lunes, 2 de febrero de 2009

La Fragua de los Tiempos

Febrero 1 de 2009 # 803

Doña Concepción García de Corral

En Argentina se les conoce como las Madres de la Plaza de Mayo y desde hace varios años han obtenido un sitio muy importante en la conciencia nacional. El pueblo, los trabajadores y estudiantes las veneran y respetan y el gobierno tiene que escucharlas y atender sus reclamos. Son las madres de los jóvenes desaparecidos y asesinados durante los años sesentas. Son las madres que un día empezaron tímidamente a exigirle a los generales que les regresaran a sus hijos y cuando se agotaron las esperanzas de que estuvieran vivos ellas tomaron su bandera, asumiendo y haciendo suya la causa y los mismos ideales de cambio por los que habían sido asesinadas sus hijas y sus hijos. Con su persistencia y su inteligencia, las Madres de la Plaza de Mayo han construido uno de los frentes ciudadanos más influyentes en Argentina.

En México surgieron desde 1978 de igual manera, reclamando a sus hijos y se les identificó simplemente como las “doñas”, fueron las madres de los jóvenes guerrilleros secuestrados por policías y militares desde el inicio de los años setenta. En el norte, fue doña Rosario Ibarra de Piedra la que empezó en Monterrey reclamando a su hijo Jesús, al principio casi sola, pero poco a poco llegaron otras mujeres desde Guerrero, Jalisco y Chihuahua, hasta que construyeron el “Comité de madres de desaparecidos, exiliados, perseguidos y presos políticos”, construyendo desde entonces un movimiento contra la impunidad y el olvido.

Del estado de Chihuahua participaron en este Comité de madres: doña Concepción, Judith Galarza Campos, Eudelia Lucero de Espinoza, Carmen Cervantes de Soto, Irma Chavarría de Coronel, de ciudad Juárez; Laura García de Gaytán de Ignacio Zaragoza y Elodia García de Gamiz, Alicia Merino de de los Rios, Socorro Varela y María Luisa Fierro de Navarro, de Chihuahua.

El primer gran logro de las gestiones de las madres de desaparecidos y presos llegó durante el sexenio de López Portillo, cuando el gobierno se vio obligado a liberar mas de cien jóvenes que habían permanecido en calidad de “desaparecidos” en cárceles clandestinas de México. A partir de entonces y como manifestación de júbilo se presentaron con el nombre de “Comité Eureka”.

En septiembre de 1996 este Comité organizó un evento en el Paraninfo de la ciudad de Chihuahua donde intervenimos con una ponencia y en esa ocasión expresamos la intención de entrevistar durante los meses siguientes a las madres que participaban en dicho Comité. El 25 de septiembre de 1997 acudimos a casa de doña Concepción en ciudad Juárez y ahí en su casa le hicimos una extensa entrevista.

Estar con ella, escucharla, conocerla como la madre de once hijos, tres de los cuales habían perdido la vida por sus ideales revolucionarios: Salvador, Luis Miguel y Heliodoro y Jesús, el más chico en calidad de “desaparecido” fue una experiencia muy conmovedora.

No era doña Concepción la única madre que vivía esa tragedia, ni era la primer madre-mujer que conocíamos en esas circunstancias, en Durango ya nos habíamos encontrado con varias de esas madres atribuladas que transitan la vida con el corazón lastimado por la ausencia de hijos asesinados, pero ese día, con doña Concepción conocimos la intensidad del amor maternal desde otra perspectiva y nunca olvidamos la experiencia ni tampoco a doña Concepción.

Ahora, al enterarnos de que ella murió el 25 de enero nos ha causado un gran pesar y hemos decidido recordarla a través de esta página y a la vez recordarle a los chihuahuenses quien fue doña Concepción García de Corral. Hemos buscado en nuestros archivos el texto de aquella entrevista y después de escuchar su voz y sus respuestas nos ha impresionado su fortaleza, su carácter, su sensibilidad de mujer-madre y nos ha surgido la idea de que doña Concepción encarna a todas esas mujeres sufrientes que educaron a sus hijos como hombres y mujeres libres y que después se los han matado los gobiernos enemigos de la libertad.

