domingo, 23 de marzo de 2008

Desde Cuba, ¡Fidel mató a la Doctrina Monroe! Desde Washington.

Por Saul Landau

Mientras pocos celebran el aniversario de la invasión norteamericana a Irak, la mayor parte del mundo reconoce la compulsión de Bush por la violencia en masa como un acto de arrogancia e ignorancia pre-medieval. Al igual que Viet Nam y Corea anteriormente, la experiencia de Irak y Afganistán han drenado los recursos imperiales en casa.

Sin embargo, lejos de morir, los axiomas imperiales aún tienen supremacía en la política de EEUU. La Doctrina Monroe continúa brindando su guía a los formuladores de políticas. Esta descarada declaración de 1823, que consideraba la interferencia europea en Latinoamérica como "un peligro para nuestra paz y seguridad", surgió mucho antes de que Washington pudiera hacerla cumplir. EE.UU. menoscabó la otra cláusula de la Doctrina -EE.UU. fuera de Europa- cuando entró en la 1ra. y 2da. Guerras Mundiales.

Para la década de 1890 y durante todo el siglo 20, Washington dictó la política al Hemisferio. ¡Ya no es así! Compárense las relaciones latinoamericanas de hoy con las de esclavitud de hace 50 años. En 1958, Washington decidía todo. Las naciones latinoamericanas no se atrevían a votar en contra de los intereses norteamericanos en la OEA o en la ONU, o estar en desacuerdo con la política económica de EEUU. La CIA derrocaba a los pocos que resistían, como hizo en 1954 con el reformista Jacobo Árbenz, Presidente de Guatemala.

En 1959, bajo el liderazgo de Fidel Castro, la Revolución cubana inició una resistencia a largo plazo. En venganza, Estados Unidos lanzó una invasión de exiliados por Bahía de Cochinos, instituyó el magnicidio y el terrorismo como políticas oficiales e instituyó un embargo, mientras mantenía una base naval de EEUU (ahora base de torturas) en territorio cubano. Todo eso, además de imponer el aislamiento diplomático y posiblemente la guerra química y biológica, no privó a Fidel de una comida o de una oportunidad conyugal. Hizo daño a los cubanos, pero fracasó en siquiera levantar una roncha en la espalda del Comandante. Los funcionarios en Washington aún dicen -en privado- que la reanudación de relaciones con Cuba debe esperar a que Fidel sea castigado debidamente.

Mientras Cuba evitaba la desestabilización por parte de EEUU, la CIA se aseguraba de que ningún otro "advenedizo" retara su hegemonía. Derrocaron al Presidente de Brasil Joao Goulart en 1964, ayudaron a desestabilizar al régimen del Presidente chileno Salvador Allende con un golpe de estado en 1973, y se enfrascaron en una larga guerra encubierta durante 10 años contra el gobierno sandinista de Nicaragua.

Tropas de EEUU evitaron la desobediencia en la República Dominicana en 1965 y en Haití en la década de 1990. Presidentes con inclinaciones independientes como Omar Torrijos de Panamá y Jaime Roldós de Ecuador murieron misteriosamente cuando sus respectivos aviones se estrellaron en 1981. Aún no se ha determinado la causa de los "accidentes".

En 2008, la desobediencia se ha generalizado. Washington tuvo que depender del dudoso régimen de Álvaro Uribe en Colombia como "modelo" y estado plataforma para hacer su voluntad. En 2008, tal "obediencia" costó a los contribuyentes norteamericanos unos $600 mil millones para comprar esa lealtad. (Anastasia Moloney, 15 de febrero de 2007.) Uribe preside sobre una cleptocracia que viola rutinariamente los derechos humanos. Calificada de democracia por los tres monos sabios del Departamento de Estado, el gobierno de Colombia continúa alentando a sus súper ricos a no pagar impuestos en un país donde la pobreza y la injusticia coinciden con la violencia y la corrupción. Estas razones muy materiales están tras la incapacidad del gobierno colombiano para sofocar una insurgencia -cruel y cínica- que ha durado más de cuatro décadas.

Durante ese período, el gobierno de Colombia no ha sofocado una insurgencia que se ha ganado una mala reputación hasta entre revolucionarios por sus políticas de narcotráfico y de secuestros. Es más, las FARC y otro grupo insurgente aún controlan un estimado del 20 por ciento del territorio colombiano. Desesperado por mostrar su fuerza hemisférica después de sufrir fracasos en el Medio Oriente y derrotas electorales para sus candidatos en Latinoamérica, Washington -en nombre de la guerra contra el terror- suministró inteligencia a Colombia para detectar la posición de guerrilleros de las FARC en territorio ecuatoriano. El 1 de marzo, fuerzas militares colombianas, con apoyo táctico, logístico y de armamento norteamericanos, atacaron un campamento guerrillero dentro de Ecuador y asesinaron a Raúl Reyes, el vocero internacional de las FARC, y unos 16 guerrilleros más.

Como no desea que el Presidente Hugo Chávez gane prestigio por haber ayudado a que se liberaran cautivos secuestrados por los rebeldes colombianos, Washington alentó subrepticiamente esta operación extraterritorial. El Ministro de Defensa ecuatoriano Sandoval implicó más que eso cuando dijo que los colombianos lanzaron explosivos "que normalmente son conocidas como 'bombas inteligentes' y que EEUU tiene", Sandoval explicó que para localizar al líder Reyes de las FARC, "se uso equipamiento que las fuerzas armadas latinoamericanas no poseen". Las tropas y aviones se desplazaron para asesinar a los guerrilleros de las FARC e irónicamente retardan la liberación de rehenes.

