miércoles, 2 de enero de 2008

¿Por qué una campaña contra Monsanto?


Por: Gabriela Soriano y Mariela Zunino(México)



Ciepac, Ecoportal. Monsanto se presenta a sí misma como una empresa que busca satisfacer la creciente necesidad mundial de alimentos y fibras, conservar los recursos naturales y proteger el medio ambiente. Sin embargo, allí donde Monsanto se encuentra presente, sólo se vislumbra muerte, privatización de tierras, amenazas a campesinos, contaminación, enfermedad y destrucción del medio ambiente.

Resumen

"Alimento, Salud, Esperanza", ese es el lema de Monsanto, una compañía que tiene más de 100 años de existencia y actualmente está presente en más de 100 países. Se presenta a sí misma como una empresa que busca satisfacer la creciente necesidad mundial de alimentos y fibras, conservar los recursos naturales y proteger el medio ambiente. Sin embargo, allí donde Monsanto se encuentra presente, sólo se vislumbra muerte, privatización de tierras, amenazas a campesinos, contaminación, enfermedad y destrucción del medio ambiente. Este articulo forma parte de una Campaña Informativa que busca mostrar por qué Monsanto representa un peligro para nuestros pueblos y naciones. Frente al vertiginoso avance de las empresas transnacionales sobre nuestros recursos, vemos una situación de desinformación generalizada que deriva en la inacción y el no saber actuar frente a estos procesos. Nuestro objetivo es sensibilizar e informar a la sociedad civil acerca de qué es lo que realmente está pasando con nuestros alimentos.

¿Quién es Monsanto?

La Compañía Monsanto nace en 1901, en San Louis Missouri en los Estados Unidos, donde aún tiene sus oficinas centrales. En sus inicios, esta compañía sólo fabricaba un endulzante artificial conocido como sacarina.

Hacia los años 20, Monsanto se convirtió en una de las principales compañías fabricantes de ácido sulfúrico, y PCB's (bifenilo policlorado), entre otras sustancias químicas que se utilizan en la industria electrodoméstica e hidráulica. Durante los años 40 el negocio de Monsanto estaba enfocado principalmente en la fabricación de plásticos y fibras sintéticas. Desde aquellos años, Monsanto se ha mantenido entre las 10 compañías químicas más grandes del mundo.

A finales de los años 40, Monsanto fabricaba herbicidas que contenían dioxina, una sustancia altamente contaminante y que había enfermado a muchos trabajadores y personas que estuvieron en contacto con ella. Fue así que hacia los años 50 los especialistas en guerra química de los Estados Unidos se interesaron en esta sustancia como una posible arma química y Monsanto hizo acuerdos con ellos.

Vietnam: Armas químicas

En los años 60 y principios de los 70, Monsanto contribuyó a la contaminación, muerte y enfermedad de millones de vietnamitas durante la guerra entre Vietnam y los Estados Unidos. En esa época se rociaron 80 millones de litros de herbicidas (químicos) sobre Vietnam, en una superficie aproximada de 1.5 millones de hectáreas para despejar los bosques y facilitar los bombardeos a la población. Entre los productos que se rociaron estaba el Agente Naranja, un poderoso defoliante, ¿quién fue el responsable de su fabricación? Monsanto. Estos químicos destruyeron bosques, campos de arroz, cosechas enteras, envenenaron las aguas y provocaron graves daños al medio ambiente, además de envenenar a la población y provocar enfermedades como cáncer y defectos de nacimiento. Treinta años después, aún hay casos de niños que nacen con deformidades provocadas por el contacto de las madres con estas sustancias.

No sólo la población de Vietnam resultó afectada por estos químicos, también los soldados Estadounidenses que estuvieron expuestos al Agente Naranja tuvieron problemas, algunos presentaron después de algunos años, cáncer en la piel y algunos tipos de tumores cancerígenos.

La privatización de la vida

En los últimos años, la compañía química Monsanto, ha dado un paso más al convertirse en una empresa agrícola. Ahora, es la principal productora de semillas y controla gran parte del sistema agroalimentario. Este consiste en una estructura de redes a nivel mundial, que implica el uso de insumos, la producción, el procesamiento y el mercadeo de bienes agroalimentarios. Todo ello deriva en una cadena de agronegocios, hoy dominada y dirigida por grandes empresas transnacionales. Lo que buscan las compañías como Monsanto es tener el control total del sistema agroalimentario en el mundo. Actualmente, este sistema es monopolizado por unas cuantas empresas, entre las que destacan Monsanto, Cargill, Nestlé, Unilever y ConAgra. Esto trae fuertes implicaciones para las economías de los países, modificando sus paisajes, sus comunidades rurales y hasta los hábitos alimenticios de sus sociedades.

No conforme con lo anterior, quiere controlar también el agua, que es un elemento esencial para la vida, pero también un recurso indispensable para la producción agrícola. Así, con el control de las semillas y del agua en el mundo, la empresa se asegura la producción completa de la cadena alimenticia.

¿Cómo operan las empresas como Monsanto?

