martes, 6 de diciembre de 2011

La miseria en Wirikuta, aliada de la minera canadiense First Majestic Silver


Cuando termine de explotar la tierra la compañía se irá y la gente volverá a la pobreza; sólo dejará contaminación y devastación, advierten los opositores a este proyecto

MAURICIO FERRER

No todo lo que brilla es oro en La Luz. El único halo de iluminación de este pequeño poblado de 40 familias, preámbulo a la pétrea Real de Catorce, en San Luis Potosí, es un vestigio de Hollywood: “setcinematográfico de Las bandidas”, se lee sobre una barda a punto del derrumbe.

La española Penélope Cruz y la mexicana Salma Hayek le dieron en 2007 a La Luz la posibilidad de renacer. Y La Luz salió en la pantalla grande. Y fue parte de la alfombra roja debido a la cinta que las actrices protagonizaron en 2007 en ese punto de México. Y entre balazos, acción y la afluencia que en su momento alcanzó La Luz, también se apagó.

Hoy, en La Luz, no quedan más que fierros viejos. No quedan más que ancianos que alcanzan a vender 30 pesos de elotes quemados untados con mayonesa, sal, chile y limón a los turistas que van a Real de Catorce. No hay sino mujeres con cabelleras blancas que gritan a todo pulmón: “¡dulces, chicles!”, en aras de sacar algo de plata. No abundan más que famélicos perros que husmean por aquí, por acá en busca de un hueso que aplaque la tripa.

Fierros viejos, oxidados, huellas de un pasado enriquecedor. Plata, oro. Todo brillaba en La Luz cuando la mina de Santa Ana prometía un imperio de abundancia. Días del recuerdo, fósiles de lo que alguna vez fue esta ciudad, que se pierde entre el silencio, el terregal y el sonido del cencerro de una chiva que camina sin saber a dónde ir. Es que en La Luz no hay nada. Lo que existe, mero espejismo: el intento de la empresa canadiense First Majestic Silver por reabrir Santa Ana –cerrada hace casi dos décadas–, y explotar el oro y la plata subyacente en la veta madre que atraviesa 20 kilómetros de la sierra de Catorce hasta la vena de San Agustín, a menos de mil metros del Cerro Grande, uno de los puntos principales de Wirikuta, la extensión desértica de 140 mil hectáreas donde, para el pueblo wixárika (huichol) se hizo la vida.

Acá en La Luz no hay Brads Pitt, ni Julias Roberts, ni Penélopes Cruz, ni Salmas Hayek. Hay, si acaso, Juanes, Vidales, Ramiros. No hay contratos de millones de dólares, ni papeles protagónicos. Los únicos que existen, o que han sido ofertados por la First Majestic Silver, oscilan entre los 900 pesos y los tres mil semanales para limpiar los terrenos de Santa Ana o bien, para explorar hasta 300 metros de profundidad en busca de los metales que sí resplandecen.

El contratista responsable de integrar un set de mineros para First Majestic Silver se llama Ramiro Moreno. Es El Ramirín, originario de Potrero, un ejido cercano. Así le conocen. Su padre también se llama Ramiro. Y también hacía lo mismo: reclutaba gente para el trabajo en Santa Ana.

“Apoyos sustentables”, dice El Ramirín al tiempo que mueve la cabeza de arriba a abajo. Es lo que han pedido a la canadiense que, según él, ha tabulado: tres mil pesos semanales a quienes piquen piedra en busca de la riqueza subterránea de La Luz. Los mentados “apoyos sustentables”, describe el comandante en jefe de los próximos mineros son: guarderías, hospitales, escuelas.

“Beneficios sociales”, a los 750 empleos prometidos por First Majestic, añade Ramirín. Todo eso, dice, este mismo año. Pero la única benevolencia social que hasta el momento ha concedido la minera es emplear a 15 hombres que limpian y dejan impecable la entrada a Santa Ana. Quitan, ponen. Maleza, escombros fuera. Un trabajo que va desde las ocho de la mañana hasta que la luz del día baje su intensidad. Una labor que, para First Majestic –una compañía que cotiza en la Bolsa de Valores de Nueva York y cuya producción de plata en 2010 alcanzó los 6.5 millones de onzas del metal– significa... 900 pesos semanales.

“Las actividades de First Majestic en la zona se iniciarán con la construcción del Museo de Minería en las instalaciones que ocupa la vieja Hacienda de Santa Ana (La Luz). Este nuevo museo será una parada de interés para turistas que visiten el área y dará empleo a gente de la localidad. En este momento se está evaluando el proyecto y la inversión requerida. Una vez finalizada la evaluación, First Majestic procederá a obtener todas las autorizaciones y permisos necesarios. El propósito del Museo de Minería será mostrar la imagen integral de la actividad minera en el pasado, presente y futuro”, reza en una lona impresa que pende de la entrada de Santa Ana.

