J. Enrique Olivera Arce
Crisis de la izquierda, ¿Vale la pena cambiar de casa?
Habiendo tocado fondo la crisis al interior del PRD con la decisión del TEPJP de otorgarle la presidencia del instituto político a Jesús Ortega, lo más destacable que se observa son las patadas de ahogado de un náufrago que llama insistentemente al rescate y unidad, sin obtener respuesta.
La primera reacción al interior del partido fue la de Alejandro Encinas, descalificando a un tribunal federal que por principio su autoridad es parte de las reglas del juego aceptadas por todos los partidos políticos en México, en tanto que al exterior, se da el rechazo formal de Convergencia y Partido del Trabajo a cualquier alianza con el sol azteca, así como el deslinde de Andrés Manuel López Obrador, quien dejó muy claro que el Movimiento por la Defensa del Petróleo, de la Economía Popular y la Soberanía Nacional que encabeza, está por encima de filiaciones políticas y es una organización amplia, plural e incluyente. De ahí que la pregunta obligada es ¿Qué sigue?
Comentarios diversos, al interior y exterior del PRD, coinciden en que ahora sí va en serio la desbandada, señalándose como primeros beneficiarios del choque de trenes a Convergencia y el PT, que se han mantenido firmes en torno a López Obrador, augurándose la muerte súbita de un partido que tras cumplir con una necesidad histórica de la izquierda mexicana, se devoró a sí mismo culminando en un estrepitoso suicidio; víctima de una crisis mayor, la del Sistema Nacional de Partidos Políticos, al que se acogiera cediendo memoria histórica, principios éticos y morales, y un claro rechazo ideológico a los objetivos socialistas que le dieran vida. Sacrificó lo mejor de sí mismo entregándose a un reformismo sin visión de futuro, pragmático, corrupto y anti democrático.
El Diario La Jornada editorializa el día de hoy sobre la crisis del PRD, con un rotundo “Izquierda sin partido, partido sin izquierda”. Lapidario señalamiento que nos remite a León Trotsky, quien en su momento afirmara: “Con el partido somos todos, sin el partido somos nada”. Efectivamente, esa es la sensación y amargo sabor de boca que nos deja una crisis sin retorno. La izquierda mexicana sin partido que le permita recurrir al recurso institucional de participación política, queda en la orfandad, tanto o más que un partido sin izquierda.
Sólo resta que el Movimiento por la defensa del Petróleo, de la Economía Popular y la Soberanía Nacional, Convergencia y el PT, con talante autocrítico, saquen conclusiones y aprendan la lección, entendiendo que en la coyuntura su papel es transitorio, sirviendo de puente para la constitución de un nuevo partido, amplio, incluyente y democrático, de una izquierda que obligadamente debe retornar a los objetivos socialistas. Sin un gran partido de masas que aglutine, forme y eduque en un humanismo militante que rescate y reconstruya la ética política, contemplando la lucha por el poder como un medio para alcanzar estadios superiores de organización, participación y convivencia para un México mejor, y no como fin en sí, la izquierda no es nada.
Si esto no se entiende o no se alcanza a dar en un plazo perentorio, el sectarismo, la competencia tribal, el pragmatismo y la corrupción del partido moribundo, simplemente cambiarán de casa. Y si esto, que es previsible, no se evita, ¿qué caso tiene abandonar al PRD?
pulsocritico@gmail.com
http://pulsocritico.com
http://pulsocritico.wordpress.com
Crisis de la izquierda, ¿Vale la pena cambiar de casa?
Habiendo tocado fondo la crisis al interior del PRD con la decisión del TEPJP de otorgarle la presidencia del instituto político a Jesús Ortega, lo más destacable que se observa son las patadas de ahogado de un náufrago que llama insistentemente al rescate y unidad, sin obtener respuesta.
La primera reacción al interior del partido fue la de Alejandro Encinas, descalificando a un tribunal federal que por principio su autoridad es parte de las reglas del juego aceptadas por todos los partidos políticos en México, en tanto que al exterior, se da el rechazo formal de Convergencia y Partido del Trabajo a cualquier alianza con el sol azteca, así como el deslinde de Andrés Manuel López Obrador, quien dejó muy claro que el Movimiento por la Defensa del Petróleo, de la Economía Popular y la Soberanía Nacional que encabeza, está por encima de filiaciones políticas y es una organización amplia, plural e incluyente. De ahí que la pregunta obligada es ¿Qué sigue?
Comentarios diversos, al interior y exterior del PRD, coinciden en que ahora sí va en serio la desbandada, señalándose como primeros beneficiarios del choque de trenes a Convergencia y el PT, que se han mantenido firmes en torno a López Obrador, augurándose la muerte súbita de un partido que tras cumplir con una necesidad histórica de la izquierda mexicana, se devoró a sí mismo culminando en un estrepitoso suicidio; víctima de una crisis mayor, la del Sistema Nacional de Partidos Políticos, al que se acogiera cediendo memoria histórica, principios éticos y morales, y un claro rechazo ideológico a los objetivos socialistas que le dieran vida. Sacrificó lo mejor de sí mismo entregándose a un reformismo sin visión de futuro, pragmático, corrupto y anti democrático.
El Diario La Jornada editorializa el día de hoy sobre la crisis del PRD, con un rotundo “Izquierda sin partido, partido sin izquierda”. Lapidario señalamiento que nos remite a León Trotsky, quien en su momento afirmara: “Con el partido somos todos, sin el partido somos nada”. Efectivamente, esa es la sensación y amargo sabor de boca que nos deja una crisis sin retorno. La izquierda mexicana sin partido que le permita recurrir al recurso institucional de participación política, queda en la orfandad, tanto o más que un partido sin izquierda.
Sólo resta que el Movimiento por la defensa del Petróleo, de la Economía Popular y la Soberanía Nacional, Convergencia y el PT, con talante autocrítico, saquen conclusiones y aprendan la lección, entendiendo que en la coyuntura su papel es transitorio, sirviendo de puente para la constitución de un nuevo partido, amplio, incluyente y democrático, de una izquierda que obligadamente debe retornar a los objetivos socialistas. Sin un gran partido de masas que aglutine, forme y eduque en un humanismo militante que rescate y reconstruya la ética política, contemplando la lucha por el poder como un medio para alcanzar estadios superiores de organización, participación y convivencia para un México mejor, y no como fin en sí, la izquierda no es nada.
Si esto no se entiende o no se alcanza a dar en un plazo perentorio, el sectarismo, la competencia tribal, el pragmatismo y la corrupción del partido moribundo, simplemente cambiarán de casa. Y si esto, que es previsible, no se evita, ¿qué caso tiene abandonar al PRD?
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