Existe una concentración vertical en el sistema agroalimentario que consiste en la formación de bloques construidos por empresas e instituciones que se ubican en una misma zona geográfica y que intervienen a lo largo de todas las fases del proceso agroalimentario.

Por ejemplo, Cargill, el gigante de los granos, fertilizantes y alimentos de ganado, se une con Monsanto, el dueño de los transgénicos, y con Krohger para la distribución al menudeo. Las empresas se unen para acaparar todo el proceso de los alimentos, desde su producción hasta su distribución.

La fuerte integración vertical de este sistema genera relaciones monopólicas que afectan la autonomía del agricultor. La creciente dependencia a la provisión de semillas, insumos y paquetes tecnológicos se ve acompañada por una disminución en la capacidad de negociación del agricultor. Como contrapartida, los grandes capitales agroindustriales incrementan su rentabilidad imponiendo condiciones a lo largo de toda la cadena agroalimentaria, desde el tipo de semilla, los precios, la calidad del producto, su traslado y hasta su presentación.

El control corporativo es una de las estrategias y objetivos principales de las transnacionales. Existen solo un puñado de empresas que producen transgénicos y Monsanto es la más grande de ellas, ya que es responsable del mayor porcentaje de cultivos transgénicos en el mundo. Por primera vez en la historia existe tal concentración, en términos de una empresa que domina de esa forma un mercado tan fundamental para la sociedad como es el rubro de los alimentos. En 1980 existían en el mundo alrededor de 7 mil empresas semilleras para uso comercial; desde hace una década, las empresas de punta en la producción de agroquímicos, como Monsanto, Dupont y Bayer, comenzaron un proceso acelerado de compra de compañías semilleras. De este modo comenzaron a promover la venta de semillas transgénicas y sus agrotóxicos en forma de paquete, ya que más de los dos tercios de transgénicos en el mercado son resistentes a sus agrotóxicos. Actualmente, las 10 empresas semilleras más grandes acaparan el 55% de la venta de semillas de uso comercial. Monsanto es la tercera empresa semillera más grande del mundo, a la vez que ocupa el cuarto lugar en agroquímicos, pero es la primera en cuanto a transgénicos.

La aceleración en la producción de transgénicos es alarmante. En tan solo 20 años, desde el año 1982 en que se creó la primera planta transgénica, hasta el 2003, ya se había cultivado un área de 67,7 millones de hectáreas sin conocer (a la fecha) las posibles consecuencias sobre la salud y el medio ambiente.

Sólo 5 empresas controlan el mercado de transgénicos en el mundo y de estas, la Compañía Monsanto tiene más del 90% del mercado de las plantas transgénicas; las otras cuatro empresas son Aventis, Syngenta (antes Novartis), BASF, DuPont y Dow. Estas empresas también producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales que se venden en el mundo.

La mayoría de los transgénicos están diseñados para que tengan que utilizar los agroquímicos de la misma empresa que los produce. Así venden transgénicos y agroquímicos, todo en el mismo paquete. Esto es un negocio redondo.

Todo ello deriva en un modelo de dependencia: las empresas transnacionales de los agronegocios como Monsanto buscan generar lazos de dependencia con agricultores y campesinos. La idea es que la venta de la semilla, para que obtenga el mejor resultado, venga acompañada de todo un paquete tecnológico, que, claro está, lo vende la misma empresa. El objetivo es obligar a la gente a consumir lo que ellos producen.

De este modo, en una era donde la agricultura ha devenido en agronegocio, cabe preguntarnos: ¿Por qué estamos permitiendo que las decisiones fundamentales acerca de nuestra tierra y alimentos no sean tomadas por los agricultores, ni siquiera por los propios gobiernos, sino por transnacionales como Monsanto? ¿Por qué dejamos la decisión acerca de qué sembrar, cómo, y a quién venderlo en manos de las empresas?

La Soberanía Alimentaria, derecho fundamental de nuestros pueblos

El argumento principal de la Compañía Monsanto para inundarnos de transgénicos es que logrando una mayor producción de alimentos se va a acabar el hambre en el mundo. Sin embargo, el problema de hambre no se debe a la falta de producción de alimentos sino a la distribución inequitativa y la falta de acceso a ellos. A pesar de que en el mundo hay suficientes alimentos para todos y todas, la cifra total de personas que sufren hambre es de aproximadamente 852 millones, de estos, 815 millones viven en los países en desarrollo. La Soberanía Alimentaria es el derecho de todos los pueblos, a controlar y decidir soberanamente sobre toda la red alimenticia, desde la producción hasta el consumo, para poder lograr la autosuficiencia alimentaria. Es el derecho a decidir sobre los propios alimentos, de modo que sean apropiados a las circunstancias exclusivas de un pueblo, en el sentido ecológico, social, económico y cultural.

Para garantizar la soberanía alimentaria, es necesario que haya una promoción y recuperación de las prácticas y tecnologías tradicionales, que aseguren la conservación de la biodiversidad y la protección de la producción local y nacional.

