensaje central del docu-mento es que en el siglo XXI la agricultura sigue siendo un instrumento fundamental de desarrollo para alcanzar el objetivo del milenio de reducir cuando menos a la mitad para 2015 la proporción de personas que en el año 2000, y todavía, padecen hambre y viven en pobreza extrema. Según cifras de 2002, las más recientes a nivel mundial, tres de cada cuatro personas pobres en los países en desarrollo (atrasados) viven en zonas rurales –donde 2 mil 100 millones subsisten con menos de dos dólares al día y 880 millones con menos de un dólar al día– y la mayoría depende de la agricultura para su subsistencia. De los 5 mil 500 millones de habitantes de los países en desarrollo, 3 mil millones, casi media humanidad, viven en zonas rurales.
Para su análisis, el informe considera que la agricultura se lleva a cabo en tres mundos bien diferenciados: uno integrado por países fundamentalmente agrícolas, uno en proceso de transformación y otro urbanizado.
a) Países principalmente agrí-colas. La agricultura representa una alta proporción del PIB y es el principal impulsor de la economía pues genera en promedio el 32% del crecimiento de dicho PIB. En ellos la mayor parte de los pobres (70%) viven en las zonas rurales. De los países que integran este grupo (principalmente de África Subsahariana) 417 millones de personas habitan en zonas rurales.
Estos países, enfatiza el estu-dio, requieren una revolución de la productividad de los pequeños establecimientos agrícolas.
b) Países en proceso de trans-formación. En este grupo se catalogan la mayoría de los países de Asia meridional y oriental, del norte de África y del Medio Oriente, e incluye naciones como China, India, Indonesia, Marruecos y Rumania. En total su población rural asciende a 2 mil 200 millones de personas. En este grupo la agricultura ha dejado de ser la fuente principal del crecimiento del PIB (contribuye un 7% en promedio a dicho crecimiento), existe una creciente disparidad de ingreso entre las zonas rurales y urbanas; y la persistencia de la pobreza extrema en las áreas rurales es una importante fuente de tensión social y política.
“Para resolver las disparidades de ingreso en estos países –indica el informe– se requiere de un enfoque integral que abra diversos caminos de salida de la pobreza: el paso a la agricultura de alto valor, la descentralización de la actividad económica no agrícola hacia zonas rurales, y el suministro de asistencia para que parte de quienes se dedican a la agricultura pasen a otros sectores”.
c) Países urbanizados. En este grupo de países viven 255 millones de personas en zonas rurales; lo integran la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, y muchos de Europa Central y Asia Central principalmente. En ellos la contribución directa de la agricultura al crecimiento económico es de 5% en promedio, y la pobreza es principalmente urbana, aunque en las zonas rurales viven el 45% de los pobres.
Para estos países el informe enfatiza en la estrecha relación que existe entre el desarrollo agrícola y la protección ambiental, e indica: “El gran impacto ambiental de la agricultura puede reducirse, al igual que la vulnerabilidad de los sistemas agrícolas al cambio climático. También es posible encauzar la agricultura para que brinde más servicios ambientales”.
Indicadores agrícolas
En el cuadro comparativo que hemos preparado (Gráfico 1) se aprecia que en México la población rural asciende a 24.8 millones de personas, el 24.3% de la población total, y crece a un ritmo de 0.5% anual (muy bajo por la fuerte emigración a las zonas urbanas o al exterior).
En el campo se emplean 6 millones 670 mil personas, 16.7% de la ocupación total, de los cuales 12.6% son mujeres.
El valor agregado agrícola asciende a unos 24 mil 340 millones de dólares, 3.9% del PIB, y representa unos mil 91 dólares por trabajador al año.
México tiene unos 27.3 millones de hectáreas en producción agrícola, apenas 1.2 hectáreas por habitante rural, de las cuales sólo 23.2% son de riego y el resto de temporal. La deforestación avanza a un ritmo de .5% anual, mientras que países como China, España, Chile, Estados Unidos, Francia, India o Turquía, al contrario, aumentan su superficie forestal cada año.
México produce 299 kilogra-mos de cereales por habitante al año, Estados Unidos mil 253 kg, Francia mil 45 y Argentina 941. El rendimiento por hectárea es en México de 3 toneladas; en Estados Unidos de 6.4 toneladas, en Francia de 6.9 y en Argentina de 3.9 toneladas.
Nuestro país produce al año 52 kilogramos de carne por habitante; Estados Unidos 133, Francia 115, España 125, Argentina 105 y Brasil 106.
