jueves, 16 de agosto de 2007

La urgencia de FeCal de dialogar con los partidos en su primer Informe de Gobierno era una trampa.




Primer informe
josé gil olmos


México, D.F., 15 de agosto (apro).- La urgencia de Felipe Calderón de dialogar con los partidos en su primer Informe de Gobierno era una trampa. No se trataba de dar un paso para ponerle fin al presidencialismo, sino de legitimarse con la presencia de todos los partidos, principalmente el PRD, pues a un año de su administración no tiene el reconocimiento general de haber ganado legítimamente las elecciones del 2 de julio del 2006.

Los defensores de Calderón decían que la propuesta del PAN de cambiar el formato del Informe de Gobierno era una medida “radicalmente innovadora, pues, de aprobarse, enterraría de un golpe la vieja y acartonada ceremonia presidencialista”.

No sólo eso, elevaban a tal grado la propuesta que la llegaron a comparar, sin ningún sustento y de una manera totalmente desfasada, con la prácticas parlamentarias de España o el Reino Unido.

Pero la propuesta del PAN no era más que un artilugio político, pues lo único que buscaba era borrar la imagen de Calderón como un presidente que ha sido cuestionado desde su llegada a Los Pinos, como un presidente que tuvo que ponerse la banda presidencial en medio de un dispositivo militar y policial, y no en una ceremonia republicana, como dicta la Constitución.

En otras circunstancias la propuesta del PAN de cambiar el rígido y decimonónico formato que tiene el informe presidencial tendría un valor significativo, pues ya es hora de dejar atrás el rito presidencialista que cada año presenciamos con la entrega del informe anual de labores del jefe del Ejecutivo.

Terminar con el monólogo presidencial es una vieja propuesta que ha hecho la oposición partidista durante muchos años, incluido el PAN, cuando el PRI gobernaba y hacía del Informe de Gobierno un acto de sobajamiento de los demás poderes al presidente de la República.

La salida que el presidente en turno hacia cuando terminaba la ceremonia en la Cámara de Diputados, en un auto descapotado paseando por las calles del centro de la ciudad, mientras la gente acarreada lo vitoreaba aventando confeti, y el famoso besamanos con que terminaba el acto, era un rito político que daba vergüenza y que sólo mostraba la necesidad del jefe del Ejecutivo de reafirmarse ante un pueblo que, en el fondo, lo rechazaba.

El diálogo entre el presidente y las diversas fuerzas políticas es un cambio que requiere el país, ya que significaría empezar a dejar atrás el sistema presidencialista, que no es otra cosa que la concentración del poder en una sola figura.

Pero la propuesta del PAN estaba muy lejos de esto, se trataba simplemente de cambiar la Ley Orgánica de la Cámara de Diputados y permitir que Felipe Calderón pudiera legitimarse en su primer Informe de Gobierno.

Calderón, el PAN y sus defensores en turno, cayeron en el error de creer que la debilidad de sus adversarios y una campaña en medios podrían lograr este cambio cosmético en las Ley Orgánica legislativa y, un año después, conseguir el reconocimiento tácito de todas las fuerzas políticas, incluyendo al PRD, no obstante que en el informe le reclamara su ilegitimidad.

La negativa del PRI y PRD de abrir un periodo extraordinario de sesiones en el Congreso de la Unión dedicado únicamente para discutir y cambiar la Ley Orgánica puso en su lugar las pretensiones del PAN.

Además la idea de que más que un cambio a una ley secundaria lo que el país necesita es la reforma del Estado, la cual implica cambios a las leyes e instituciones electorales, hacendarias, sociales; transformaciones en las formas de representación política y la inclusión de nuevas formas de relación entre las fuerzas políticas representadas en el Poder Legislativo y el jefe del Ejecutivo, ubicó con mayor claridad las intenciones sibilinas de panistas y de Calderón.

Ahora Calderón tendrá que enfrentar a los partidos políticos en el Congreso de la Unión. Quizá no le vaya tan mal como el año pasado, cuando entró a fuerzas al recinto legislativo a tomar protesta como presidente. Pero es seguro que le reclamarán sus deficiencias, la falta de cumplimiento en sus compromisos, principalmente en empleo, seguridad y educación, así como la falta de experiencia en su equipo de gobierno.

Es probable que sólo entregue su informe de gobierno en el vestíbulo del palacio de San Lázaro y que tenga que esperarse un año más, cuando avance la reforma del Estado y existan las condiciones políticas para que sostenga un debate republicano con las fuerzas políticas del país.

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