Monsanto contra los campesinos

Monsanto es la principal productora de semillas transgénicas en el mundo. Estas semillas tienen genes patentados, esto quiere decir que los campesinos tienen que pagar a la empresa cada vez que las siembran; en caso de que no le paguen, Monsanto puede demandarlos por utilizar ilegalmente sus productos. Esto impide que los campesinos puedan guardar las semillas para la siguiente cosecha como se hace tradicionalmente en el campo mexicano, y en diversas partes del mundo.

De este modo, Monsanto patenta la vida, modifica genéticamente plantas y animales, fabrica virus y bacterias y luego vende paquetes tecnológicos que tienen como objetivo obligar a los campesinos de los países pobres a comprar todos los años las semillas, y todo lo que se necesita para cuidarlas y mantenerlas, principalmente los agroquímicos producidos por la misma empresa. Así vemos que a la compañía Monsanto no le interesa acabar con el hambre en el mundo, tampoco la salud humana o el medio ambiente. A Monsanto el único beneficio que le interesa es el suyo.

Maquinaria legal contra campesinos

Algunos números nos ayudan a entender el modus operandis de Monsanto en su arremetida contra los campesinos:

500: número de campesinos estadounidenses investigados anualmente por Monsanto.
10 millones de dólares: El presupuesto anual de Monsanto destinado a investigar y procesar granjeros en Estados Unidos
3.052.800 dólares: la ganancia más grande registrado a favor de Monsanto como resultado del juicio por la demanda a un granjero.
12 millones de dólares: la cantidad que obtuvo Monsanto hasta el año 2005 por demandas a granjeros.
8 meses: La sentencia de prisión más larga, dada a un granjero de Tennesse, condenado por violar un acuerdo con Monsanto.
El caso de Percy Schmeiser

En 1998, Percy Schmiser, un agricultor canadiense de 71 años de edad, recibió una demanda por parte de la compañía Monsanto por "utilizar ilegalmente" semillas de cánola de la empresa. El agricultor alegó que su cultivo de cánola tradicional fue contaminado por cánola transgénica que sembraron sus vecinos, él nunca compró ni sembró semillas transgénicas de la empresa, pero esto no sirvió para que la corte fallara en favor de la compañía y el agricultor tuviera que pagar 153 mil dólares (un millón 600 mil pesos, aproximadamente) por daños a la empresa. Así, muchos otros campesinos, principalmente en Estados Unidos, han recibido demandas por parte de la empresa, con pocas posibilidades de ganar aunque la razón esté de su lado.

Acerca de los organismos genéticamente modificados

Los Organismos Genéticamente Modificados (OGM), mejor conocidos como transgénicos, son seres vivos creados artificialmente en laboratorios científicos, a los que se le ha modificado la estructura genética. Los genes son los que le dan a cada organismo ciertas características. En las personas los genes nos dan el color de los ojos, de la piel, ser altos o chaparros, etc. Lo que hace la ingeniería genética es modificar estas características poniendo genes de un organismo en otro para darle características que no podría tener naturalmente. Así, por ejemplo, una planta de maíz transgénico resistente a herbicidas fue modificada en su estructura para agregarle el gen de una bacteria. A una planta común se le modifica para que tenga características especiales que naturalmente no podría tener.

Uno de los transgénicos mayormente comercializados es el Maíz BT, que resulta de la unión de un tipo de maíz con el gen de una bacteria llamada Bacillus Thuringiensis (BT), un insecticida natural que se encuentra en la tierra. Lo que resulta de esta unión es un maíz resistente a ciertos insectos. Esa bacteria que había sido utilizada como insecticida natural desde los años 20 ahora ha sido apropiada y patentada por estas empresas. En los Estados Unidos, alrededor de 30% del maíz es genéticamente modificado con el pesticida Bt y México importa millones de toneladas de maíz de los Estados Unidos. Empresas como Maseca usan este maíz para sus productos industriales.

¿Quién quiere transgénicos y quien no?

La discusión sobre la creación y uso de transgénicos está dividida en dos posturas opuestas:

La primera, de las corporaciones y algunos investigadores promotores de los OGM, defienden la producción y uso de transgénicos. Estos argumentan que la ingeniería genética tiene beneficios como: mayor productividad, mejor calidad de los productos, resistencia de las plantas a ataques de insectos, disminución del uso de plaguicidas, y disminución de efectos dañinos al medio ambiente así como el combate a la necesidad mundial de alimentos. El segundo grupo (organizaciones ambientalistas, ecologistas, sociales, ONG's, agricultores, indígenas, campesinos, etc.) se oponen a la producción y uso de transgénicos, entre sus argumentos destacan que:

El control de la producción y distribución de productos agrícolas queda en manos de unas cuantas empresas rompiéndose el equilibrio en el desarrollo y procesamiento de nuestros alimentos y pone en riesgo la soberanía alimentaria de los pueblos.
Rompe con tradiciones milenarias como guardar las semillas para el siguiente ciclo agrícola. Debido a leyes impuestas por la Organización Mundial del Comercio, que favorecen a estas empresas, las semillas transgénicas no pueden guardarse, tienen que ser compradas nuevas semillas para el siguiente ciclo. Para esto están promoviendo la tecnología "terminator" (de la que hablaremos más adelante).
Nada comprueba que los OGM sean seguros para la salud humana y para el medio ambiente, hay casos en los que se ha demostrado que los OGM son dañinos para algunas especies. La biodiversidad se pone en riesgo.
En muchos países no existen regulaciones que impidan a las empresas experimentar e incluso producir OGM's, en muchos casos las empresas lo hacen sin siquiera informar qué están haciendo y cuáles podrían ser las consecuencias.
La sobreproducción de alimentos no acabará con el hambre del mundo, sino su justa distribución.
Las siembras de transgénicos contaminan las tradicionales sin que se pueda evitar.