México produce 253 kilogra-mos al año de frutas y vegetales per cápita; Estados Unidos 225, Argentina 283, Francia 317, China 390, Chile 469, Turquía 516, y España 700.
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Reporte Económico

David Márquez Ayala

Agricultura y Desarrollo (segunda y última)

A manera de grandes propuestas al reto de la agricultura en los países atrasados el World Development Report 2008 del Banco Mundial apunta:
1) Muchas naciones y millones de personas saldrían beneficiadas si los gobiernos (y los donantes) desandaran el camino recorrido durante años de desatención en materia de políticas y solucionaran el problema de inversiones insuficientes e inadecuadas en el sector.
2) Es prioritario incrementar los recursos de los hogares pobres, elevar la productividad de los pequeños agricultores (y de la agricultura en general) y crear oportunidades en la economía rural no agrícola que los pobres puedan aprovechar.
3) Para hacer realidad una agri-cultura para el desarrollo se requiere de políticas y procesos adecuados a las condiciones económicas y sociales de cada país, movilizar apoyo político y mejorar la gestión de la agricultura.
4) Para que las posibilidades se concreten hace falta la mano visible del Estado en la tarea de brindar los servicios públicos esenciales, mejorar el clima para la inversión, regular la ordenación de los recursos materiales y garantizar la obtención de los resultados sociales deseables (RE: asegurando la viabilidad económica de los pequeños y medianos productores, añadiríamos nosotros).
AGRO y TLCAN
Otro estudio del Banco Mundial titulado México 2006-2012. Creando las bases para el crecimiento equitativo, expresa sobre el tema:
“La agricultura ha sido uno de los rubros con desempeño especialmente deficiente en términos de crecimiento de la productividad. Las exportaciones agrícolas aumentaron con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), pero el déficit agrícola neto en el comercio con Estados Unidos se amplió. México enfrenta a nuevos competidores en Estados Unidos y, a la vez, sólo ha tenido una penetración limitada en nuevos mercados. Los pequeños productores fueron los menos beneficiados con el TLCAN, sin dejar de lado que el sistema mexicano de innovación agrícola estaba en crisis a mediados de los años 90 y poco preparado para su entrada al tratado.”
“No obstante los altos y consistentes subsidios en la agricultura, las drásticas reformas internas y la firma del TLCAN, el desempeño del sector agrícola se ha venido rezagando desde los años 80 en relación con el PIB del país; de hecho, las cifras registran un decrecimiento anual promedio de -0.4% del PIB agrícola por habitante entre 1984 y 2004 (Gráfico 2).
“Asímismo, el Factor Total de Productividad (FTP) agrícola (que mide básicamente el impacto de mejoras tecnológicas) aumentó en América Latina y el Caribe de 1.39% anual en el periodo 1961-1980 a 2.31% entre 1981 y 2001, mientras que en México, al contrario, disminuyó de 2.26% (1961-1980) a 1.51% en 1981-2001 (Gráfico 3).
“No obstante que las exportaciones agrícolas a Estados Unidos (86% del total) aumentaron a partir del TLCAN, su crecimiento fue fragmentado y concentrado en algunos sectores de agricultura de riego y/o comercial de hortalizas, alimentos procesados y bebidas. En términos del balance agrícola neto (exportaciones menos importaciones) el saldo es negativo para México en relación con Estados Unidos, su socio principal, ya que dicho déficit se incrementó de -211 millones de dólares en 1991/93 a -1 mil 300 millones en 2001/03.
“La innovación tecnológica para el campo entró en crisis desde mediados de los años 90 por tres razones principales: a) la ineficiencia del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales y Agropecuarias; b) el desmantelamiento en 1994 del servicio nacional de extensionismo (asesoría y apoyo) agrícola, y c) la presión y el sesgo hacia la tecnología moderna que introdujo el TLCAN (RE: otros centros universitarios y mecanismos existentes parecen ser inoperantes o ajenos a los pequeños y medianos productores; varios trabajan además para las trasnacionales y son canales del saqueo genético del país). Es un hecho que las innovaciones tecnológicas en su actual distribución están acentuando la brecha entre la agricultura moderna y la tradicional en detrimento, desde luego, de los ingresos de esta última.
“Es necesario fortalecer la innovación agrícola y los sistemas de finanzas rurales, reevaluando el sistema de subsidios agrícolas. Se propone además la adopción de nuevos modelos para una mayor descentralización de los programas de desarrollo rural orientados a la producción. La descentralización efectiva, acompañada de una planeación más cuidadosa del desa-rrollo rural a nivel estatal, podría mejorar los resultados en términos del desarrollo rural.
