El despertar
José Agustín Ortiz Pinchetti jaorpin@yahoo.com.mx
El fin de los medios
El incidente de Catedral, insignificante en sí mismo, ha dado oportunidad a los medios (la mayoría de los periódicos, la televisión y la radio) de distorsionar los hechos y calumniar a los opositores. Partamos de dos hechos: constituyen un conjunto oligárquico. Sus dueños están vinculados con el conjunto de monopolios que dominan la economía de México y con el gobierno de Calderón, su principal defensa. Su objetivo estratégico no es informar, mucho menos ejercer una crítica del poder, sino mantener adormecida y desorientada a la opinión pública. El éxito de la película de Mandoki es muestra de evolución política. El golpe informativo de la Catedral es señal de lo poco que hemos cambiado.
El control de los medios fue una pieza importante durante la época de la presidencia imperial. Hubo una liberación progresiva y numerosos contradictores a veces heroicos. En esencia ese aparato de control se ha mantenido y reforzado en esta “administración”. La diferencia es que en la época del PRI, el gobierno imponía sus criterios y los medios se comportaban como soldados del sistema; en gran medida se autocensuraban. Hoy el gobierno está determinado por la presión de los grupos de interés y la “línea” es más firme.
Gran parte de la población está creando conciencia y su actitud es cada vez más exigente y participativa. Esta es la única esperanza que existe para el establecimiento de la democracia en México. Sin embargo, no puede negarse que un gran segmento de la población está adormecida por una política de información inteligente, bien diseñada y orquestada, cumplida a detalle y perversa. George Stainer llama a los falsos pedagogos “destructores de almas”; yo les llamaría a estos falsos comunicadores “destructores de la conciencia pública”.
En el incidente de las campanas, la intención obvia es manchar la imagen de López Obrador y del PRD, y acusarlos de sacrílegos y salvajes. Pero es mucho más importante ocultar la propuesta de AMLO respecto de la industria petrolera y sobre todo quitarle el foco a su denuncia de la responsabilidad criminal de Calderón y su equipo en el desastre de Tabasco. Andrés Manuel ha pegado donde duele y el escándalo catedralicio es una forma de ocultar el golpe.
Hay indicios de que existe un mando coordinado donde acuden los editores responsables de los medios a reuniones periódicas y donde se acuerdan las líneas de un plan maestro; las juntas son en Los Pinos, no en Gobernación como antes. Esto les permite responder a las iniciativas de AMLO y al crecimiento de su movimiento. Sus decisiones están alimentadas por el espionaje político y las encuestas. El fin de los medios es la destrucción del movimiento alternativo. Esta prolongación de la guerra sucia engarza con la propaganda obsesiva que se hace en favor de Calderón y que ya le cuesta a los contribuyentes mil 200 millones de pesos. Si se hiciera un análisis de costo beneficio, los resultados serían pobres. A pesar de todas las inversiones, Calderón está perdiendo la confianza de la gente. Los periódicos, la radio y la televisión sólo cuentan con la confianza sólida de un 13% de la población, es decir, los medios alcanzan a aturdir y a paralizar, pero no convencen.
La Jornada 25 de noviembre del 2007
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