viernes, 9 de septiembre de 2011

A propósito del apoyo al Presidente


LEOPOLDO GAVITO NANSON - MARTES, SEPTIEMBRE 06, 2011

La precisión con las citas y autores es algo que se le da con dificultad a Vicente Fox. A lo largo de su sexenio tal precisión fue, por decir lo menos, laxa. En el primero de una serie de artículos que el ex presidente publicará en el periódico El Universal, cita una frase de Albert Einstein. Convendría que nos ilustrara dónde fue que Einstein afirmó eso, o que alguien en algún momento de ociosidad la verificara.

Dice Fox que Einsten dijo “viva la imprudencia, abraza la inconformidad. Rebélate con referencia al pensamiento único”. Es posible que lo dijera, aunque al venir de Vicente Fox hay razones para ser escépticos; tampoco es totalmente seguro que dijera “Two things are infinite: the universe and human stupidity; and I'm not sure about the universe” (hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana; y no estoy seguro respecto al universo), pero hay muchas más personas y textos que se la atribuyen al científico.

Para Fox la imprudencia es el modelo de rebeldía. Es posible que tenga algo de razón: 11 años de gobiernos panistas han sido sobradamente imprudentes, particularmente los últimos cinco del “hijo desobediente” que, además de imprudentes, son sangrientos.

No es ni casual ni gratuita la crítica a Felipe Calderón, a su administración y a su persona. Tras cinco años de tragedias humanas multiplicadas, tanto individuales como masivas, aún es necesario apechugar con los tonos triunfalistas y fantasiosos de un informe de gobierno más cercano a alguna de las historias del Barón de Münchhausen que una referencia respecto al dónde está parada la nación.

Justo el día en que el secretario de Gobernación hizo entrega del documento escrito en la Cámara de Diputados, la doctora Soledad Loaeza publicó en La Jornada un artículo que tituló “¿Apoyar al Presidente?”. Inicia con la afirmación de que la corrección política dicta que no hay que apoyar al presidente ni aun cuando el país está en situación de emergencia, y que la crítica personalizada a Felipe Calderón se ha convertido en el tema preferido de comentaristas y miembros de la oposición, cuando debería ser un algo colateral a la “discusión a propósito de la violencia que nos agobia y de las posibles alternativas de lucha contra el crimen organizada”. Señala también en su artículo que hay una corriente de opinión –a la que llama recalcitrante– que considera que Felipe Calderón no es presidente legítimo, y que no está dispuesta a respaldar explícitamente ninguna de sus acciones; aunque reconoce que es muy difícil apoyar al Presidente si se tiene presente el número de muertos en su gobierno y su estrategia divisiva. A la pregunta de si apoyar o no al presidente Calderón, la doctora sostiene que los criminales no atacan a Calderón, sino al Estado y que a éste es el que hay que defender.

No es posible negar que políticos opositores y partidos políticos lo hayan hecho por capitalizar los yerros gubernamentales, muchas veces de forma grotesca, o desleal si se prefiere. Pero tampoco es posible soslayar que haber puesto al país en esta guerra de baja intensidad fue decisión de Felipe Calderón sin mayores elementos de análisis que sus propias necesidades políticas, dada su extrema debilidad en 2006. Como tampoco es posible negar que los mismos resultados de las actas de la elección de 2006 reclamaban, por sus inconsistencias, haber vuelto a realizar los comicios toda vez que la suma de esas inconsistencias, contando sólo con la mitad de las actas, era superior al número de votos con el que se le dio el triunfo a Calderón, como demuestra José Antonio Crespo en su libro Que hablen las actas.

Puede ser que los discursos y acusaciones recalcitrantes signifiquen ruido y distorsión de los hechos, pero el punto es que las políticas y decisiones tomadas en su sexenio son inseparables de su estilo personal de gobernar. Simplemente no pueden disociarse porque derivan, como el propio Presidente reiteradamente lo demuestra en sus intervenciones y discursos, de su voluntarismo y estilo personal de gobernar. Lo que ha debilitado aún más al Estado es el conjunto de decisiones tomadas en el mando de Felipe Calderón. No sólo respecto al control del narcotráfico, sino a la economía, los contratos incentivados en Pemex o la viciosa e inestable alianza con poderes fácticos, como con la lideresa del SNTE, por mencionar unos cuantos.

La responsabilidad nunca es atribuible a grupos. Siempre es personal. Hay inmensos déficits en las políticas gubernamentales; la económica, la educativa, o en el IFE con la falta de tres consejeros a menos de un año del siguiente proceso electoral federal. Prácticamente en todos los aspectos de las tareas de gobierno el responsable es el Presidente. Personalmente.

En efecto, el país está en peligro y reclama mucha responsabilidad de los ciudadanos. ¿Es posible apoyar al Presidente? ¿A este Presidente? Lo sería, pese a todo, si corrigiera el sentido de sus decisiones y el diseño de sus políticas en lo que queda de su gobierno. Aún así el reclamo de llamarlo a cuentas no desaparecería. Y eso, precisamente, por la condición de peligro en la que se encuentra el Estado. Porque, pese a los infundados optimismos discursivos, ya no es suficiente con esforzarse en corregir la configuración del Estado, ahora se trata de salvarlo.

*Es Cosa Pública

lepoldogavito@gmail.com

Fuente: La Jornada de Veracruz

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