México transgénico

En México, como en muchos otros países del mundo, los productos transgénicos también nos invaden. Desde 1982 hasta el año 2000, nuestro gobierno había otorgado 151 permisos a empresas e instituciones para el cultivo de transgénicos. De esto, la población no ha sido consultada en ningún momento.

Los transgénicos están en nuestro campo y en nuestros platos, y muchas veces ni siquiera lo sabemos. La superficie aproximada en la que se ha dado autorización de sembrar o experimentar con transgénicos es de 153,000 hectáreas. Sin embargo, tenemos que tomar en cuenta que la mayor parte de los campos de México todavía están libres de transgénicos y eso hay que seguirlo defendiendo, no permitiendo la entrada de más transgénicos que contaminen nuestras tierras y cultivos y eliminando los que ya existen.

De los 32 estados de la República, en 21 se ha encontrado presencia de transgénicos, Los cultivos encontrados hasta ahora son: soya, papaya, plátano, piña, tabaco, algodón, calabacita, papa, alfalfa, trigo, clavel, maíz, chile, tomate, jitomate, cánola, melón, cártamo, arroz, entre otros...

El maíz mexicano

México es centro y origen del maíz. En este país se albergan más de 40 complejos raciales y miles de variedades de maíces criollos. Por otro lado, el maíz es la base de la alimentación de la mayoría de los mexicanos.

Después de miles de años, por medio de la agricultura tradicional, el maíz en México ha logrado adaptarse frente a plagas, temperaturas y suelos muy diversos. Gracias al trabajo de campesinos, indígenas principalmente, el maíz no sólo se ha conservado sino que ha sido mejorado con métodos tradicionales que van pasando de generación en generación a partir de los conocimientos ancestrales de los agricultores. Esta herencia está en riesgo de desaparecer si el maíz transgénico sigue contaminando los cultivos tradicionales. Esto ya está ocurriendo en algunas regiones del país como Chihuahua, Morelos, Durango, Estado de México, San Luis Potosí, Puebla, Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz y de no frenarse esta contaminación podría extenderse a otras regiones de México.

Desde principios de los años 90 se ha implementado una política de importación que favorece a las grandes empresas como Monsanto en vez de los campesinos y agricultores que buscan beneficios de la producción local.

Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), en México se ha dado un proceso de desmantelamiento de la producción nacional y abandono del campo. De este modo, el mercado interno fue dejado en manos de empresas privadas: las transnacionales de los alimentos irrumpieron en México para actuar en conjunto con semilleras, distribuidoras y procesadoras y así tener todo el control corporativo. Los 2 grupos corporativos principales que fueron formados son: Cargill-Monsanto y ADM-Novartis-Maseca.

Hoy en día en México se importan 6 millones de toneladas de maíz al año.

Desde la entrada en vigor del TLCAN, las importaciones de maíz provenientes de Estados Unidos se multiplicaron 15 veces. El 25% del maíz consumido en México es de procedencia estadounidense.

Contaminación transgénica

Con la firma del TLCAN en 1994, el mercado mexicano se ha visto invadido por maíz estadounidense, en su mayoría transgénico. El maíz transgénico entra a México mezclado con maíz criollo sin que pueda notarse la diferencia a simple vista. Muchas veces los campesinos, sin saberlo, siembran los granos transgénicos que les llegan desde Estados Unidos a través de programas de abastecimiento de alimentos básicos como Diconsa, provocando la propagación desmesurada de transgénicos. Con la importación legal y autorizada de granos de Estados Unidos, la introducción de maíz transgénico a México se ha dado en total ausencia de procesos formales de información a la sociedad civil y consentimiento al interior de las comunidades rurales. La transnacional Monsanto es propietaria de la mayoría de las variedades transgénicas de maíz que entran a nuestro país desde Estados Unidos sin ninguna vigilancia. Es decir que Monsanto es responsable mayoritario de la contaminación genética de nuestro maíz.

Esta contaminación es intencional ya que se busca preparar el terreno para la futura siembra comercial del maíz transgénico que las transnacionales tanto persiguen. Este fenómeno no es nuevo: Monsanto está involucrada en escándalos de contaminación transgénica antes que el caso mexicano: por ejemplo, en Grecia, con la contaminación de semillas de algodón en 2000, y en Canadá con la cánola en 1998.

