lunes, 28 de marzo de 2011

Las tenebras de las izquierdas partidistas

Dos viejos ex guerrilleros hojean el periódico y conversan en un cafetín de la colonia Condesa. Visten pantalones de mezclilla, sacos de pana y gorras de pelo de conejo. Son chaparros, fuertes, aunque un poco barrigones. Uno es blanco, de barba amarillenta; el otro, lampiño y prieto. Antes de “arribar a la forma superior de lucha: la que se libra con las ideas bien enraizadas en el alma y las armas en la mano para transformar de tajo la sustancia de las cosas”, fueron líderes de normalistas rurales, jornaleros agrícolas; después, prisioneros políticos, indigenistas, promotores culturales. Ahora recuerdan, leen y conversan:

–La izquierda partidista siempre será tenebrosa, fantasiosa y convenenciera. Les vale pura tiznada el pueblo y el devenir inexorable de la historia. Ellos van por lo suyo, pasando por encima de quien sea, hasta de su progenitora, de resultar menester, sin medir las consecuencias de sus actos execrables. Lo único que les importa es ganar para sí mismos, engordar por ese camino sus egos infinitos y, a partir de que hay democracia, sus billeteras de piel de tortuga, con todo lo que ello significa –dijo el anciano sin barba.

–No cambian. Sus métodos son milimétricamente iguales desde que los conocemos. ¿Te acuerdas del Congreso de Ayotzinapa? Fue en mayo de 1969. Los compañeros Lucio Cabañas y Genaro Vázquez ya andaban en la sierra, y muchos nos disponíamos a seguir su ejemplo revolucionario. El gobierno al servicio de la burguesía temía a otro 2 de octubre, como las monjitas al demonio… porque sabían que ahora sería al revés: con todo el muerterío de su lado. Y, para evitarlo se propusieron cooptar o desbaratar a las normales rurales, el verdadero bastión del ejército revolucionario en ciernes. El Congreso era para anticiparnos a la embestida del gobierno, para ganarle la iniciativa, organizar la resistencia y detectar a los futuros cuadros del movimiento revolucionario. Para entonces era tan claro como la luz del día que los métodos reformistas y democráticos no eran viables. Insistir en ello era llevar al matadero a la vanguardia, es decir, a lo más consciente y organizado del pueblo. La lucha de los oprimidos tenía que darse con las armas en la mano, ojo por ojo, diente por diente, contra los esbirros de la burguesía. Y mientras nosotros pensábamos en los objetivos superiores del proletariado, los tenebrosos del Partido Comunista y los de la Central de Estudiantes Democráticos y los de la Unión Internacional de Estudiantes y demás membretes rimbombantes cuyas bases y estructura nacional éramos nosotros, los normalistas rurales, intrigaban para ocupar las principales posiciones del comité nacional de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, fundada en tiempos de Lázaro Cárdenas para sacar de una vez por todas a los parias del campo de la marginación y la pobreza. ¡A los disidentes nos ofrecieron tres o cuatro carteritas del comité ejecutivo nacional, a cambio de que nos calmáramos y desistiéramos de la necesidad de expulsarlos del Congreso! ¡Tan imbéciles nos consideraban que nos ofrecieron unas rebanadas de nuestro pastel! –dijo el barbón.

–Bueno, es que durante mucho tiempo nos embaucaron con los viajecitos a la Unión Soviética y a la Europa del Este, cuando no conocíamos ni siquiera la gran capital de la República. ¡Pero los expulsamos del Congreso y los desterramos para siempre de las normales rurales! Allí donde Lucio Cabañas aprendió a pensar y se volvió rebelde. Y ahora, míralos, siguen igualitos, en las mismas tenebras, repartiéndose cuanto pueden, transando a diestra y siniestra, con quien sea, donde sea y para lo que sea. Con tal de mantenerse prendidos a la ubre presupuestal, no les importa la teta que les toque –dijo el prieto.

–Mira lo que dice la Padierna, desde su flamante posición de secretaria general del PRD: “el PAN va en picada, para qué unirnos a un partido que puede ser ancla y hundirnos… Nosotros no vamos a ir a votar por un candidato patito teniendo al mejor candidato de las izquierdas, que es Alejandro Encinas…Cualquier otro distinto de Encinas no pinta para ganar… En el país están dadas las condiciones para que la izquierda gane. En todas las encuestas, en todos los diagnósticos, la gente está repudiando los gobiernos de derecha: no quieren más PRI, no quieren más PAN… Nosotros tenemos el anhelo de ganar, de triunfar...” No se unen al PAN porque va en picada, como un ancla que puede hundirlos. Ganar. Triunfar. Izquierdas. Derechas. Revolturas y rupturas. Ganar el poder. Triunfar en las urnas… ¿Para qué? Para ganar la presidencia de la República. ¿Y luego?

–Y luego, pues, lo que ya sabemos, porque lo hemos visto: ¡a cebarse con el presupuesto! ¡A dilapidar la riqueza social! ¡A treparse en los encorvados lomos de los oprimidos! Es verdad que la gente no quiere más PRI, ni más PAN; pero tampoco quiere más PRD con chuchos y padiernas tenebrosos lamiéndose las mieles del poder que les chorrea de los bigotes.

–¡Qué tiempos tan oscuros nos ha tocado vivir!

–¡La tenebra negrea la luz del horizonte!

saul-1950@hotmail.com

Fuente: La Jornada de Veracruz

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