miércoles, 19 de junio de 2013

EPN, ¿estadista? - Columna semanal de Sergio Aguayo


A la memoria de un gran amigo: José Pérez Moreno.

Hace casi un año Enrique Peña Nieto ganó las elecciones y a los pocos días empezó a negociar el Pacto por México. Se justifica entonces una evaluación de estos 12 meses.

De entrada suena prematura y excesiva la retórica del gobernador del Estado de México, Eruviel Ávila, quien la semana pasada calificó a Peña Nieto de "presidente estadista" comparable con Winston Churchill. Hegel definió al estadista como aquel que pone en "palabras los deseos de su época, le dice a ésta cuál es su voluntad y la instrumenta". Si uno pasa por alto las irregularidades que rodearon su elección, podría aceptarse que Peña Nieto interpretó los deseos de una mayoría de la sociedad y que en el último año ha hecho pedazos los estereotipos, abanderando reformas de gran calado y desencadenando una revolución en las expectativas. Empezó bien.

Es notable la rapidez con la cual dio vuelco a su imagen entre un buen número de observadores. Hace poco más de un año analistas serios y mesurados lo calificaban de "político ignorante" y "estuche sin esqueleto" y con frecuencia se le tachaba de "esclavo del teleprompter", "producto de Televisa" o "títere" de Carlos Salinas.

Eso cambió. Ahora se le concede inteligencia política y mediática, buen sentido del tiempo y capacidad para alcanzar consensos y corregir el curso cuando es necesario. Un caso paradigmático es la represión que ordenó como gobernador, en Atenco en 2006. Los estudiantes de la Universidad Iberoamericana lo increparon por eso el 11 de mayo de 2012 y en ese lugar asumió la responsabilidad de la decisión con la justificación de que la Suprema Corte "validó" el operativo. Cuando se le señaló la falsedad de esto último hizo una corrección pública y reconoció que se habían violado derechos y su gobierno aceptó ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos las transgresiones y ofreció una disculpa pública a las víctimas por los excesos policiacos (los afectados la rechazaron porque no hubo justicia y el caso sigue su curso en el ámbito internacional).

Debe también reconocérsele que supo adaptarse a un resultado electoral inesperado. Sus planes como gobernante se basaban en un "presidencialismo" con "mayorías estables en el Congreso". Estuvo cerca, muy cerca de contar con esa mayoría pero la impredecible fortuna (y algunos errores) se interpusieron en su camino y el PRI y sus aliados naturales (Verde y Panal) se quedaron con un mísero voto de mayoría en la Cámara de Diputados y están cuatro por abajo en el Senado. Peña Nieto digirió el contratiempo y se aferró y le sacó jugo a una inesperada propuesta. En agosto de 2012 Jesús Ortega recicló la vieja idea de un entendimiento entre las principales fuerzas políticas. Se lo propuso a José Murat en un café orgánico de la Condesa, después convenció al PAN, de Gustavo Madero, e iniciaron las complejas negociaciones con el PRI de Peña Nieto. El 2 de diciembre dieron el golpe político y mediático del Pacto por México que ha permitido algunas reformas importantes. Sería absurdo negar la importancia que ha tenido sentar las bases para cambios en el régimen de la educación y las telecomunicaciones y que eso podría ser benéfico para las mayorías.

Si uno revisa el discurso oficial de los últimos meses, el Pacto es el buque insignia que está permitiendo presentar a Peña Nieto como el estadista capaz de lograr las reformas estructurales en las que otros habían naufragado. Según una encuesta de El Universal (3 de junio de 2013), la gran mayoría de los mexicanos (74%) piensa que él y su partido han sido los principales beneficiarios con el Pacto.

En el tema de seguridad también ha habido cambios relevantes. Gobernación se transformó en una supersecretaría, se está dando una mayor atención a las víctimas, hay un ambicioso programa de prevención y se busca poner controles a la relación con la superpotencia del norte. Sin negarle méritos el nuevo enfoque tiene un aire de provisionalidad porque seguimos sin conocer un plan integral para combatir la inseguridad y ha faltado algún golpe espectacular.

¿Pasará Enrique Peña Nieto a la historia como estadista o su imagen terminará desinflada como un globo después de una fiesta infantil? Bastante depende de los embates y capacidad de resistencia de quienes acumularon poder. Otro factor son las decisiones tomadas por el Presidente que erosionan sus posibilidades de éxito. Explicaré esto último en un texto posterior.

LA MISCELÁNEA

El urbanismo salvaje arrasa el país y Veracruz también destaca en ese terreno. En Coatepec están construyendo un fraccionamiento que viola las normas urbanísticas y ambientales. El dueño de la fraccionadora es David Velasco Chedraui, ex presidente municipal de Xalapa (Veracruz) y candidato a diputado local por el PRI. Los vecinos se inconformaron y la empresa demandó penalmente a tres. Uno de ellos es Ernesto Isunza Vera, un hombre decente y un distinguido académico del CIESAS. ¿Hay alguien en el gobierno de Peña Nieto capaz de poner algo de orden en Veracruz?

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