Para frenar la contaminación transgénica es necesario exigir que:

Se notifique directamente a los campesinos la probabilidad de que el maíz distribuido sea transgénico y que NO debe ser sembrado
Se etiquete claramente aquellos contenedores y silos con maíz importado de Estados Unidos o Canadá donde pueda haber maíz transgénico.
Los granos de maíz importados deban dirigirse obligatoriamente a molinos para su procesamiento, como una forma de evitar la posible siembra del grano.
Frente a la masiva importación de maíz estadounidense, es necesario que tomemos medidas que aseguren la protección de nuestros maíces. Europa y Japón, quienes son los principales importadores de maíz en el mundo, tienen prohibida la importación de maíz transgénico y a diferencia de México, realizan estrictos controles para impedir su entrada.

Maíz transgénico, ¿quién lo necesita?

Existe evidencia científica de que los cultivos transgénicos comercializados en el mundo hasta hoy no han aumentado el rendimiento en el maíz. No está suficientemente demostrado que el consumo humano de maíz genéticamente modificado no sea perjudicial para la salud. Estados Unidos y Europa no autorizan la presencia de transgénicos en el trigo que es su cereal básico. Sin embargo lo permiten en el maíz, que ellos no consumen directamente y lo consideran alimento para animales, pero que es base de la alimentación de los mexicanos.

Los estudios tomados por México para autorizar el consumo humano de maíz transgénico fueron elaborados en base al consumo estadounidense, totalmente diferente al mexicano. Ellos comen maíz indirectamente (en carne de animales alimentados con este grano) o con una alta industrialización (harinas, aceites y derivados). En cambio los mexicanos comemos maíz de forma directa todos los días.

Además, con la llegada de los transgénicos, para el agricultor al principio todo parece prometedor, pero luego, cuando se retiran los subsidios y apoyos, los regalos de las compañías y la fertilidad del suelo, comienzan los cobros de las compañías, los problemas con el suelo, la difícil comercialización, la contaminación de las variedades propias, y la dependencia de las semillas y los agroquímicos, cada vez más caros.

Los transgénicos no son la solución para producir más maíz en México ni son opción para la mayoría de los productores y campesinos mexicanos. Están diseñados para las estructuras productivas norteamericanas, condiciones con las que México no cuenta. Existen diferencias abismales en cuanto a la mecanización, el tipo de suelos, los sistemas de riego, los subsidios, el acceso a créditos, los sistemas de comercialización, etc. Además, existe una gran diferencia, pues para los mexicanos el maíz no es sólo un cultivo, sino que forma parte de su cultura esencial, lo cual no ocurre en Estados.

Los campesinos y organizaciones comunitarias ven al maíz genéticamente modificado como una amenaza directa para la autonomía política, la identidad cultural, la biodiversidad y la soberanía. Existen múltiples alternativas tecnológicas a nivel nacional para mejorar y aumentar la productividad del maíz sin recurrir a la riesgosa tecnología transgénica. ¿Tiene sentido arriesgar nuestra enorme diversidad y riqueza económica y cultural en beneficio de unas pocas transnacionales?

La tecnología Terminator

Terminator es el nombre con el que se conoce a la Tecnología de Restricción del Uso Genético. Es una creación más de Monsanto que se refiere a las plantas modificadas genéticamente que producen semillas estériles, esto es que no pueden ser reutilizadas para el siguiente ciclo de cultivo. Con esto se obliga a los agricultores a comprar las semillas nuevamente para el siguiente ciclo agrícola y los imposibilita de utilizar su propia cosecha para sembrarla. Las compañías que producen y promueven esta tecnología aseguran que la Tecnología Terminator acabará con la contaminación transgénica, sin embargo, algunos investigadores aseguran que si esta tecnología se introduce, contaminará las cosechas. Además, esta es una amenaza real para el 80% de agricultores que tradicionalmente, guardan su semilla para reutilizarla. Hasta ahora, la tecnología Terminator ha sido bloqueada gracias a las protestas internacionales de diversos grupos. Ahora se intenta una prohibición internacional para su producción y distribución.

Los agrotóxicos, asesinos silenciosos

Debido a que las variedades transgénicas son más resistentes a herbicidas e insecticidas, hay que usar una cantidad mayor de agroquímicos. La fertilidad de los suelos disminuye con el uso masivo de agroquímicos, entonces hay que usar más fertilizantes. Se trata, pues, de un efecto en cadena que soluciona muy poco y, en cambio, deriva en una mayor contaminación del agua, los suelos y nuestro medio ambiente.

Según la FAO, los plaguicidas son causantes de más de 20 mil muertes accidentales al año. Las malas condiciones en las que trabajan la mayoría de los campesinos en Latinoamérica los expone, aún más, a los daños de los agroquímicos, muchos no cuentan con el equipo necesario para evitar el contacto de los productos en su piel, otros no saben leer los rótulos con las instrucciones de aplicación de los mismos; y nada pueden hacer cuando sus comunidades, casas y familias son rociados por la lluvia fumigadora de los aviones.