“Ahora que con el 2008 terminan las exenciones arancelarias del TLCAN, los productores mexicanos enfrentarán una renovada competencia en productos como maíz, frijol, azúcar y leche en polvo, coincidiendo, además, según se ha planteado, con que programas transitorios de apoyo como Procampo serán discontinuados o reformados.”
En nuestra opinión, los estudios del Banco Mundial exponen para México un panorama agropecuario crudo y preocupante. Todas las naciones del mundo (o casi) cuidan, alientan y protegen su producción alimentaria, a sus agricultores, ganaderos, avicultores y pescadores. México lo hacía hasta hace cinco lustros, cuando la demencia neoliberal tomó el poder y decidió con infinita saña e insolencia que millones de pequeños productores, ejidatarios y campesinos debían ser competitivos frente a la globalización o desaparecer. Al efecto abrió fronteras, desmanteló la infraestructura de soporte al campo (comercialización, crédito, asistencia técnica, producción de semillas, fertilizantes y otros ins-umos), desapareció los precios de garantía, aceptó productos externos subsidiados, sobrevaluó el peso abaratando las importaciones, arrojó al campo a las manos de consorcios comerciales y agroindustriales voraces y sin control, e hizo, en síntesis, económicamente inviable a una gran parte del sector agropecuario del país.
Como consecuencia, somos ahora importadores netos de alimentos, y cientos de miles de habitantes rurales emigran cada año hacia ciudades ya atestadas y zonas industriales que ya no generan empleo, o bien hacia el exterior, principalmente a Estados Unidos, en cuya enorme economía ven posibilidades de sobrevivencia y progreso. Sólo que a quienes negociaron por México el TLCAN se les olvidó (o deliberadamente omitieron) estipular que a un libre flujo de mercancías y capitales debe corresponder un libre flujo de personas. No lo hicieron y ahora más de 6 millones de mexicanos sin documentos sufren en Estados Unidos un terrorismo migratorio sin precedente, y México el insulto de una frontera amurallada y militarizada.
Todo acuerdo que dinamice el comercio es en principio positivo si beneficia a ambas partes, guarda equilibrio entre dispares, aplica mecanismos compensatorios, respeta las necesidades y prioridades de cada quien, y no daña a grupos sociales o sectores económicos. Si no es así, ningún tratado puede prevalecer afectando sectores sensibles; obstaculizando el desarrollo; monopolizando, desequilibrando y desnacionalizando la economía, y causando daño profundo y permanente a grandes segmentos de la sociedad.
México está en posibilidad y derecho de negociar con Estados Unidos y Canadá, o incluso de aplicar unilateralmente medidas de contención a los excesos del libre comercio con base en cuatro argumentos centrales:
1) Evidencia de daño económi-co y social sensible en áreas agrícolas, industriales y de servicios.
2) Evidencia de comercio desleal e inequitativo en productos agrícolas básicos subsidiados.
3) El creciente rechazo y hosti-lidad hacia los trabajadores migrantes mexicanos que en acuerdos como el TLCAN tienen tanto o más derecho de libre circulación que los productos y los capitales.
4) La impostergable necesidad, dado lo anterior, de potenciar y proteger a los productores nacionales más débiles a fin de dinamizar la creación de empleos en forma masiva y dar así oportunidades de vida digna a los migrantes potenciales.
México debe recurrir en primera instancia a la argumentación y la negociación con sus socios del TLCAN a efecto de salvaguardar lo positivo y neutralizar lo negativo, pero también debe estar dispuesto en última instancia a renunciar al TLCAN y tal vez buscar otros acuerdos más modestos pero menos dañinos. El futuro del país está en un amplio comercio justo con el norte y en la integración económica con el sur.
América Latina ya entendió que neoliberalismo y desarrollo son incompatibles y casi ha logrado erradicar a los fanáticos del mercado. En México seguimos en el túnel de la inconsciencia y poco se puede avanzar cuando el mismo gobierno y una mayoría legislativa parecen estar en contra del país, su patrimonio y su pueblo.
El problema principal radica, por tanto, en que para negociar con sus socios, México debe tener antes un gobierno que esté dispuesto a hacerlo y bien, y esto hoy no existe.
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http://www.jornada.unam.mx/2007/12/24/index.php?section=opinion&article=022o1eco

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