El proyecto completo abarca la construcción de un túnel desde la Presa de Jales, a menos de mil metros de la entrada a Santa Ana, que atravesará la veta madre hasta salir a unos 992 metros del Cerro Grande, uno de los sitios sagrados, junto con el Cerro del Quemado, más importantes de Wirikuta. En 2009, First Majestic Silver compró al gobierno federal, a un precio de tres millones de dólares, 22 concesiones que comprenden seis mil 326 hectáreas y, de las cuales, un 70 por ciento de ellas se ubican dentro de Wirikuta, lugar que, entre sus títulos cuenta con un decreto de Área Natural Protegida desde 2000.

En Wirikuta, para los huicholes se originó la vida. Desde tiempos remotos, los wixaritari emprendieron una peregrinación en busca de la luz. Caminaron casi 550 kilómetros desde San Blas, en Nayarit, hasta la sierra de Catorce, siguiendo a un personaje mítico cuyo espíritu vive en el híkuri (peyote). Llegaron a Wirikuta. En el Cerro Grande, según la historia de ellos, salió el Sol y, en el Cerro Quemado, se postró. Dejó ahí su rostro que se aprecia en un conjunto de piedras que definen ojos, nariz y boca. Ahí, entre el cielo, el Sol, el desierto, el viento, el vuelo del águila real –especie endémica– nació la vida para ellos. De ahí su importancia, su lucha contra la invasión de la empresa minera.

Pero en La Luz, la batalla a librar es otra. La pelea por un peso es lo que importa. La lucha por un bocado es cada día. Unos 150 pobladores de La Luz, hasta enero pasado, habían solicitado empleo a First Majestic Silver. De lo que sea, según Vidal Puente, juez del poblado.

“Pos sí, pero acá la gente no tiene trabajo”, responde el hombre cuando se le recuerda lo que implica el proyecto minero a los huicholes. Y le importa un comino, igual que al Ramirín, las afectaciones a la salud por tal actividad.

“Nosotros ahí jugábamos futbol de niños”, se ufana al referirse a la Presa de Jales, conformada por los desperdicios de la anterior minera. En esos escombros, según los cálculos del habitante de Potrero, existen por lo menos dos kilos de plata por tonelada que nadie ha sacado.

El cianuro es lo de menos cuando la panza exige. El contaminante tampoco significa nada para algunas de las 200 familias de Potrero que han visto cómo otras mil han tenido que emigrar y el sitio se ha vuelto casi fantasma.

Son las 12 del día, Víctor Puente, padre de Vidal y ex minero, recuerda los 13 años que tuvo de bonanza cuando laboró en Santa Ana. El cierre de la mina sólo le dejó las bolsas del pantalón vacías.

Cuando el Sol calienta a todo, el viejo apenas tiene 30 pesos con 50 centavos en el bolsillo por la venta de elotes. Elotes que, si no se venden, ya ni comer se pueden, dice. Ya no le calman el hambre, el apetito, la desesperanza, la pobreza, la soledad, la incertidumbre que alumbran a toda La Luz.

Vienen, se llenan los bolsillos y se van

“Si un minero, hoy, le pega a una veta de oro, él obtiene su mismo salario. No es lo mismo con el empresario. El minero no participa en la riqueza, todo se centraliza y nunca ve nada de las ganancias. Todo se va a México, a la Bolsa de Valores y el minero, nada. Acá está la muestra: una compañía que trabajó durante 20 años y ¿qué dejó? Nada. Pura contaminación y desgraciadamente pobreza”, dice Humberto Fernández, un empresario hotelero de Real de Catorce, perteneciente al Frente Tamatzima Huaha, surgido en 2010 para hacer frente a la empresa minera. La agrupación alberga a representantes de las comunidades huicholas de Santa Catarina Cuexcomatitlán, San Sebastián, Tuxpan de Bolaños, en Jalisco, Banco de San Hipólito, en Durango, ejidatarios y más de una decena de organismos civiles que abarcan la iniciativa privada, la academia y defensores de los derechos de los indígenas.

First Majestic Silver tiene en operación tres minas en México: La Parrilla, en Durango; San Martín, en Jalisco; y La Encantada, en Coahuila. Su apuesta en 2011 es Del Toro, en Zacatecas y el proyecto Real de Catorce, en San Luis Potosí.

