miércoles, 1 de junio de 2011

Malos instintos. Políticos nugatorios de democracia


LEOPOLDO GAVITO NANSON - LUNES, MAYO 30, 2011

Hace 43 años los ciudadanos jóvenes checoslovacos pusieron la cara y el pecho frente al régimen prosoviético en Praga. Era 1968. Vietnam del norte lanzaba la ofensiva del Tet –el año nuevo lunar– contra las fuerzas norteamericanas. En París, mayo se convertiría en el ícono de los puntos de quiebre. En México, un baño de sangre que pretendía ser punto final dio inicio la agónica apertura de un régimen acartonado autoritario que, pese a la alternancia formal, aún no termina por concretarse. La genética autoritaria es de difícil modificación.

Mayo de 2011 ha mostrado a la sociedad global el mundo posible. Un súbito sismo de ciudadanía empoderada que se mueve y concentra convocada no por propaganda ni discursos de líderes ni mesianismos, sino por la inasible omnipresencia de las redes sociales que derriban regímenes autoritarios de décadas o que trascienden la demanda inmediata para alcanzar la exigencia política de reformas estructurales.

En el Magreb de Argelia y Marruecos; en Siria, en Jordania, en Yemen o Bahréin se exige la renuncia de gobernantes y reformas políticas. Son reprimidos y reaparecen por miles para ocupar plazas. En España el 15-M decidirá al momento de escribir esto si prolongan las protestas o se retiran de la Puerta del Sol. Las asambleas madrileñas debaten, las 144, si siguen o no acampados. Hace menos de 15 días que la policía intentó dispersarlos. Crecieron las protestas. Sin consignas excepto la conciencia del imperativo de “democracia real ya” y la responsabilidad individual de cada persona que sale a la calle, al espacio público, y permanece en él por el solo hecho de que es público, es suyo y no está conforme con el orden.

Los partidos políticos sin reflejos útiles para reaccionar frente a algo que por su sola existencia, les reclama su falta de representatividad. Hay razones para el enojo. Los partidos han hecho del interés público una plataforma para el interés privado. Las organizaciones de representación intermedia dejaron de representar a la sociedad y las formas de entender el mundo, para representarse sólo a sí mismas, pero recargadas en el público.

Así sucede en el mundo, al mismo tiempo México revela lo profundo de sus rezagos democráticos, lo alejados y adversos que son los miembros activos de la política y sus organizaciones de los intereses de la ciudadanía.

Y ante eso, ante las crisis, la genética autoritaria mexicana aflora por doquier y bajo cualquier motivo medianamente verosímil. La total incompetencia del gobierno ha puesto al país en la corriente de la inviabilidad, de la crisis de Estado, del Estado fallido. Michoacán fue la razón por la que el gobierno declaró su guerra y empezó la espiral de la violencia. En mayo la primera prueba de que el gobierno no tenía ni soca idea en lo que se había metido y había desatado. La primera muestra del poder de fuego de las organizaciones criminales. Un enfrentamiento entre criminales y el Ejército que duró horas y con bajas en los dos bandos. Los delincuentes hechos fuertes en una casa rodeados por fuerzas militares que no podían romper el perímetro. Luego de varias bajas militares el comandante tuvo que apelar al uso de una bazooka para terminar con la resistencia.

Cuatro años después, puede decirse de todo excepto que el gobierno ha recuperado los territorios que reconoció como perdidos o en peligro de perderse. Michoacán es de esos.

Frente a ello, Felipe Calderón decide operar. No instrumenta una solución aceptablemente seria de seguridad, sino que decide operar políticamente. Pero para ello requiere del consenso y aceptación del resto del sistema, los partidos políticos. El PAN, el PRI y el PRD acuerdan entre todos desaparecer a la ciudadanía michoacana y declarar el estado de excepción virtual en Michoacán. La justificación genial se articula con la idea de que el próximo gobernador será por un trienio y medio que la violencia causa tal inestabilidad que es incierta la sanidad de un proceso electoral. El PRD y el PRI coinciden y entre los tres partidos se encaminan hacia la aberración de una candidatura por consenso entre los tres. Algo así como el lopezportillazo en 1976 pero con la participación de todos, no el retiro de todos los partidos del proceso electoral.

El jueves pasado la Legislatura, el Instituto Electoral y el Tribunal Electoral michoacanos dijeron que la propuesta de las dirigencias nacionales del PAN, PRI y PRD era posible a partir de la figura de una “alianza generalizada”. Al fin y al cabo se trata del interés superior de la partidocracia y sus dirigencias que con cinismo se atreven a ofrecer elecciones gatopardistas, igualmente costosas, pero simuladas. Lo que opine la ciudadanía es irrelevante porque el estado es ingobernable y no hay garantías porque el crimen los rebasa. Dicen.

