2007-10-29
No se asuste el lector, muy posiblemente acostumbrado a pensar teniendo como verdad absoluta la idea de que la realidad y la ficción residen en compartimientos estancos y separados. William Shakespeare ya había señalado, por boca de uno de sus inmortales personajes, que “la vida es tan solo ruido y furia en la mente de un idiota”, y otro William (Faulkner) siguió este guión magistralmente en su novela de título mal traducido El sonido y la furia.
La vida literaria y los entretelones de la política norteamericanas están interconectados más de lo que imaginamos, aunque probablemente la madeja que une los delirios de la ficción con la realidad no pueda ser comprendida por un idiota como George W. Bush, ventrílocuo de quienes verdaderamente manejan a Estados Unidos y que por algo le habrán hecho decir al Presidente que en Cuba es ilegal reunirse más de tres personas y otras sandeces similares.
Miremos un caso, pescado en las aguas turbulentas de la prensa norteamericana. Wired, un diario que se especializa en temas de computación e internet, publicó hace unos días lo que en apariencias era una noticia más de las tantas que circulan en torno al escándalo del espionaje digital en Estados Unidos. El senador Jay Rockefeller (demócrata de Virginia y nieto del multimillonario dueño de
Jay pretende el reajuste de las leyes de espionaje digital en EE.UU., que permita a los pulpos de las telecomunicaciones escapar de los litigios iniciados contra ellos y garantizarles una inmunidad retroactiva. Es decir, que no tengan que indemnizar a millones de personas que fueron espiadas ilegalmente, antes de que esta práctica fuera bendecida por el Congreso.
Según Wired, altos ejecutivos de
¿A dónde conduce esta incestuosa relación entre los políticos y las compañías de telecomunicaciones? A doblegar la voluntad de los seres humanos, a la invasión de la intimidad y a violaciones de los derechos fundamentales de los estadounidenses. ¿Por qué la ficción y la realidad se unen en casos como este? Porque los caminos del control de los individuos y el “lavado de cerebros” vienen de muy lejos en la política yanqui y están lubricados por proyectos tan fantasiosos como macabros que han sido ordenados a la carta desde
La prueba de que no son nuevas estas alianzas es la propia familia Rockefeller. Nelson, el tío de Jay y vicepresidente durante la administració n Ford, fue el encargado de dirigir las investigaciones sobre el espionaje ilegal de
Nelson Rockefeller y los jefes de
¿Qué intentarán ocultar ahora? Nada que no sea la ciencia y la ficción del poder tratándose de imponer en la realidad, mientras se escucha el ruido y la furia de un idiota. Como en Macbeth.
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Enviado por
Revista Koeyú Latinoamericano
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