“Lo que falta son alternativas para la gente. En Real de Catorce, por ejemplo, el 95 por ciento de la gente vive hoy del turismo. Un 80 por ciento del turismo que hay es religioso, en las fiestas de San Francisco, hasta 20 mil personas llegan en un día. Es un desmadre (...) pero la mina, ya lo hemos visto, las minas trabajan 10, 15 años, cierran, se llevan la riqueza, se van y dejan toda su contaminación”, describe.

En diciembre de 2010, a petición de la Asociación Jalisciense de Apoyo a Grupos Indígenas (AJAGI), la Universidad de Guadalajara llevó a cabo estudios en 70 muestras líquidas, sólidas, de tejido vegetal, suelo, cabello, piel, entre otras, recabadas en Wirikuta.

Los resultados revelaron una alta concentración de metales como el plomo y químicos, como el arsénico, en la mayoría de las muestras, incluida la de peyote. De tres peyotes recolectados por miembros de AJAGI, cerca de la comunidad de San José, dos de ellos presentaron concentraciones de plomo, arsénico y bario. El otro presentó plomo, de acuerdo con el análisis hecho por el Laboratorio de Salud Ambiental de la UdeG, al cual La Jornada Jalisco tuvo acceso.

“Recolectamos muestras de águila real y de otras dos especies de aves también protegidas en la zona. Nos llevamos plumas y, en el estudio, salieron con plomo y arsénico (...) hay una contingencia ambiental generalizada por metales pesados debido a la actividad minera que sólo ha dejado la riqueza de empresarios y la pobreza, desecación y contaminación en la gente. En La Luz, toda la gente quiere la mina, pero más que eso, quiere trabajo. El altiplano potosino es una zona olvidada por el Estado. Los habitantes quieren trabajo a pesar de la contaminación, las condiciones de esclavitud y los riesgos a la salud”, dice Tunuary Chávez, miembro de AJAGI.

Petra Puente, primera ex alcaldesa de Real de Catorce por Acción Nacional, relata: “hay bastantes problemas de salud en la zona; hay casos de insuficiencia renal porque la gente toma agua que tiene contaminantes. Está por ejemplo la comunidad de San José; en esa zona las personas tienen problemas de salud por el agua, porque tiene altos contenidos de plomo y otros metales”.

Originaria de La Luz, Petra Puente dice que fue testigo en sus años de infancia, de cómo la actividad minera acabó con pirules, manzanos, perales y demás flora afuera de las puertas de Santa Ana.

“Uno solo de ellos, el que queda, sobrevivió”, expresa. Y recuerda. “Cuando fui presidenta vino la empresa minera Real Bonanza, de José García. Pidió permiso para hacer un camino, sobre la ruta turística de la Asociación de Caballerangos (guías turísticos que ofrecen paseos a caballo). Dijeron: ‘maguey que quitemos lo reponemos’. Para no hacerla larga ni siquiera pusieron un nopal en la ruta que abrieron que, al final fue cerrada por las quejas de los turistas”.

A ello, según Petra Puente, se suma la oferta que las empresas mineras hacen a la clase política. “Ellos ofrecen dinero por derecho de suelo. En otros municipios, por ejemplo, en Zaragoza, una empresa de cal ofreció 60 millones para cambio de uso de suelo. ¡Imagínate 60 millones de pesos, 100 millones, cuando el presupuesto de un municipio como Real de Catorce es de apenas 10 millones de pesos! ¡Imagínate un presidente municipal que nunca ha tenido dinero en la mano!”, exclama.

“Aquí en Real de Catorce, si la mina abre, lo más que dará empleo será durante cuatro o cinco años. No es mucha la plata que quedó pero, las consecuencias a futuro serán graves, sobre todo si utilizan cianuro u otro tipo de solventes que pueden llegar a contaminar mantos acuíferos. A la larga, la mina dejará más que beneficios puros perjuicios”, asegura Ernesto Vega, sacerdote de Real de Catorce.

De acuerdo con el Pronunciamiento en Defensa de Wirikuta firmado por el pueblo wixárika de los estados de Jalisco, Nayarit y Durango, y otros organismos civiles y académicos, el 23 de septiembre de 2010, el daño debido a la actividad de First Majestic Silver será irreversible para tres mil 500 personas.

“Hay una canción de Gabino Palomares que dice que en tiempos de las bonanzas mineras, vienen los que exploran las minas, se llevan la riqueza y dejan la pobreza... al final, la riqueza que existe en las minas no se queda con la gente, se la llevan quienes tienen los recursos y creo que esto es lo que se va a volver a repetir”, concluye el párroco.

Fuente: La Jornada de Jalisco

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