jueves, 3 de abril de 2008

Palenque

Miopía panista

Julio Pomar

Como por ensalmo, el mismo día (lunes 25 de marzo) que el diputado panista Héctor Larios Córdova, regenteador de la bancada azulina y miembro del grupo extremo-derechista El Yunque, anunciaba que Felipe Calderón ya tenía lista una iniciativa (de contrarreforma) energética, miembros del ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente) declaraban en la Montaña de Guerrero que ya están en marcha para iniciar un alzamiento armado y que “no esperarán a 2010 para hacer la revolución”. Lo absolutamente seguro es que ambos anuncios no tienen nada que ver entre sí, sino que por casualidad ocurrieron simultáneamente, pero en el conturbado momento mexicano de hoy todo tiende a interpretarse de manera providencial. A una acción contrarrevolucionaria (la privatización petrolera) corresponde una acción presuntamente revolucionaria (el alzamiento).

Pero el asunto es de llamar la atención. El ERPI ha reivindicado ser el autor de diversos hechos violentos, de provocación guerrillera, en ciudades y espacios rurales del país, aunque otras de diferente origen se les atribuyen. No se les considera militarmente fuertes. No se sabe si sus integrantes cuentan con armas potentes, pero al menos en momentos anteriores han exhibido rifles AK-47 de alto poder de fuego, ni tampoco cuántos son sus adeptos ni su grado de entrenamiento, pero ya tienen años supuestamente alzados en armas en la clandestinidad, de la cual salen en ciertos momentos a realizar acciones. Deambulan en la Montaña de Guerrero, una de las zonas socialmente más pobres del país (allí está enclavada la población de Metlatónoc, que Televisa “descubrió” como la más fregada de México) y son herederos de las guerrillas de Genaro Vázquez Rojas y de Lucio Cabañas Barrientos, ejecutados ambos por fuerzas del ejército en los 60 y 70. Ahora, ese día, se prestaron a que La Jornada los entrevistase para hacer el anuncio de que “decenas de pueblos indígenas han optado por integrarse al ERPI” y a su proyecto revolucionario.

A la acción contrarrevolucionaria que sería la privatización de Pemex, advirtieron: “Desde aquí, a nuestro modo, vamos a defender el petróleo y en general todos los recursos naturales”. Se manifestaron desencantados de los partidos políticos y de los gobiernos de México. “Ya no le creemos a ningún partido político, ni al gobernador (de Guerrero) Zeferino (Torreblanca) ni a Felipe Calderón”. Uno, Torreblanca, porque “es el represor y el empresario que siempre ha apostado a enriquecerse más”, que reprimió a los normalistas de Ayotzinapa (donde en los 50 fue líder estudiantil Lucio Cabañas) y a los maestros en Acapulco. Al otro, porque “el gobierno panista de Felipe Calderón es muy represivo desde el momento en que ocupó el poder, hay más carestía, masacres entre los grupos de narcotraficantes”. En suma, “la marginación, el abandono y la miseria en que viven los pueblos indígenas de la Montaña de Guerrero “podría propiciar un estallido social de incalculables consecuencias”, dijeron. Adicionalmente, rechazaron que se quiera involucrar a la UNAM con las FARC de Colombia ni con las organizaciones revolucionarias que actúan en México. Hacemos un llamado, dijeron los guerrilleros amparados tras nombres falsos, “a todos los indígenas de todo el país a que se sumen al ERPI, porque ya declaramos la revolución, ya han pasado muchos años, la raza indígena sabe que nuestro México es de los pobres”.

Este del ERPI en la Montaña de Guerrero es un elemento aislado de la inconformidad social existente en muchas partes del país, a lo largo y ancho de México, que los gobiernos de derecha, desde los neoliberales del PRI hasta los del PAN, han venido acicateando con sus políticas anti sociales y sus desmanes corruptos. En vez de llevar a las comunidades atrasadas como las de la Montaña, clínicas, médicos, escuelas, medicinas, etc., les envían tropas a reprimirlos en sus protestas y demandas. Ya están cansados.

En su versión, están acogiéndose a la conseja o augurio aceptada por muchos de que nos acercamos al año 10 del siglo, que emblematiza que cada cien años hay estallido social violento en México (1810, el levantamiento por la Independencia; 1910, la revolución social). No se trata de asumir cifras cabalísticas, pero sí de entender que hay grupos sociales que están en las últimas de su capacidad de aguante ante las injusticias y las represiones, coincidentemente con el primer decenio del siglo. No sólo en Guerrero, sino en todo el país, mientras el actual gobierno, desentendido de ello, está dedicado a impulsar una reforma energética a todas luces violatoria de la Constitución y de la soberanía nacional, así como a denostar a Andrés Manuel López Obrador, que ha encabezado la protesta civil contra esa intentona.

Arrogantemente, el yunquista Larios espetó: “No nos preocupan las amenazas de López Obrador, que son hechas todos los días y a todas horas. No es un tema que deba preocuparle a ningún mexicano”. Pero ya ve el protofascista Larios que sí hay gente, aparte de AMLO y sus seguidores, que están pendientes de lo que este gobierno pueda lograr en su pretensión de privatizar Pemex --los de la Montaña de Guerrero-- quienes desde allá, “a nuestro modo”, declaran que van a “defender el petróleo y en general todos los recursos naturales”. Pero la miopía social y política sigue haciendo presa en los panistas por hoy encaramados en el gobierno, que no en el poder.

pojulio2@gmail.com

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