jueves, 3 de enero de 2008

TLCAN: neocolonialismo exprés


Por: Juan Danell Sánchez

Cuando se firmó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), hace ya 15 años, el gobierno y negociadores mexicanos cometieron una de las más aberrantes y estúpidas omisiones: se les olvidó, o no quisieron, o ni siquiera se les ocurrió incluir el tema, y reglamentarlo, sobre el uso y consumo de la mercancía más importante y preciada con que cuenta México: la fuerza de trabajo, también conocida como mano de obra, trabajadores migratorios, indocumentados o simples migrantes.


Pareciera que los gobiernos nunca imaginaron el éxodo de campesinos hacia Estados Unidos, que provocarían las políticas desmanteladoras (suspensión de apoyos y financiamiento suficiente y oportuno, desplome del valor de las cosechas y parálisis en la construcción de infraestructura hidráulica, de acopio y comercialización) del campo mexicano, impuestas como condición para la firma del TLCAN.


Y si no tomaron en cuenta tan importante rubro, menos pensaron en el eslabón más sensible de esa cadena, que son los pueblos indios. Los que desde siempre han enfrentado y resentido lo más agudo y drástico de los errores gubernamentales y sus políticas dirigidas al sector rural.


Este 1 de enero de 2008 se cumplieron los plazos para la apertura total del TLCAN, de tal manera que el libre comercio de mercancías podrá ejercerse en plenitud, sin trabas arancelarias, entre los tres países socios; México, Estados Unidos y Canadá. El tránsito de todo tipo de productos está garantizado, imperturbable. Menos para la mercancía fuerza de trabajo mexicana.


Los migrantes, fundamentalmente indígenas, que son resultado de las políticas agropecuarias del gobierno mexicano y que se cuentan por más de 500 mil al año los que abandonan sus tierras y cruzan la frontera de Estados Unidos; seguirán siendo objeto de persecución, maltratos, discriminación, asesinato y todo tipo de vejaciones, sin que las autoridades mexicanas hagan algo para evitarlo. A fin de cuentas están en territorio ajeno y como tal se les aplican las leyes propias del lugar.


Pero nada o muy poco se dice de lo que representan esos migrantes para las economías de los países socios del TLCAN, cuando menos para México y Estados Unidos.


Para México representan ya el mayor ingreso de divisas vía remesas (por encima del petróleo y el turismo) con cantidades alrededor de 28 mil millones de dólares al año, aunque el costo de esto, es el creciente número de pueblos fantasmas y comunidades habitadas sólo por ancianos mujeres y niños, en los que destacan, por supuesto las regiones purépechas, otomíes, mazahuas, zapotecas, mixtecas, náhuatl, por mencionar sólo algunas.


Para Estados Unidos, la fuerza de trabajo mexicana constituye el pilar y soporte de su agricultura, además de otras actividades urbanas y denigrantes. Los mexicanos, concediendo que sólo sean seis millones como dicen las estadísticas oficiales, que trabajan en el vecino país del Norte, le generan una riqueza superior a 300 mil millones de dólares al año: por lo menos diez veces lo que envían de remesas, para que sobrevivan sus familias en sus lugares de origen.


A esto habría que sumar que el proceso de trasculturización en las comunidades indígenas se aceleró, con la migración derivada del TLCAN, de forma alarmante. La población indígena que aún queda en las comunidades, cada vez, es más dependiente del consumo de bebidas gasificadas, agua embazada y comida chatarra. Esto ha generado una contaminación infernal por la basura regada en las serranías, donde están asentados los pueblos, además de los graves problemas de salud en la población.


El consumo de drogas sintéticas y la recurrencia de enfermedades propias de la sociedad urbana, como el SIDA, se han apoderado de la vida cotidiana de las comunidades, aún de las más remotas.


Y de continuar el crecimiento de la migración, tal como lo ha hecho hasta ahora, en 15 años más, las comunidades indígenas serán un recuerdo, una página en la historia étnica de México, sobre todo si partimos de las estadísticas del INEGI que contabilizan seis millones de indios en México. De ser así, lo que no hicieron 500 años de mestizaje y saqueo, lo hará el TLCAN en corto tiempo

Fuente: AIPIN

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