sábado, 25 de agosto de 2007

La Plaza de Miguel Ángel

José Vilchis Guerrero

jvilchis1@yahoo.com

* “Es una columna influyente y su autor reconocido como uno de los hombres más informados del país. Estilo inconfundible, sin sobresaltos a la razón ni ocasión para el desahogo de fobias personales, es un espacio donde se puede aprender a leer y a escribir. Porque además del uso riguroso del lenguaje está su formación profesional, abogado y periodista, y su honestidad intelectual”: Javier Corral Jurado.

El 13 de julio de 1977, Cine Mundial publicó por primera vez Plaza Pública. Para entonces Miguel Ángel Granados Chapa ya llevaba 13 años en el periodismo mexicano. Se inició en 1964 en el semanario Crucero que dirigiera Manuel Buendía. Luego pasó por El Universal, vivió los intensos años del Excélsior de Julio Scherer y siguió su trayectoria profesional en Proceso, Unomásuno, La Jornada, para incorporarse a Reforma desde su fundación el 20 de noviembre de 1993.

Así resumió Sergio Aguayo (Reforma, 11-VII-07) la trayectoria de un columnista y una columna que el 13 de julio cumplió 30 años y que su autor no quiso celebrar. Ese día Miguel Ángel publicó:

“El 13 de julio de 1977 apareció por primera vez esta columna en un diario de la ciudad de México. No me autocelebraré porque hoy se cumplan 30 años de ese momento. Me ahorran el rubor de hacerlo los generosos textos de Sergio Aguayo (Reforma, 11 de julio) y Javier Corral (El Universal, 10 de julio), así como la probadita de helado de mamey que me convida Germán Dehesa (Reforma, 12 de julio)”.

Plaza Pública, tituló Javier Corral Jurado el 10 de julio su colaboración, en la que define que la columna, como género de ejercicio diario en el periodismo, conjuga cualidades de los dos mundos, porque no se puede escribir todos los días sin emoción por el mañana y sin el arte de la palabra. Muchos han querido incursionar en el campo, pero pocos logran mantenerse como referentes.

“Como pocos, escribió (El Universal, 10-VII-07) Miguel Ángel Granados Chapa responde a esa vocación informativa y analítica con rigor y empeño asombrosos desde la columna periodística, y en varios aspectos es excepcional su conducta. Entre ellos, la disciplina de su perseverancia y la consistencia de sus posturas”.

Este viernes 13 de julio, añadió, Plaza Pública cumplió tres décadas de aparecer en diferentes medios del país y, difícilmente, ha dejado de publicarse en más de cuatro ocasiones. Son seis días de la semana, cumpliendo cabalmente en medio de vacaciones, viajes, días festivos y en el fragor de los días de la batalla. Hoy por hoy, la columna más antigua del país.

“Pero también es la columna referente de muchos actores políticos y sociales, y no de pocos periodistas, articulistas y reporteros, que en Plaza Pública basan sus análisis, los enfoques de sus comentarios y siguen la pista de informaciones exclusivas que luego captura el reportaje amplio”.

Es una columna influyente, afirma, y su autor reconocido como uno de los hombres más informados del país. Estilo inconfundible, sin sobresaltos a la razón ni ocasión para el desahogo de fobias personales, es un espacio donde se puede aprender a leer y a escribir. Porque además del uso riguroso del lenguaje está su formación profesional, abogado y periodista, y su honestidad intelectual.

Recordó Corral Jurado un episodio del periodismo nacional que involucró a Granados Chapa como uno de los protagonistas, cuándo éste salió con Julio Scherer de Excélsior el 8 de julio de 1976, tras el puñetazo de Luis Echeverría al diario, en el que coordinaba la sección de opinión.

“Aunque el formato de revista les quedara chico, como anticipaban deseosos por la debacle los envidiosos y los cómplices del asalto, estos dos enormes periodistas y otros exreporteros de Excélsior fundaron en octubre de 1976 Proceso, en la que Miguel Ángel ocupaba una de las dos direcciones que se establecieron para la producción periodística y la administración financiera; diseño imposible en el mundo de los grandes”.

Grande resultó Proceso y no chica, comentó; pero la revista necesitaba un solo director. Granados Chapa dejó la dirección-gerencia de Proceso en mayo de 1977, y dos meses después emprendía la obra periodística que lo ha situado en el lugar en el que se encuentra.

Corral Jurado siguió el recorrido: de Cine Mundial, Plaza Pública pasó a Unomásuno, con Manuel Becerra Acosta, del que surgiría, de las entrañas de un conflicto, La Jornada, el 19 de septiembre de 1984. Fue uno de sus cinco fundadores junto con Carlos Payán, Humberto Musacchio, Carmen Lira y Héctor Aguilar Camín. Tras su oposición a que Payán ejerciera un tercer periodo como director de La Jornada, la columna se fue a El Financiero, de Rogelio Cárdenas, y luego a Reforma.

Por su parte, Sergio Aguayo comentó que estos diarios capitalinos comparten con algunos del interior del país el mérito de haber defendido, con diferentes estrategias y estilos, la libertad de expresión.

“Granados Chapa la ha ejercido a plenitud escribiendo durante su larga carrera decenas de miles de cuartillas en columnas y libros. Tanta producción es fruto del raro don de producir, desde la primera versión, textos muy bien armados. Una virtud cultivada, supongo, de su hábito de encerrarse a leer noticias en voz alta durante su infancia hidalguense”.