Roundup es el agrotóxico más vendido en el mundo, se trata de un herbicida que contiene Glifosato, comercializado por Monsanto. En México se conoce como Rival, Faena y Ranger. Este agroquímico está siendo utilizado en muchos campos de nuestro país y en muchas otras partes del mundo causando graves daños en la salud de quienes están en contacto con él.

La Ley Monsanto

En 2005 fue aprobada la Ley de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados, mejor conocida como Ley Monsanto, llamada así por ser reflejo de los intereses de las empresas del agronegocio que encabeza Monsanto. Esta ley permite la distribución y liberación de organismos transgénicos con probables riesgos a la salud humana y del medio ambiente así como de la soberanía alimentaria. Si bien, la ley presenta elementos de protección al maíz y cultivos nativos, lo hace de manera confusa, a la vez que, según expertos, resulta complicada su aplicación. La ley establece que para el cultivo experimental se debe definir el "régimen especial del maíz", como también delimitar los centros de origen para evitar la contaminación con transgénicos. Para dar inicio a los cultivos experimentales, la ley debe ser reglamentada por la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (SAGARPA).

Mientras tanto, Monsanto sigue ejerciendo presión sobre el gobierno para que se establezca un marco legal para la siembra: anunció una inversión de 200 millones de dólares como parte de un plan 2007010 para la comercialización de maíz transgénico, a ser aplicado una vez que se aprueben los permisos para uso comercial del grano.

Las organizaciones ambientalistas coinciden en que dicha Ley tiene varios defectos.

Algunos de ellos:

Favorece la liberación indiscriminada de transgénicos en el ambiente sin mecanismos de monitoreo ni control, es decir, se libera de responsabilidad a las empresas en caso de causar daños por dicha liberación.
No contempla mecanismos de protección o indemnización para campesinos cuyos cultivos puedan ser afectados por contaminación genética.
No establece una clara acción de etiquetado para productos que puedan contener Organismos Genéticamente Modificados.
Monsanto y el agua

Se cree que en los próximos años la escasez de agua en muchos países hará que esta sea vista como "el oro azul". Para Monsanto las semillas no bastan, y hoy busca incluso controlar el agua. Monsanto calcula que el agua se transformará en un mercado multimillonario en los próximos años. El agotamiento de los recursos del agua es visto como una oportunidad de negocios, sobre todo en India y México donde el agua escasea.

Monsanto planea ganancias de 63 millones de dólares para el 2008 con sus negocios del agua en India y México. La empresa estima que para 2010, unos 2500 millones de personas en el mundo tendrán difícil acceso al agua potable. De este modo el suministro de agua potable se convierte en un excelente negocio para Monsanto.

Además, sus agroquímicos contaminan nuestras fuentes de agua. En Dinamarca se descubrió que los niveles de glifosato - principal componente del Round Up, herbicida de Monsanto - eran 5 veces más altos que el nivel permitido para el agua potable. Esto significa que en 5 a 10 años será necesario remover el glifosato del agua para que siga siendo potable.

¿Sabes qué estas comiendo? Etiquetado de productos transgénicos

En México habemos más de 100 millones de consumidores, nadie puede decir con certeza que los alimentos que consume no son transgénicos; de hecho, si nos hiciéramos esta pregunta, la respuesta seguramente sería que sí lo son. La mayoría de los productos que se venden en México tienen, al menos, algún ingrediente transgénico, y esto no podemos saberlo porque las empresas no lo especifican en sus etiquetas. En nuestro país la industria bio-tecnológica ha convencido a nuestro gobierno de que el etiquetado de los alimentos transgénicos no es necesario, a pesar de ser México uno de los principales importadores de productos agropecuarios y de alimentos de Estados Unidos.

Muchos productos que consumimos diariamente contienen algún porcentaje transgénico, por ejemplo, podemos ir a la tienda y comprar una bolsa de pan sin imaginarnos que entre sus ingredientes puede haber alguno transgénico porque en el empaque no lo indica. Entonces nos preguntamos, si son tan buenos esos transgénicos como nos dicen las empresas, ¿por qué no les ponen una etiqueta para identificarlos?, ¿por qué prefieren que no se sepa que contienen transgénicos?

Hasta la fecha son muy pocos los lugares donde se tiene que aplicar el etiquetado de productos con componentes transgénicos. Hoy en día, el consumidor, aunque debiera tener el derecho de saber lo que compra, no lo tiene. Como consumidores, tenemos el derecho de elegir lo que comemos y decidir si queremos comer o no transgénicos. Algunas de las cosas que podemos hacer para conocer y controlar lo que comemos:

Las empresas productoras de alimentos tienen la obligación de informar a los consumidores sobre los ingredientes que contienen sus productos, así podemos llamar a los números de atención a clientes, que están en las etiquetas, para solicitar información sobre los productos que compras y para exigir que, si usan transgénicos, lo indiquen en las etiquetas.
Consumir productos orgánicos, esto es, que hayan sido cosechados sin fertilizantes ni insecticidas químicos y que no hayan sido modificados genéticamente, además de ser alimentos saludables, apoyarás a campesinos y pequeñas empresas de alimentos y a la producción local
Informar a otras personas sobre el tema e invitarlos a formar redes de consumo responsable.

