lunes, 23 de agosto de 2010

Elecciones del Estado


Sergio Gómez Montero
gomeboka@yahoo.com.mx

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla
Federico García Lorca: Ciudad sin sueño.

Las notas de este artículo pudieron escribirse indistintamente antes o después del 4 de julio de este año: los resultados electorales obtenidos esa fecha eran totalmente previsibles desde antes, pues ellos marcaron desde siempre una tendencia muy clara y muy precisa, no manifiesta de manera tan patente como hasta hoy en el país: el Estado, todo el aparato que él representa –el gobierno en sus tres poderes y las instituciones que lo acompañan, incluidos ahí desde luego los partidos políticos–, actuó unificadamente para obtener los resultados obtenidos.

Allí, en ese panorama, se inscribieron el conjunto de corrupciones y tropelías que caracterizaron a las campañas; el cínico ir y venir de un partido a otro de los candidatos; las alianza contra natura de los partidos; la intervención abierta y descarada del crimen organizado en el proceso electoral; la guerra sucia con todas sus variantes (que lo diga, si no, Rafael Rangel Sostmann), y un largo etcétera que sería muy difícil agotar.

Al respecto, lo importante es ver algunas singularidades del reciente proceso electoral.

1. La conformación de un nuevo poder caciquil regional, integrado por los gobernadores y los señores del narcotráfico que han encontrado una nueva manera de negociar con el poder político, aunque no de hacerlo con el Ejecutivo cuya estrategia de favorecer a uno solo de esos señores se contrapone abiertamente con ese nuevo poder caciquil regional. ¿Quién, alguien lo sabrá algún día, asesinó al doctor Torre Cantú y a varios miembros de su comitiva? ¿Fue por rencillas regionales con el narcotráfico local, o como se especula: fue gente del Chilorio power la que se encargó del trabajito para moverle la alfombra al PRI?

2. Existe una crisis profunda de la democracia representativa, expresada en el desdibujamiento total de los partidos políticos nacionales, cuyos principios se han perdido y ellos todos son iguales a la hora de buscar los puestos de elección popular. Elegir, para el ciudadano, ha dejado de tener sentido y de ahí los altísimos índices de abstención que hoy se registran y el sinsentido de los órganos electorales. El problema es: ¿todo será igual para el 2012? Si así fuera, si para ese año se registra una nueva elección del Estado, como es lo más probable, ¿tendrá sentido que Andrés Manuel López Obrador compita electoralmente por la Presidencia de la República?

3. ¿Quién ganó y quién perdió en estas elecciones? ¿Hubo realmente ganadores y perdedores? En ese sentido, en términos electorales, no hubo ni ganadores ni perdedores. Hubo sólo una serie de reacomodos políticos al interior del Estado que van a modificar sólo un poco el manejo de las fuerzas políticas a su interior, tratando sobre todo que para el 2012 no aparezca de nuevo la presencia de López Obrador, ya que, como es lo más probable, si no se logra controlarlo el esquema de elecciones del Estado puede correr peligro.

4. Como sea, vale la pena que quienes compitieron en estas elecciones tomen en cuenta las siguientes palabras del Cristo de Elqui (que no es precisamente un sosias de Rael Salvador) tomadas de la novela del chileno Hernán Rivera Letelier y que dicen lo siguiente: “Buen remedio es para la soberbia del hombre volver la cabeza de vez en cuando y contemplar su propia mierda”.

Fuente: Forum
Difusión: Soberanía Popular

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