viernes, 30 de septiembre de 2011

Oponerse a Enrique Peña Nieto por amor a México


FERNANDO ACOSTA RIVEROS

No aceptar que Enrique Peña Nieto se convierta en el próximo presidente de México, es oponerse al actual sistema criminal y neoliberal que le declaró la guerra a la población desde hace 30 años cuando un grupo de mafiosos escogió a Miguel de la Madrid Hurtado como candidato y presidente para el sexenio comprendido entre el primero de diciembre de 1982 hasta el 30 de noviembre de 1988. Las políticas neoliberales convirtieron a la patria de Lázaro Cárdenas en una nación deudora y dependiente de manera permanente.

“Somos una gran nación, pero con insuficiencias”, expresó Miguel de la Madrid Hurtado en abril de 1980 cuando se desempeñaba como secretario de Programación y Presupuesto en el gobierno de José López Portillo. Durante la presentación del Plan Global de Desarrollo, un grupo de oligarcas, entre quienes se encontraban empresarios, funcionarios, dirigentes de partidos y altos representantes del clero católico, se reunían para programar el futuro del país. Aspiraban a diseñar tres décadas de estabilidad, “fortaleciendo las bases de desarrollo económico y social de México”.

Los principales medios de comunicación mexicanos promovían en agosto y septiembre de 1981 un evento internacional. Se trataba de la Conferencia Norte-Sur programada para realizarse en Cancún los días 22 y 23 de octubre. Un mes antes del encuentro internacional, el viernes 25 de septiembre el Partido Revolucionario Institucional (PRI) anunció que su candidato para presidente era Miguel de la Madrid Hurtado. Desde el sábado 26 Pedro Ojeda Paullada, entonces secretario de Trabajo; Fernando Solana, titular de Educación; Javier García Paniagua, líder nacional priísta, y Fidel Velázquez, secretario general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), coincidían en señalar que el PRI “había escogido a un hombre carismático, inteligente, honrado, patriota, político de larga y probada militancia partidista, todo un revolucionario”.

El carismático colimense se convirtió en presidente y solicitó a sus compatriotas que lo apoyaran para realizar la renovación moral de la sociedad. Su inteligencia había sido reconocida en la Universidad de Harvard, donde obtuvo un Posgrado de Administración Pública, y en los altos círculos del gobierno de Ronald Reagan, según el testimonio de personalidades que acompañaron al ex presidente López Portillo a inaugurar una biblioteca donada por Gerald Ford. La honradez del colimense quedó puesta a prueba en el fraude electoral cometido en 1988 contra Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, candidato del Frente Democrático Nacional.

Patriota y revolucionario consideraron los militantes del sistema excluyente a quien diseñó el esquema neoliberal para irle regresando a los accionistas, directores y socios de las firmas Standard Oil de Nueva Jersey y Royal Dutch Shell, el control del petróleo y la riqueza mexicana. Endeudó al país y entregó su destino al usurpador Carlos Salinas de Gortari en nombre de las buenas costumbres, la libertad, la defensa de los valores y la civilizada sociedad occidental. Sus promesas de renovación moral de la sociedad fueron un engaño más de la llamada “clase política” que en realidad es una mafia caracterizada por su odio a la población mexicana y su servilismo a los gobernantes y poderosos capitalistas de Estados Unidos y la Gran Bretaña.

Han transcurrido cuatro sexenios de políticas económicas diseñadas para favorecer y encubrir a una minoría oligárquica. Llevamos cinco años escuchando la propaganda del actual gobierno usurpador sobre su deseo de que los ciudadanos “vivan mejor”. Desde el Banco Mundial y casi en vísperas de un torneo internacional, los Juegos Panamericanos, “que serán los mejores del continente en toda su historia”, algunos amos de Felipe Calderón Hinojosa, dicen que la actual violencia padecida en México “se está convirtiendo en un obstáculo para el desarrollo”. Sin embargo, la minoría rapaz, representada en el PRIAN (la alianza entre los jefes del PRI y Acción Nacional), el Banco Mundial y otras instituciones multilaterales, consideran a Enrique Peña Nieto como el mejor precandidato y “casi seguro” presidente de México durante el próximo sexenio (2011-2018).

Enrique Peña Nieto, ex gobernador del estado de México, antes que ser precandidato o futuro candidato destapado por la cúpula priísta, es un alto empleado del capitalismo nacional y multinacional. Su proyecto económico es contrario al crecimiento humano y social del pueblo mexicano. Peña Nieto es, como Vicente Fox Quesada, producto de la mercadotecnia y de la propaganda de dos empresas de televisión: Televisa y Tv Azteca que continúan “haciendo un gran esfuerzo” por desinformar e idiotizar a los ingenuos.

Oponerse a Peña Nieto es decir “no” a la guerra impuesta por el usurpador Felipe Calderón Hinojosa y el imperio estadunidense, destinada a intimidar y someter a México. Oponerse a Peña Nieto es favorecer la lucha de estudiantes, trabajadores, amas de casa, desempleados e indignados que en Aguascalientes, ciudad de México, Colima, Guadalajara, Morelia, Tuxtla Gutiérrez y Villa Hermosa, en favor de la educación y los programas de salud para toda la población.

Oponerse a Peña Nieto es decir “no” a la delincuencia, que organizada desde las altas esferas económica y financiera de Estados Unidos y México criminaliza la protesta cívica y social convirtiendo a las víctimas en victimarios, descalificando los proyectos patrióticos como el del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y señalando a dirigentes políticos honestos, como Andrés Manuel López Obrador, de “ser un peligro para la nación”.

Las mujeres y los hombres que en México tienen amor por su prójimo y por su patria, dicen “no” a la delincuencia, “no” a la imposición imperialista, y definitivamente un “no” rotundo a la candidatura, los engaños y promesas de Enrique Peña Nieto.

Fuente: La Jornada de Michoacán

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