Biopirateria: el robo de la vida

La biopirateria es el nombre que utilizamos cuando una empresa transnacional se apropia ilegalmente o sea, roba, mediante engaños, recursos biológicos (o alguna de sus propiedades) y de conocimientos ancestrales de los pueblos para luego utilizarlos y patentarlos, o sea, hacerse sus dueños, con fines comerciales después de convertirlos en productos. No conformes con robarse conocimientos y recursos biológicos, son estas empresas las que acusan de ladrones a campesinos e indígenas por utilizar plantas y productos ya patentados por la empresa.

La biopirateria se vale del saqueo de los recursos naturales vivos, o recursos biológicos, con el fin de utilizarlos en investigaciones científicas que habiliten la producción de artículos que puedan ser comercializados. Para ello, primero se acude a la bioprospección, es decir, la búsqueda y recolección de plantas o animales. Luego de investigar de qué están hechos esos recursos y para qué sirven, se procede a registrarlos ante la ley como propietario de sus descubrimientos. Esta apropiación del conocimiento es lo que se conoce como patentes.

Podemos afirmar que todas las patentes de la transnacional Monsanto fueron obtenidas bajo esta práctica de biopirateria, ya que esos conocimientos patentados son el resultado de miles de años de trabajo colectivo de las y los campesinos e indígenas en todo el mundo, que cuidaron y domesticaron cientos de variedades que luego las empresas se roban para trabajarlas en sus laboratorios y lucrar con ellas. Es decir, un conocimiento público y que pertenece a todos es apropiado por una empresa, quien se dice propietaria de dicho conocimiento a través de las patentes, para luego acusar de ladrones a quienes son los verdaderos promotores y guardianes de esos recursos y conocimientos.

Biocombustibles: comestibles convertidos en combustibles

Existe una campaña a nivel mundial de empresas y gobiernos que presentan a los biocombustibles como alternativa al consumo de petróleo y solución para problemas como el calentamiento global. Sin embargo hay una lógica comercial por detrás: las transnacionales de los transgénicos ven esto como una excelente oportunidad para aumentar sus ganancias y justificar el uso de transgénicos en nombre de un supuesto mejoramiento ambiental.

Empresas como Monsanto y Cargill se están avocando cada vez más a la producción de un tipo de biocombustible, el etanol, fabricado con maíz. De esta forma se está dedicando más terreno para la siembra de maíz amarillo para producir etanol que para maíz blanco, base de la dieta mexicana y con el que se hace la harina, elevando mucho el precio de las tortillas. Expertos señalan que el auge de los biocombustibles puede derivar en un aumento de los precios de alimentos, lo cual es sinónimo de más hambre para muchos. La cantidad de granos que se necesita para llenar el tanque de una camioneta con etanol es suficiente para alimentar a una persona durante un año. De esta forma, la producción de etanol a partir del maíz atenta de forma directa contra la soberanía alimentaria, al tratarse de un alimento básico para el pueblo mexicano.

Además, hay investigaciones que demuestran que el ciclo completo de producción de biocombustibles deja un saldo negativo en varios aspectos. En primer lugar, se necesitan grandes extensiones de tierra, lo cual eleva los índices de deforestación. Segundo, se utiliza mayor cantidad de agroquímicos, lo cual se traduce en una mayor erosión y contaminación de suelos y aguas. Tercero, además del gasto en combustibles que el proceso requiere, se necesitan grandes cantidades de agua: para producir un litro de etanol a base de maíz, se necesitan de 1.200 a 3.600 litros de agua. Por último, las grandes extensiones de tierra dedicadas a monocultivos para la producción de biocombustibles irremediablemente entran en disputa con aquellas destinadas al cultivo de alimentos, lo cual representa un grave riesgo para la soberanía alimentaria.

Algunos casos en Sudamérica

En los alrededores de la ciudad argentina de Córdoba, existe un barrio llamado Ituazingó Anexo cuyos pobladores sufren hace años la condena de los plaguicidas. Al estar cercado por plantaciones de soya, la población sufre de una lluvia continua de agrotóxicos que ha derivado en enfermedad y muerte. Entre sus 500 habitantes han aparecido múltiples casos de cáncer, leucemia y malformaciones congénitas. Los productores de soya realizan fumigaciones aéreas y terrestres de agroquímicos como glifosato o endosulfan, las cuales afectan directamente a los pobladores. Esta situación se repite en varios poblados de Córdoba, por lo cual se ha formado la Asamblea de Pueblos Fumigados y Desalojados, integrada por aquellos pobladores que por el avance de los monocultivos se ven afectados tanto por las fumigaciones como por los desalojos de familias campesinas. Argentina es el tercer productor mundial de soya después de Brasil y Estados Unidos. Casi el cien por ciento de la soya que se siembra es transgénica y propiedad de Monsanto.

