miércoles, 30 de marzo de 2011

Fracaso, partidos políticos y democracia

VLADÍMIR JUÁREZ

Tan solo unas cuantas décadas atrás, los partidos políticos jugaban un papel menor en el concierto de las democracias latinoamericanas.

México, por sus “usos, abusos y costumbres del poder”, solía ser una nota inconfundible; un ejemplo aparte: un solo director, un solo partido, que orquestaba las reglas del poder.

Tan excepcional era aquella melódica participación de los partidos políticos en México que el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en 1990, calificó al sistema político mexicano como la “dictadura perfecta”.

Explicó: “la dictadura perfecta no es el comunismo, no es la Unión Soviética, no es la Cuba de Fidel Castro: es México, porque es una dictadura de tal modo camuflada que llega a parecer que no lo es, pero que de hecho tiene, si uno escarba, todas las características de una dictadura... Un partido que suprime por todos los medios, incluso los peores; aquella crítica que, de alguna manera, pone en peligro su permanencia...”. Sin duda, la transparencia con la cual Vargas Llosa devela al sistema político tuvo eco.

De esta forma, la primera clave para la democracia mexicana fue requerir de partidos políticos que ejercieran las funciones sociales que están llamados hacer: a) la socialización política, b) la movilización de la opinión pública, c) la representación de intereses sociales, y d) la legitimación del sistema político. Con tonalidades y colores, los partidos políticos fueron tomando butacas ante este nuevo escenario que se presentaba incierto para México.

A dos décadas de su presencia en la vida política del país, y una vez transparentado y resuelto el problema de cómo acceder y distribuir el poder, de inmediato, ante el público, se abrió un nuevo problema político: cómo controlar al “poder democrático” de los partidos políticos, cómo evaluar –más allá de las elecciones– el ejercicio de los legisladores. Más aún, cómo fue que los partidos políticos entonaron un himno propio y disonante ante sus primeras tres funciones sociales.

En tan poco tiempo, los partidos políticos pasaron de ser el sonoro rugir de la democracia para convertirse en su Talón de Aquiles.

Hoy por hoy, a nivel mundial, y de acuerdo con el Barómetro de Corrupción Global elaborado por Transparencia Internacional, los ciudadanos consideran que las tres instituciones más corruptas son: a) los partidos políticos; b) la administración pública y, c) el Poder Legislativo. El Latinobarómetro 2010 reporta que en México los partidos políticos y la policía son las instituciones con mayor crisis de credibilidad ante la ciudadanía. Y de los encuestados, sólo el 28 por ciento está satisfecho con la democracia.

Por su parte, el Instituto Federal Electoral ha registrado que las elecciones, intermedias o no, han perdido afluencia. Sin titubeos, podemos afirmar que los mecanismos de representación democrática, los partidos están en crisis.

¿Cómo conciliar entonces una relación armoniosa entre ciudadanos y partidos políticos? La respuesta halla resonancia en la segunda clave para la democracia: la transparencia. Pero esta requiere de ciudadanos informados y críticos, los cuales podrán generar los equilibrios de poder ante el fracaso de los partidos.

¿Por qué los partidos políticos ostentan el monopolio de la representación política? ¿Por qué son ellos los únicos vehículos que pueden presentar candidatos en las elecciones? ¿Cuál es el criterio racional vigente para que mediante el sistema proporcional político se deje directamente en manos de los partidos, dos quintas partes de la designación de los diputados y una cuarta de los senadores? ¿Acaso los partidos políticos son las únicas organizaciones sociales capaces de constituir al Poder Legislativo? ¿Cuál es el criterio económico y social que fundamenta su amplio financiamiento público y de espacios en radio y televisión? ¿Por qué si las bancadas partidistas proponen, acuerdan, nombran y/o ratifican a ministros y altos funcionarios del gobierno en turno, no son responsables de los errores de éstos?

De acuerdo con el Inegi, nuestro estado tiene poco más de un millón 100 mil habitantes. No obstante, existen 10 partidos políticos registrados. Y la pregunta obligada es: ¿son necesarios?

Difundidos de transparencia

Ya mintió el diputado que los eligió, ya mintió la consejera electa, hoy miente el presidente comisionado de la Caiptlax, ante un despido injustificado de su planta laboral... y ahora qué nos irán a mentir, perdón... a decir.

¡Qué bonita familia!

Fuente: La Jornada de Oriente

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