Mientras las nubes de guerra se cernían sobre Colombia, Venezuela y Ecuador, los latinoamericanos zanjaron la disputa entre ellos mismos, sin EEUU y sin intervención de la OEA, cuando se reunieron bajo los auspicios del presidente dominicano Leonel Fernández, de inclinación izquierdista. Uribe se excusó ante Ecuador y juró que nunca se repetiría tal agresión. Entre bastidores, funcionarios de EEUU trataron infructuosamente de presionar a ciertos gobiernos resentes en la cumbre para que condenaran a las víctimas.

Los gobiernos latinoamericanos consideraron que los esfuerzos de EEUU para provocar la violencia, usando a Colombia como su agente, amenaza su frágil soberanía. Es más, los ciudadanos de la mayor parte de los países latinoamericanos se hubieran burlado de sus presidentes si alguno hubiera apoyado la agresión colombiana en nombre de la lucha contra el terror.

Para fines de 1986, el fracaso de EEUU por presentar una política sensata para Latinoamérica y el Caribe durante tantas décadas --a no ser que uno considere que el saqueo es sensato-- hizo que los líderes de la región crearan el Grupo de Río, de 18 miembros, llamado así por fundarse en Río de Janeiro. Aunque excluyó a Cuba, también impidió la membresía de EEUU El grupo se convirtió en una alternativa de la OEA y reflejó las primeras etapas de la desilusión colectiva con la política de EEUU para la región.

Los latinoamericanos pueden celebrar su tranquila emancipación de la Doctrina Monroe, la cual continúa siendo axiomática en los círculos de Washington, a medida que su coincidencia con la realidad disminuye. ¿A quién se le debe dar el crédito por marginar esta Doctrina aparentemente eterna? Irónicamente, Fidel Castro ha desempeñado un papel protagónico en hacer de la Doctrina algo tan… bueno, tan del siglo pasado. Mientras los funcionarios en Washington predecían condescendientemente -y esperaban con impaciencia- la muerte de Castro, cerraban los ojos ante la enfermedad terminal en sus propias políticas.

Ni la clase política ni la clase media han reconocido la nueva realidad. Continúan ridiculizando al cazador de dragones políticos que mientras está sentado en su suite de hospital en La Habana escribe ensayos analíticos. Cuatro de sus hijos ideológicos encabezan gobiernos latinoamericanos: Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. Los primos ideológicos de Fidel gobiernan en Brasil, Argentina, Chile, Guatemala, Panamá, República Dominicana y Honduras. Todos ellos han ganado elecciones libres y justas --algo que Bush no puede decir.

Otros primos o familiares aún más cercanos puede que pronto emerjan victoriosos en Paraguay, El Salvador y Perú. La izquierda debiera celebrar con cautela. EEUU ha renacido anteriormente de sus cenizas, como hizo después de su derrota en Viet Nam. Y los logros socialistas cubanos en salud, educación y bienestar social quedan detrás del ejemplo del Récord Mundial Guinness de Fidel como Rey de la desobediencia ante el imperio.

Sin su desafío, ¿Chile y México, como miembros del Consejo de Seguridad, se hubieran atrevido a retar a Estados Unidos durante la resolución de la guerra de Irak en 2003? ¿Brasil y Chile hubieran convertido a China en su principal socio comercial en detrimento de Estados Unidos?

Una razón adicional para la decreciente influencia norteamericana se relaciona con la caída del dólar. Los países latinoamericanos exportan café y cacao, pero reciben aproximadamente el mismo precio que hace 50 años, cuando, como señaló Fidel, "el dólar tenía unas doce veces el poder de compra que tiene hoy. El simple comercio, cada vez más desigual, está aplastando las economías de muchos países latinoamericanos". (Agencia Cubana de Noticias, 8 de marzo de 2008.)

Venezuela, Bolivia y Ecuador demuestran cómo los ciudadanos pudieron elegir gobiernos que representen sus intereses, en vez de los intereses de los "libres comerciantes". Mientras Cuba lucha por ajustar su orden para enfrentar las quejas populares que van desde más libertad para comprar a más libertad para hablar, su gobierno se beneficia del hecho de que Estados Unidos importó arrogantemente a los enemigos de Fidel. Esos exiliados con sede en Miami causan problemas en Estados Unidos. Ellos han gobernado la "república autónoma de Miami" durante décadas. Hombres de más de 70 años continúan "entrenándose" con armas de fuego en los Everglades o continúan proclamando, como hizo el gritón radial Armando Pérez Roura, que "la única manera de derrocar a la tiranía comunista es por medio de las armas".

Algunos miembros de más edad de la generación de Pérez Roura y sus oyentes aún sueñan con regresar a reclamar sus riquezas, poder y prestigio en la isla. Ellos invocan los viejos y buenos tiempos, cuando la Doctrina Monroe significaba Batista y la Mafia, ese brutal manto de seguridad que los hacía felices.

Los "viejos y buenos tiempos" en Cuba, como la Doctrina Monroe, han muerto. En Miami, las generaciones más jóvenes de cubanos y otros latinoamericanos pueblan la ciudad y hacen que la vieja guardia luzca rancia y opresiva, como cuando dominaba a Cuba. A medida que se acerca el 50 aniversario de la revolución cubana, dentro de unos nueve meses, unos pocos miamenses reconocerán la importancia del hecho que ayudó a enterrar la Doctrina Monroe y permitió a los latinoamericanos crear un camino más independiente en el siglo 21.

Saul Landau es miembro del Instituto para Estudios de Política. Su nuevo libro es Un mundo de Bush y de Botox. Su filme ganador de premios Aquí no jugamos golf, está disponible en DVD por medio de roundworldproductions@gmail.

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