En su texto señala que la influencia de Granados Chapa no radica solamente en la cantidad o la pulcritud del lenguaje. Ha sido determinante su puritanismo frente a los privilegios y su obsesión con el dato duro. Escrupuloso al extremo, no acepta ni un boleto para asistir gratis a algún espectáculo.

Corral Jurado encomia otras cualidades: Cuando Granados Chapa se equivoca, afirma, lo reconoce, pide disculpas. Su Cajón de Sastre no sólo es el dato de última hora, la apostilla, la invitación a un evento, la efeméride o el obituario. “Es un espacio –afirma– para rectificar, y a veces su columna es un derecho de réplica”.

Aportó el dato de que con Plaza Pública empezó también la idea de la sindicación de columnas, mecanismo para informar con autonomía y libertad frente a la censura oficial. De diciembre de 1978 a enero de 1979, tres columnistas decidieron por lo menos un mecanismo para exhibir cuando un diario central, de los de la ciudad de México, no publicara la columna que reproducían en más de 70 periódicos: José Luis Mejías, Manuel Buendía y Miguel Ángel Granados Chapa.

Granados Chapa, poco dado a las entrevistas, –negó una a Forum– escribió el 13 de julio lo que podrían ser las primeras líneas de su biografía:

“Fui formado en una familia donde imperaban la laboriosidad y el respeto a los compromisos: ‘hay que dar cumplimiento’, predicaba mi madre ante todos los deberes que la vida iba imponiendo. Mi madre predicaba con el ejemplo. Improvisada profesora a los 13 años (ministerio que se prolongaría por 70 años), su primera encomienda la obligaba a caminar cuatro o cinco kilómetros cada día, de ida y de regreso, de Pachuca al enclave minero denominado El Bordo”.

Relató que luego de haber estudiado periodismo en la Universidad Nacional Autónoma de México, donde también estudió derecho, comenzó su trabajo profesional como periodista. Y en la misma columna analizó algunos acontecimientos que transformaron al país en los últimos treinta años y que dieron inicio al contenido de Plaza Pública.

“A mediados de 1977 estaba en preparación la reforma política por antonomasia, de la que la sociedad mexicana sigue siendo beneficiaria. La restructuración del sistema de partidos y la integración de la Cámara de Diputados emprendida entonces fue la semilla que, gradualmente, dio frutos a lo largo de las tres décadas siguientes, con frenazos e interrupciones en 1988 y 2006, pero también con muchos momentos estelares en todo el resto del periodo”.

En ese lapso, dijo, fue creciente el ejercicio de las libertades públicas, comenzando por el voto, que permitió la distribución del poder, que ya no se concentró más en el PRI, que todavía en 1982 obtuvo por mayoría 299 de las 300 bancas en la Cámara de Diputados y logró que la calificación de la elección presidencial fuera acordada por unanimidad, recordó el columnista.

“La declinación del poder priísta ensanchó los horizontes de las incipientes fuerzas políticas de la oposición (o el crecimiento de éstas causó el declive del priísmo, como se le quiera ver) pero no produjo ni permitió la transformación entera del sistema político, que hoy padece los remanentes del viejo autoritarismo, abusivo y corrupto (como el ejemplificado por los gobernadores Mario Marín y Ulises Ruiz, por sólo citar los casos extremos si bien no los únicos) y ha contraído nuevos males, como el olvido de las metas fundadoras de Acción Nacional, sustituidas a menudo por el cinismo; o como la transformación de la militancia abnegada de la izquierda (sin que deje de haber numerosos ejemplos de ella) en un crudo mercenarismo en que todo se vale con tal de obtener dinero”.

Por ello, explicó, declinó más de una invitación a ser candidato a diputado o senador, “si bien fui candidato a gobernador como una humilde contribución a ensanchar los caminos donde transite la esperanza política en Hidalgo”.

En estas tres décadas, agregó, surgió y se ha consolidado el poder político del duopolio de televisión y el oligopolio de la radio, que dependían de la voluntad estatal y lograron invertir la situación. En el mismo lapso la prensa se ha diversificado, desprovista (o libre, según se la quiera ver) en amplia medida de la comodidad que le propiciaba sujetarse al gobierno federal.

Concluyó: “Durante casi la mitad de los 30 años de escritura de esta columna (trece y medio) ha disfrutado la hospitalidad de Reforma, un grupo de diarios que contribuyen al crecimiento de la conciencia democrática con base en su solidez financiera, en la práctica simultánea de las libertades de prensa y de empresa”.

Sergio Aguayo refiere que Miguel Ángel se distingue por la abundancia de conocimiento que atesora en una memoria prodigiosa y rescata en una búsqueda permanente de información precisa.

“Puritanismo y precisión le han servido para demostrar que se puede dialogar sin capitular con gobernantes famosos por su capacidad para mediatizar y cooptar a periodistas por medio de la corrupción y/o la intimidación. Que analistas como él sobrevivieran día tras día y año con año tuvo un enorme efecto en la transición porque demostraron que era posible enfrentar al autoritarismo de manera pacífica, siempre y cuando se tuviera la evidencia”.

Fuente: Forum en línea.

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