Estamos seguros de que un día, esta nación será otra; una patria verdadera con ciudadanos verdaderos, donde la justicia se desparramará por igual entre todos; donde la dignidad será el primerísimo valor y donde democracia y libertad dejarán de ser simples palabras de adorno para los discursos de los políticos. Ese día la historia recordará a Salvador, Luis Miguel, Heliodoro y José de Jesús Corral como lo que fueron, héroes verdaderos, y el ejemplo de las mujeres-madres como doña Concepción García Corral se elevará sobre las conciencias y se les reconocerá como ejemplo de amor maternal, como las madres de todos nosotros.

La madre (Memorias)

Concepción García Esparza

Mi nombre es Concepción García Esparza, nací el 2 de julio de 1917. Soy originaria de Corrales, Durango; del municipio de Tepehuanes. Este pueblito está casi al pié de la Sierra, está cerca del río Tepehuanes. Cuando vivíamos allá tenía poco más de cien habitantes; desde entonces mucha gente ha salido a Estados Unidos, unos han regresado, otros no. La única vida allí es la siembra, y a veces llueve y a veces no.

Llegué nada más hasta 4º grado, que en ese entonces era como el 6º de ahora. Desde chica tenía el espíritu de aprender. Cuando salí de la escuela tenía 14 años; la maestra era una señora enérgica, se llamaba Guadalupe Galavíz; ella fue la maestra que más influyó en mí, fue la primera maestra que mandaron de Durango allí al pueblito de Corrales. Después le dieron la comisión de que pusiera otras maestras por allí en los pueblitos contiguos porque no había.

Mi papá era de un pueblito cercano que se llama Sandías y como allí tenía mucha familia me dijo la maestra: “dile a tu papá que te deje ir a empezar la escuela en Sandías donde él tiene muchos familiares” pero no me dejaron porque decían que yo era muy joven. Entonces decidí casarme porque ya no me dejaron estudiar ni trabajar de maestra.

Mi esposo se llamaba Telésforo Corral Montenegro y también era originario de Sandías, como mi papá. Nació en 1909. Se dedicaba a la agricultura. Falleció el 28 de diciembre de 1980. Era siete años mayor que yo. Nos casamos en 1934. Tuvimos 11 hijos, la mayor era María Luisa que nació el 21 de junio de 1935; Heliodoro el 19 de febrero de 1937; Adela el 17 de diciembre de 1938; Carlos el 5 de febrero de 1942; Roberto el 7 de junio de 1944; Salvador el 7 de marzo de 1946; José de Jesús el 13 de enero de 1948; Rosario el 1 de enero de 1950; Luis Miguel 5 de agosto de 1951; Eloy 1 de diciembre de 1953; y el más chico, Martín 5 de agosto de 1958.

Mi papá se llamaba Julián García. Ellos se vinieron de Corrales a Juárez mucho antes que nosotros. Mi mamá se llamaba Andulecia Esparza y vino primero con uno de mis hermanos. Después llegó mi papá pero cuando apenas tenía seis meses de estar aquí murió un 28 de diciembre de 1950.

En diciembre de 1957 llegamos nosotros de Durango directamente a Juárez, Chihuahua para que los hijos estudiaran aquí. En el rancho vivíamos con la misma modestia que toda la gente. No teníamos comodidades, pero tampoco nos faltaba nada; mi esposo se iba de brasero y venía.

A mí siempre me gustó leer todo lo que se me pusiera enfrente. Me gustaron los libros desde que empecé a aprender a leer. Cualquier cuentito que salía por allí, de “Sal de uvas picot”, o cualquier librito que me encontraba me gustaba leerlo. También me ha gustado la poesía, y de niña declamaba en público en las fiestecitas que había en la escuela.

Siempre procuré inculcarles a mis hijos el interés por la escuela. Heliodoro, el mayor de los hombres nada más estudió hasta 4º de primaria. Cuando Salvador terminó la preparatoria en Durango dijo: “yo me quiero ir a México a estudiar medicina”; y se fue a la universidad, lo mandamos con sacrificios. Jesús estudió la preparatoria, y después nos dijo: “si me dejan ir a México yo también me voy” y se fue al Politécnico.

Antes de que Salvador se fuera a México tenía como 17 años y un día se salió con una camarita a tomar fotos en las colonias de la periferia y cuando regresó me dijo casi llorando:

-Ay mamá, ¡cuánta miseria!, si usted viera cómo está allá.

Y le pregunté:
- y tú qué quieres hacer?
-pues que se acabe esto.
- ¿Y cómo se puede acabar? Esto nunca se va a acabar”.
- Pues se tiene que acabar.
-Pero tú no lo puedes hacer, si quieres ayudar a la gente sigue estudiando y así podrás ayudar a los que quieras, pero ahora ¿qué puedes hacer tú?

