jueves, 24 de marzo de 2011

La visión de Juárez del Estado laico


JOSÉ RENÉ OLIVOS CAMPOS

A 205 años del natalicio de Benito Juárez, resulta importante tratar uno de los asuntos del Estado mexicano, como es la laicidad, establecida en el periodo de las Leyes de Reforma, producto del triunfo del movimiento liberal de 1855, que derrocó a López de Santa Anna y sus colaboradores, que representaron la corriente conservadora de aquel entonces, quien entregó la mitad del territorio nacional en el proceso expansionista del imperio norteamericano.

El Estado laico en la etapa juarista, no sólo redefinió las relaciones entre el clero de México, sustentado en el estado de derecho, en el gobierno de leyes, en las Leyes de Reforma, sino que también garantizó las libertades de las creencias religiosas, que tiene por base las garantías de los derechos de libertad e igualdad de los mexicanos, que fueron previstas en la Constitución federal de 1857.

La laicidad del Estado sólo es posible comprenderla a partir de los derechos que otorga la Constitución y que debe garantizar el Estado, con lo que se impuso la sociedad libertaria más allá de las concepciones del fanatismo, del sometimiento a una sola idea y creencia, con lo que se dejó atrás la herencia colonial de tres siglos fundada ideológica y materialmente en las actividades eclesiásticas, en funciones que eran propias del Estado moderno.

La visión del Estado laico se funda en la concepción libertaria e independiente frente a la invasión francesa, el imperialismo norteamericano, en las normas jurídicas, en el Estado moderno, democrático y republicano.

El Estado laico no se opone a las creencias religiosas, tampoco es anticlerical. Por el contrario, es institucional, respetuoso de cualquier creencia de culto y de la profesión religiosa; no impone cultos ni dogmas, pero tampoco entraña una forma confesional, la cual se apega más a la concepción fundamentalista, que es excluyente de derechos de las mujeres y de las libertades fundamentales.

El Estado mexicano laico no apuntaló el exterminio de la religión católica, sino la dejó en libertad para continuar con su desarrollo y actuación, sin afectar a las personas y a la sociedad mexicana. Por el contrario, fue una política de Estado que instituyó ordenamientos jurídicos a su favor, que tuteló su libertad en función de que la misma determine de manera libre a qué culto religioso se deberá, pero sin que la misma imponga sus creencias a otro o una colectividad.

Este aspecto es lo que diferencia al Estado laico con la idea anticlerical, es contrario a toda perspectiva de intolerancia, es más bien de convivencia con el sistema clerical que no deja de tener también intereses, no sólo de carácter religioso, al tratar de imponer una corriente de ideas y concepciones, así como pudiera ser de pretensiones de naturaleza económica.

El Estado laico se funda justamente en el sentido de la educación pública, porque reconoce que la vida individual y social se construye en la enseñanza, en las ideas libertarias, científicas, en la cultura que conforman la lengua, tradiciones, costumbres e historia. El artículo 3º de la Constitución federal así lo consagra y el Estado, por tanto, debe garantizar, tutelar y proteger ante intereses distintos, amorales y contrarios a la vida nacional.

El sentido de laicidad ha sido un principio y una forma de vida de la sociedad mexicana moderna, que se inscribe en los derechos fundamentales del siglo XX, que han sido ratificados de nueva cuenta a inicios del siglo XXI, con las reformas a la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, que fuera publicada en el Diario Oficia de la Federación el 19 de agosto de 2010, en cuyo artículo tercero estableció a la letra: “El Estado mexicano es laico. El mismo ejercerá su autoridad sobre toda manifestación religiosa, individual o colectiva, sólo en lo relativo a la observancia de la Constitución, tratados internacionales ratificados por México y demás legislación aplicable y la tutela de derechos de terceros.”

De este modo, el Estado laico de la época juarista se proyecta hasta nuestros días, en su sentido moderno, basado en las libertades. No hay duda que el desarrollo del Estado laico se formó de manera sólida desde el siglo XIX, que da contenido al Estado mexicano moderno, superando con mucho a otros Estados nacionales confesionales. Habiéndose constituido en un factor de unidad nacional, de cohesión social y de defensa ante la imposición de creencias.

En suma, el Estado laico ha significado libertad de credo, respeto de la pluralidad de creencias, la no imposición de cultos, de cooperación con las distintas asociaciones religiosas y de una forma de vida democrática y abierta.

Fuente: La Jornada de Michoacán

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