En la frontera entre Ecuador y Colombia, las fumigaciones aéreas financiadas por Estados Unidos, con el pretexto de la lucha contra las drogas, han dañado severamente el ADN de la población local, lo cual puede activar el desarrollo de cáncer y otras enfermedades, siendo que las investigaciones que ha promovido Monsanto y los informes de altos funcionarios de salud y ambiente están dirigidos a presentar la baja toxicidad del glifosato. De esta forma, el Estado, de la mano de Monsanto, está atentando contra la salud pública y el medio ambiente a través de su "Plan para la paz, la prosperidad y el fortalecimiento del Estado" o Plan Colombia. Desplazamientos, contaminación de alimentos, de suelos, aguas, de flora y fauna, destrucción de bosques nativos, enfermedad para las poblaciones: todo ello constituye un atentado contra la vida de los pobladores de Colombia y Ecuador.

En Paraguay, el modelo de la soya transgénica representa muerte y destrucción. En el año 2003, murió Silvino Talavera, de 11 años de edad, luego de ser rociado por un vecino que fumigaba su campo. Las investigaciones científicas demostraron su muerte se dio por intoxicación con los agrotóxicos que usaban los soyeros, Roundup y Cipermetrin. En pocos años, Paraguay se ha convertido en el tercer exportador y el cuarto productor mundial de soja. El 85% de las semillas plantadas en este país pertenecen a Monsanto.

Resistencia: los pueblos del mundo dicen NO a los transgénicos

En la India, entre 1993 y 2006 alrededor de 150.000 campesinos se suicidaron. El modelo agrícola del algodón transgénico que Monsanto les impuso los endeudó y los hundió en una crisis económica, social y ambiental. En 1998 se lanzó la campaña "Monsanto sal de la India", con la que 10.000 personas enviaron mensajes a la empresa pidiéndole que salga del país. Ese mismo año, una alianza de organizaciones campesinas quemaron los campos experimentales donde Monsanto probaba su algodón transgénico.

En México, la campaña "Sin Maíz no hay País" rechaza firmemente al maíz transgénico, y aboga por la defensa del campo mexicano, la protección del maíz mexicano, la soberanía alimentaria y la reactivación del campo mexicano.

En Colombia, la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra, lanzó la campaña "Monsanto Mata", en denuncia del herbicida glifosato con el cual se fumigan las zonas rurales colombianas desde el inicio del Plan Colombia. Se propone el boicot a los productos de Monsanto, la formación y capacitación en cuanto a alternativas, y acciones concretas.

La "Red por una América Latina Libre de Transgénicos", lanzó una campaña para que se declare a la región Andina, centro de origen de la papa, libre de la papa transgénica. Cuando se solicitó la realización de pruebas con papa transgénica en Bolivia, los campesinos se opusieron con firmeza amenazando destruir las pruebas de campo. En 2000, se decidió retirar el proyecto de pruebas debido a la oposición que había generado.

"Terminar Terminator", la campaña que lucha contra esta tecnología suicida, se ha reactivado en Latinoamérica, organizando una gran movilización para la COP 9 en Alemania para que se mantenga la moratoria sobre las semillas Terminator y a la vez se establezcan prohibiciones nacionales a esta tecnología.

La "Campaña por un Brasil Libre de Transgénicos" viene luchando hace años contra la liberalización de cultivos transgénicos en Brasil. Se constituye de una red de organizaciones civiles y movimientos populares que buscan fomentar un debate amplio y democrático acerca de los transgénicos en la sociedad, lo cual todavía no se ha dado en Brasil.

En fin, son muchas las organizaciones que se han levantado en defensa de sus derechos, sus tierras y recursos, frente al avance de los transgénicos y los atropellos de empresas como Monsanto. Las consecuencias destructivas del modelo de agronegocios que defiende Monsanto ya son visibles y amenazan con seguir avanzando a costa del quebrantamiento de nuestros derechos sociales y ambientales.

En una era donde todo parece globalizarse, la alimentación de un pueblo es y seguirá siendo una cuestión local, vinculada a su cultura, su identidad y sus modos de producción.

Vivimos bajo un sistema donde el alimento ha devenido mercancía y las empresas como Monsanto han rebasado el límite de su ambición queriendo privatizar hasta la vida misma. Hoy en día, la alimentación se ha convertido en un arma peligrosa que las grandes potencias económicas y sus transnacionales están utilizando para tener bajo control a pueblos y naciones.

Frente a un modelo que pretende subordinar algo tan vital para la vida, como es la agricultura, a los capitales internacionales, nos urge dar batalla y hacer frente para defender nuestro patrimonio y nuestros derechos. Por eso, queremos hacer un llamado a toda la sociedad para informarnos y conformar redes de concientización acerca de la verdad y gravedad de los hechos. Preservar el maíz criollo y defender el campo mexicano es proteger la identidad, el alimento, la cultura y el futuro de todos y todas. www.ecoportal.net
Gabriela Soriano y Mariela Zunino Boletín, CIEPAC, San Cristóbal de las Casas, CHIAPAS; MEXICO. Diciembre de 2007. "Chiapas al Día" No. 552 y 553. http://www.ciepac.org

Fuente: AIPIN

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