Aunque al día siguiente del inusual anuncio de las tres dirigencias partidarias, el PRI y el PRD recularon de la posibilidad de candidato único aunque Gustavo Madero sí confirmó el propósito de postular un candidato de unidad para las elecciones de 13 de noviembre. Fue el único que dejó abierta la posibilidad, lo que confirma que el promotor de la inusual por cínica iniciativa fue el propio Calderón Hinojosa. Lo que a su vez confirma su desesperación por tener que reconocer que su administración toda es un fracaso que se trasciende a sí mismo al grado de arriesgar la viabilidad del Estado. Por lo pronto, el hecho es que sí hubo un encuentro de dirigentes para “explorar” la posibilidad concreta de prescindir de la ciudadanía para elegir gobernador en el estado natal del Presidente, donde empezó la guerra. Todo el asunto es de belleza casi poética.

Pero si cupiera alguna duda de los reflejos antidemocráticos íntimos de la clase política, ahí está el artículo de Jesús Ortega Martínez, ex dirigente del PRD, publicado la semana pasada en el periódico Excélsior y en donde reflexiona sobre el 15-M madrileño.

Ortega la atribuye a los efectos de la crisis económica y el paro. Sostiene que la movilización ciudadana ha trascendido los reclamos de empleo, seguridad social, mayores ingresos, vivienda, para ir mucho más allá y exigir el equivalente de una reforma política de Estado, el fin del bipartidismo, candidaturas independientes, castigo a políticos corruptos, democracia plebiscitaria, control ciudadano, transparencia de los partidos. Para Ortega esto revela no sólo una crisis económica, sino una crisis de gobernabilidad. Y, por extensión, una crisis de Estado. Cito: “En España, como en México, se hace explícita, según dice Claus Offe, la separación –cada vez mayor– del poder y la política. En este infausto divorcio, escribe Offe, se hace manifiesto que los centros ortodoxos de los poderes económicos, militares, culturales, antes condensados en el Estado-nación, son ahora socavados desde 'arriba' y desde 'abajo'. Apela luego a otra cita de Zygmut Bauman para sustentar el dicho de que lo público está en retirada, es tierra de nadie, en proceso de abandono y vacante a la espera de cualquier aventurero ansioso de invadirlo”. Como ejemplos menciona a Fujimori, a Berlusconi y a Collor de Mello que se apoyaron en el descontento popular para apropiarse de el y justificar su presencia. Y razona, la crisis del Estado no se soluciona si se le continúa deteriorando hasta su destrucción y caída; eso es un suicidio para las sociedades modernas y así ni se restablece ni se alcanza la gobernabilidad democrática. Por el contrario, con la lógica de 'entre más peor para el país, mejor para mí', lo que se hace es abrirle paso a la regresión autoritaria”.

Parece que la idea misma de la organización social propia, convocada por ella misma con el uso de las redes sociales como instrumento. Espontánea y en sintonía con el hartazgo individual miles de veces repetido para convertirse en comunión social, es algo impensable para el ex dirigente perredista. El fenómeno de Madrid, la Plaza del Sol, de Barcelona, Plaza Catalunya, socava desde la visión de Ortega al Estado, lo deteriora hasta su caída. Es un suicidio. Y dice: La respuesta está, paradójicamente, en la política; en la capacidad de los políticos para entender, más allá de sus intereses inmediatos, la necesidad de reformar el Estado, para que éste recupere su legitimidad y fuerza sostenidas en respetar y hacer respetar la ley.

Es ése precisamente el punto. Los políticos anteponen sus intereses personales y de partido a los intereses ciudadanos. Es eso el fundamento de la partidocracia. Salvo contadas excepciones en la fundación de las democracias modernas, los políticos medran con el interés público. En distintas gradaciones y con cinismos diferentes eso hacen. Wikileaks, Internet, M-15 sobresalen como signos o puntos de posible inflexión de que las cosas cambian. Es un nuevo paradigma que políticos, académicos y observadores harían bien en estar atentos.

Con un movimiento como el 15-M no se mina al Estado, se corrige a los operadores, a los intermediarios por la vía y con el mensaje claro de prescindir de ellos.

No es casual que el controversial Ortega, junto con Zambrano, haya puesto a PRD en el borde de una crisis terminal. Capaces de pactar y validar con ello el escamoteo de la voluntad ciudadana una y otra vez. No es fortuito tampoco que sea esta dirigencia perredista la que haya coqueteado o coquetee aún con la idea de desaparecer la democracia en Michoacán bajo la aberración de un pacto entre partidos nugatorio de la ciudadanía. La mente maestra detrás de extraviado dislate es el presidente Felipe Calderón. Quien quiere bajo el eufemismo atenuador del candidato único llanamente suspender las elecciones en Michoacán.

Lo realmente inquietante, es que con esta intención antidemocrática excepcional faltan aún cosas por ver en lo que resta de año y medio.

*Es Cosa Pública

leopoldogavito@gmail.com

Fuente: La Jornada de Veracruz

No hay comentarios: