martes, 6 de agosto de 2013

Historias de refugiados, entre el temor y la esperanza en la sierra de Heliodoro Castillo


PEDRO PARDO

Heliodoro Castillo, 5 de agosto. Son ya cuatro días sin comer. Sobre el piso de arena y bajo el sol, el cuerpo encorvado de Víctor Manuel Torres García yace sin poderse comunicar con nadie en el poblado de Ixtayotla. Está solo.

Él es una de las víctimas por los desplazamientos humanos provocados por grupos de la delincuencia organizada en al menos 13 comunidades de tres municipios ubicados en las regiones Centro y Tierra Caliente.

Sin embargo, El Gordo, como le llaman sus amigos, tiene un retraso mental debido a un golpe sufrido en la cabeza y al momento de que su abuela Carlota García Ocampo saliera de su comunidad él se quedó solo al interior de su vivienda. A sus 25 años de edad, huérfano de padre y madre Víctor Manuel es criado por su abuela, pero el peso de los años impidió sacarlo en el éxodo, ante el asecho y temor de los delincuentes.

Tras un recorrido hecho por La Jornada Guerrero en las comunidades de conflicto se pudo apreciar como cientos de personas buscaron refugios en iglesias o casas de pobladores vecinos.

Los caminos que conectan a estas comunidades, asoladas por la delincuencia organizada, son de terracería, sinuosos, sólo hay espacio para un vehículo y no cualquiera puede transitar sobre esas pendientes.

Son horas las que recorren a diario estas personas para buscar refugios, algunos en vehículos, otros a pie.

En la localidad de Huautla, una concentración de mujeres y niños es resguardada por personal del Ejército de la 35 zona militar.

Para los pobladores si el gobierno y las fuerzas de Seguridad federal y estatal no les garantizan paz, no querrán regresar nunca más a sus casas.

Sin embargo, reconocen que es difícil volver a rehacer sus vidas en otras localidades e incluso en otros municipios del estado. “Vamos a causar lástima a la ciudad, estamos bien pobres, unos tenemos familiares, otros no, qué vamos a hacer, de qué vamos a vivir, si junto mi ganado y lo vendo no me va a alcanzar para una renta”, lamentó Florentino Soto Basave, de 44 años de edad oriundo Ixtayotla.

Se anima a regresar a su pueblo pues piensa que su ganado y siembra se perderán.

Al llegar a Ixtayotla chivos, burros, perros, se encuentran dentro de la cancha de basquetbol, mientras otros animales están al interior de las casas comiendo lo que pueden.

“¡Gordo!”, le grita el hombre para encontrar a Víctor Manuel; le acerca un par de galletas y dos tazas de agua, las cuales calman el hambre y la sed del joven, quien apenas balbucea lo que pudiera entenderse como un “gracias”.

Tras el paso por la comunidad de El Capire, deshabitada por sus casi 60 habitantes, una escuela primaria de construcción precaria presume un letrero “Las escuelas Olaguer”, en referencia a el ex alcalde de Tlacotepec y actual diputado local.

En el trayecto un grupo de militares y personal de la Policía Estatal Preventiva de Guerrero patrullaban la zona; advierten que han dejado personal en otros poblados y que cercarán el camino para evitar más desplazamientos.

Al llegar a Tetela del Río, donde comenzó el exilio de los comunitarios, una tensa calma se respira; tres campesinos aseguran que no se moverán de su lugar de origen y que el miedo no los amedrentará.

En tanto, Leticia Rivas García, también de esa misma localidad, cuyo esposo está secuestrado, narra su historia. “El día lunes mi esposo salió, fue a trabajar; se alquila de peón y fue a trabajar y ya no regresó; se supone que lo agarraron, lo secuestraron y ahorita no sabemos nada de él, si ya lo liberaron o no sé qué harían de él. Son siete (hijos los que tengo) y dos nietos que están bajo mi responsabilidad. Tenemos miedo más que nada hace rato nos dijo el muchacho que vino del gobierno que dice que nos regresáramos, cómo nos regresamos si a él lo tienen agarrado; que regresemos, si vuelven y nos vayan a hacer algo, yo no puedo correr”, lamentó.

Mientras tanto, personal del Ejército y Policía estatal recorrerán la zona; algunos ciudadanos no pretenden volver ante el miedo y la zozobra que se vive en esta zona.

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