Utopía
Eduardo Ibarra Aguirre
Con la veintena de presuntos partidarios de Andrés Manuel López Obrador en la batalla para que Petróleos Mexicanos no persista en la dirección privatizadora del último cuarto de siglo, el tabasqueño no necesita adversarios, con los de casa tiene.
Es cierto que no se ha dilucidado si los agresores del senador Carlos Navarrete Ruiz “son infiltrados”, como tiene “muchas sospechas” Leonel Cota Montaño. “Simpatizantes” de Alejandro Encinas Rodríguez, como asegura Graco Ramírez Garrido Abreu con su palabra como prueba. Amén de que según el senador por Morelos y Jesús Ortega Martínez, los agresores controlaron los accesos a la tribuna del mitin en la torre de Pemex. O bien porque existe “una natural irritación” de militantes y simpatizantes “hacia las posiciones que han declinado la firmeza en los objetivos, en busca de la conciliación con la derecha”, como pretenden justificar Valentina Batres Guadarrama y seis legisladores identificados con Izquierda Social.
En cualesquiera casos las agresiones físicas e insultos al coordinador de los senadores perredistas son la parte más inaceptable de la conducta intolerante de los presuntos partidarios que trabajaron con eficacia para que pasaran a un tercer plano, en los medios de comunicación, los lineamientos para la resistencia civil pacífica y la denuncia en contra de Juan Camilo Mouriño Terrazo por su presumible participación en tráfico de influencias, peculado y fraude a la nación por la asignación de contratos irregulares e ilegales cuando Felipe de Jesús Calderón Hinojosa despachó efímeramente como secretario de Energía y él como subsecretario, también como presidente de
Asimismo constituyó una muestra no sólo de intolerancia sino de insensatez política, la incapacidad de cientos de los asistentes para escuchar el discurso del diputado Javier González Garza en defensa de las --pese a todo-- tres paraestatales energéticas.
La base para que tales actitudes nugatorias del nombre del partido del sol azteca, estriba en que éste acude a una batalla decisiva cuando simultáneamente están inmersos en la competencia abierta y democrática por los cargos de dirección.
Hasta el domingo 24 llamó sobremanera la atención la capacidad de algunos dirigentes perredistas para sortear una difícil e innecesaria contienda interna y una batalla nacional.
Escribo innecesaria porque salvo beneficios de imagen pública que sólo obtendrán siempre y cuando resulte una elección sin impugnaciones serias, no se justifica tanto brinco sin guarache, estando el suelo tan parejo.
Los resultados de la elección interna serán muy apretados, y los dos bloques que se enfrentan –los otros candidatos, como siempre, sólo buscan aunque sea una cartera-- tendrán que coexistir con Encinas en la presidencia y Ortega en la secretaria general, o a la inversa, los próximos años, mientras la aplazada hora de las reformas estructurales no llegue a ese partido. Hasta por derecho de antigüedad en la tenaz búsqueda de la presidencia del Partido de
Si va en serio el acuerdo de “darle vuelta a la página” de los bochornosos incidentes en el mitin dominical, será indispensable modificar el clima político, enrarecido porque algunos dirigentes empezaron a desaparecer de su vocabulario la indispensable escala de grises y a abrirse paso los excluyentes blanco y negro.
La batalla política y legislativa, social y mediática por modernizar el sector energético de la nación sin abrirlo más a la inversión privada, nacional y extranjera, obliga a un ejercicio en los liderazgos para sumar y esto sólo es factible en la diversidad.
Acuse de recibo
Desde la capital potosina, el Consejo Masónico Mexicano que preside Jaime Chalita Zarur, llamó al Poder Legislativo “a reconsiderar la iniciativa de reforma judicial que los diputados federales tienen lista para su aprobación, por considerar que se regresaría al país a 1482 en que se endureció
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