jueves, 14 de enero de 2010

Javier Duarte, candidato. Así lo dispone Fidelidad por México

Pulso Crítico

J. Enrique Olivera Arce


A lo largo de los últimos meses es mucho lo que se ha especulado sobre si es o no, decisión unívoca del gobernador Herrera Beltrán el pretender prolongar su mandato imponiendo a Javier Duarte de Ochoa en la titularidad del poder ejecutivo de la administración pública veracruzana. Tanto que en cada vez más amplios círculos del priísmo se da como un hecho que el joven diputado federal será el abanderado del PRI (Fidelidad) en la contienda por la gubernatura, actuándose en consecuencia unos rindiéndole cortesana sumisión simplemente porque es la representación vívida del que dicen manda en Veracruz, otros, posiblemente los más, haciendo interesados cálculos a futuro en torno a la oportunidad de acrecentar prestigio y fortuna en la cercanía del delfín y, los menos, echando los dados a suerte pidiendo al cielo recapacite Fidel Herrera y de marcha atrás en un proyecto que estiman inviable.

Todo esto en un escenario preelectoral en el que no se cuestiona el triunfo priísta en julio próximo, habida cuenta de que el institucional habrá de echar la casa por la ventana para lograrlo, así sea, como es de esperarse, aplicando la manida fórmula de desviar carretadas de recursos públicos en respaldo a quienes resulten agraciados con una candidatura. Lo importante es el triunfo y, considerándose seguro, la calidad de los contendientes fieles es lo de menos.

Así las cosas, a estas alturas no vale la pena desgastarse juzgando si Duarte de Ochoa es o no es “el delfín” a imponer por Herrera Beltrán. Palo dado ni Dios lo quita, ya Fidelidad por México lo acogió como su candidato a la gubernatura. Lo relevante para los veracruzanos y en ello debería ponerse el énfasis, sería el dilucidar si el hasta ahora diputado federal reúne el perfil para asumir el cargo de gobernador de una entidad federativa cual más de compleja, azotada hoy por los efectos de una crisis global que no tiene para cuando amainar. Y aquí es donde la marrana tuerce el rabo.

Delfín o no y al margen de los deseos de la familia Herrera Borunda, por donde se le quiera ver, el joven cordobés carece de los atributos mínimos necesarios para afrontar las tareas que reclama un pueblo hoy lastimado, excluido y burlado. Careciendo de brillo propio, sin carisma, experiencia y sensibilidad política, Javier Duarte está muy lejos del tamaño de liderazgo que hoy por hoy se requiere para sacar al buey de la barranca. Más cuando se le ve seguir los pasos de su amigo y mentor, corriendo de la ceca a la meca expresando barbaridades y adornándose con el mismo triunfalismo sin sustento, en su carácter de intérprete de una diputación federal en la que no se le concede juego alguno. Sin embargo, se le tolera y acepta, porque así lo dispone “el que manda en Veracruz” sin que en ello tenga cabida el sentir de las bases de un partido por principio y razón histórica, anti democrático.

El cómo le resulte al PRI en las urnas el próximo cuatro de julio -más allá de la inercia del triunfalismo anticipado-, tener como abanderado a Javier Duarte de Ochoa, depende sin duda de quienes se le enfrenten desde las trincheras de la oposición panista o de la alianza de centro izquierda que se da por descontado encabezará Dante Delgado Rannauro.

Habida cuenta de que la plataforma programática del tricolor se basa en la continuidad de un régimen venido a menos, sin ideas ni propuestas, fidelidad por México le apostará al triunfo del dinero por sobre el capital político de sus oponentes y, en este escenario, el camino más fácil es el de la descalificación a priori, la guerra sucia en campaña, y el inevitable fraude en las urnas que guste o no al joven cordobés, llevara consigo el desgaste y el descrédito para su persona, como bien lo ejemplifica Felipe Calderón. Así, de obtener el triunfo, este será pírrico, ilegítimo y, por tanto, se asumiría que su gobierno será débil e incapaz para afrontar con unidad y consenso las tareas de reconstrucción tras el tiradero económico y social que tras de sí dejará la crisis.

La apuesta del PRI está ya sobre la mesa, debiéndola ratificar en asamblea un grupo de notables con carácter de delegados. La docilidad de los integrantes de este órgano de decisión, con vestimenta de disciplina partidista, está asegurada de antemano, faltaría ver si en el camino de las aspiraciones de Javier Duarte de Ochoa no se interponen intereses cupulares bajo la batuta de Enrique Peña Nieto, pero eso ya es harina de otro costal. Hoy por hoy el aún diputado federal "haiga sido como haiga sido", parece tener la carta del triunfo, más que sea el de sólo lograr llegar a ser candidato.

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Difusión: Soberanía Popular

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