Él fue quien empezó con esas inquietudes. Era muy sensible y le dolía la pobreza de la gente, por eso se salió con la cámara, porque ya traía la inquietud.

José de Jesús terminó en el Politécnico y le consiguieron una plaza en Navojoa, Sonora en la Escuela Preparatoria. Luis Miguel terminó su carrera de ingeniería y empezó a trabajar en la maquila “Banda Grande”. En ese tiempo nada más Salvador andaba en la lucha. Tenía un compañero que se llamaba Mónico Rentería y cuando lo detuvieron le dijo todo a la policía, les dio las señas de como estaba la casa, de cuantos éramos de familia, de donde estaban todos.

El 15 de octubre de 1973 llegó la policía buscando a Salvador allá a la casa y como él no estaba se llevaron a Roberto al cuartel, lo esposaron, le taparon los ojos y le apuntaron con la pistola preguntándole dónde estaba su hermano. Ese mismo día vieron a José de Jesús en la escuela, en Navojoa. Fueron a sacarlo con mentiras. Sus alumnos se movilizaron muy rápido y lograron que lo soltaran pero él ya no se quedó allí, se fue a seguir a Salvador. Después también Luis Miguel el más chico se fue con ellos. Todo esto sucedió en el mismo mes de octubre de 1973.

El 2 de febrero de 1974 llegaron a la casa los que habían agarrado a Roberto y le dijeron: ya encontraron a tu hermano estaba tirado en una colonia de Monterrey y quizá lo mataron sus mismos compañeros, venimos a avisarles por si ustedes quieren irlo a recoger. El 7 de febrero de 1974 enterramos a Salvador en el cementerio “El Tepeyac” de Cd. Juárez.

En 1976, el 8 de marzo, agarraron a Jesús en Puebla y lo llevaron al Campo Militar Nº uno. A los pocos días, el 22 de mayo, a Heliodoro le explotó un tanque de gas en su casa, se quemó y murió el día 27. Se dijo que había sido un accidente.

Al siguiente año, en 1977, salió en el periódico la noticia de que habían detenido a Luis Miguel en Puebla y que se lo habían llevado al Campo Militar. Fui hasta Puebla y me lo encontré en mayo de 1977, no era cierto que lo habían detenido, estaba casado con Luz Elena Montoya y estaban a punto de tener un niño.

A mi hijo Luis Miguel lo mataron el 24 de junio, según la policía en un enfrentamiento en un restaurante. Cuando fui a recogerlo lo tenían tirado ya lo habían abierto y me dijeron que había recibido tres balazos. Lo mataron con uno de sus compañeros que yo había conocido en Puebla Me lo llevé a ciudad Juárez y cuando llegué a la casa exploté y con el llanto encima les dije a mis hijos que ya no aguantaba mas. Entonces me dice Roberto

-Ay mamá si usted es muy fuerte.

-Si pero no soy de palo, déjenme descansar, desahogar un poco, aunque ya no tengo lágrimas…ya se me acabaron.

Su niño había nacido el 29 de mayo y muy chiquito nos lo mandaron a ciudad Juárez, él casi no lo conoció. Meses después, el 26 de septiembre también mataron a su compañera Luz Elena.

Después, cuando me repuse volví a México a buscar a José de Jesús, anduve buscando en el Campo Militar, en la Procuraduría y en todas partes, nadie me daba razón. En agosto de 1978 el licenciado Rojo Coronado me recomendó que hablara con Rosario Ibarra. La localicé y me fui a México donde estaba ella, llegué sola a las once de la noche y días después estuve en la primera huelga de hambre que se hizo en 1978. Desde entonces no he recibido ningún indicio de que José de Jesús esté con vida.

En todos estos años yo he aprendido a sobrellevar todo esto, he cambiado en términos de pensamiento para enfrentar todo con valor, antes lloraba y ahora ya no lloro. No me avergüenzo de decir que mis hijos fueron guerrilleros.

En 1980, no recuerdo la fecha exacta, me hicieron una llamada; me dijeron:

- ¿Habla la señora Corral?
- A sus órdenes
- Le estamos llamando para decirle que pronto verá a su hijo
- Y me colgaron.
- Han pasado 17 años desde entonces y nunca he dejado de pensar que mi hijo Jesús está vivo y nunca dejaré de buscarlo.

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