“Un mundo mejor es posible”, es una consigna que se repite muy a menudo en estos tiempos. Y aunque no se haya dicho textualmente así, hace mucho que los seres humanos aspiran a que el mundo en que viven sea mejor de lo que es. A esa posibilidad, a ese mejoramiento, a ese “deber ser”, se le ha llamado Utopía, como la isla de Tomás Moro.
Sin embargo, aunque muchos han creído en la certeza de esa esperanza, también es cierto que ese mundo mejor al que se aspira no va a producirse por generación espontánea, ni caerá, como el maná, del cielo. Ese mundo nuevo, mejor y posible ha dejado de ser una utopía más para convertirse en la única esperanza de sobrevivencia de la especie humana. No es ya un sueño tras el que corrían candidatos a héroes y poetas del verso o del espíritu. Hoy es una necesidadpara todos los seres vivos que habitamos el planeta, y también por respeto a la memoria de los muertos. Así es que nadie queda excluido de esta disyuntiva. Pasado, presente y futuro están abocados a desaparecer víctimas de la irracionalidad y el egoísmo de unos pocos, apoyados por la desidia y la apatía de la mayoría.Es lamentable ver la enajenación en que caen, como flores en el fango, inteligencias que pudieron ser útiles a ese esfuerzo por vivir más felices y se pierden detrás de las lucecitas de colores de los supermercados y las televisoras entrenadas en “entretener” a las personas.
No siempre se ha tenido muy claro la diferencia entre vivir y existir. Vivir es gastar la vida que nos fue regalada. Existir es apenas comprender que estás vivo. La mayor parte de la gente existe, simplemente. Decía José Martí que la mayor parte de los hombres ha pasado dormida sobre la tierra, comieron y bebieron pero no supieron de sí, y que todavía son los hombres máquinas de comer y relicarios de preocupaciones, por eso es preciso hacer de cada hombre una antorcha.
Para que exista un mundo nuevo es requisito previo crear al hombre nuevo que lo hará posible, o al menos que esté dispuesto a construirlo con sus propias manos, sin exigir nada a cambio, sin explotar a nadie, sin engañar a nadie, como diría el Che. Y el hombre nuevo no es una utopía, ha existido siempre. Lo que sucede es que han tratado de confundirlo con “el hombre perfecto”, y ese sí que no existe. El hombre nuevo es un hombre común, como cualquier otro, solo lo eleva a la categoría de extraordinario su afán de ser mejor cada día, de darse entero en beneficio de un ideal noble y justo, aunque en ello le vaya la vida. Pero no es un ser extraterrestre. Hombres nuevos hemos tenido en cada jalón histórico del camino humano. Todos los grandes próceres fueron los hombres nuevos de su tiempo, los que apostaron a una idea justa y lucharon por ella. Nunca esas épocas alcanzaron la plenitud a que aspiraron aquellos escogidos, pero es cierto que cuanto avanzaron en el camino de la luz, a ellos lo deben.
Los cubanos tenemos muchos ejemplos en la historia de nuestra pequeña isla. Hombres que nacidos en la brevedad de esta geografía jamás mancharon sus ideas con nacionalismos estrechos, al contrario, siempre ha llamado la atención de los estudiosos, el espíritu universal que ha animado a los líderes de este país, desde José Martí hasta Fidel Castro.
Pero un ejemplo hay en nuestros días que merece la pena recordar otra vez, un día como hoy: son los cinco jóvenes patriotas, luchadores antiterroristas, Héroes de
Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Fernando González y Antonio Guerrero, desde sus prisiones injustas y miserables adonde los lanzó el odio y la impotencia de los poderosos y sus hienas, son el ejemplo más elocuente del tipo de hombres que necesitará el mundo para renovarse, y escapar del abismo al que lo tienen inclinado sujeto por el cuello.
Abandonando sus familias y su país, soportando las más duras pruebas a que puedan someterse espíritus sensibles como los suyos, se fueron a la guarida de las hienas, a penetrar las redes de la mafia terrorista que ha crecido en el odio, el rencor y la impotencia, como chacales enjaulados, rumiando venganza contra el pueblo valiente y generoso que no se resiste a tener amos.
En sus reflexiones de hoy, Fidel explica entre otras cosas, como un luchador antiterrorista cubano pudo, con la información suministrada a tiempo y transmitida por el gobierno cubano a las autoridades norteamericanas, salvarle la vida al presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, sin que las canalladas contra Cuba del gobierno que Reagan presidía, influyeran un ápice como para permitir que el magnicidio se llevara a cabo. Es un sentido de la ética desconocido por los imperialistas y sus perros de presa.
El 20 de mayo de 2005, en su discurso en
En este noveno aniversario de su encierro, en medio de la hipocresía del gobierno de W. Bush, que en nombre de la lucha contra el terrorismo masacra en Afganistán, destruye Iraq, y con él al invaluable patrimonio que constituye para el mundo esa civilización hermosa e inolvidable que a más de los héroes reales nos dio a Simbad, a Zcherezada y Las mil y una noches, invitamos a los hombres y las mujeres de buena voluntad que reconocen que es imposible un mundo mejor en medio de la guerra, la destrucción y la muerte, a que se sumen a esta campaña internacional por la liberación de los Cinco Héroes Cubanos prisioneros en cárceles del imperio por luchar contra el terrorismo.
Construyamos en nosotros mismos el hombre nuevo que hará posible al mundo nuevo, luchando sin descanso contra la guerra, el odio y el egoísmo.
Recordaré otra vez aquella parábola, muy conocida, que cuenta que un científico en su laboratorio trataba de distraer a su pequeño hijo para que no le interrumpiera sus investigaciones, y a falta de algo mejor, arrancó una página de un libro donde estaba impreso un mapa del mundo. El científico rasgó la página en varios pedazos y le pidió al pequeño que se sentara a armar aquel “rompecabezas”, seguro de que no lo lograría por sus escasos años. Pero cuenta la historia que un rato después el pequeño llamada a su papá para que viera lo bien que le había quedado el mundo. El científico asombrado comprobó que cada país estaba en su sitio, y le preguntó al hijo: ¿cómo fuiste capaz de saber dónde iba cada país? A lo que el pequeño respondió ingenuamente: Papá, yo no sé cómo está hecho el mundo, pero sé como está hecho el hombre. Por el lado contrario de tu rompecabezas había dibujada la figura de un hombre; yo volví la página, arreglé al hombre y cuando la viré de nuevo, estaba armado el mundo.
Si queremos mejorar al mundo tenemos primero que mejorar al hombre que lo habita, porque solo él, con sus virtudes y sus defectos, pero sobre todo con la capacidad infinita de ser mejor cada día, podrá salvar, más allá de los sistemas filosóficos, políticos, sociales o religiosos, a la especie humana. Para esa tarea son necesarias todas las inteligencias, porque todos nosotros juntos sabremos más que cualquiera de nosotros solos, porque la especie humana no se salvará gracias al sortilegio de un genio superior que le marque el destino, sino que el problema debemos resolverlo nosotros mismos con nuestras propias manos.
Es necesario un elemental sentido de la vida para comprender esta verdad tremenda que está ahí, aunque no quieran verla los pesimistas ni los optimistas excesivos. Y es preciso también volver a los tiempos de la entrega incondicional, la solidaridad y la humildad, para aprovechar toda la experiencia acumulada por el hombre en su devenir histórico.
Fuente: Kaos en
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