miércoles, 31 de agosto de 2011

Muchos insisten en que no habrá crisis, sin reconocer que vivimos en ella



ARTURO HUERTA GONZÁLEZ

El pasado 25 de agosto Felipe Calderón insistió en que no hay riesgo de que ocurra otra crisis económica. Dijo que “hay economías emergentes que reportan un crecimiento notable, pero con riesgos de sobrecalentamiento, mientras el país crece de manera moderada, pero sin calentamiento”. Al respecto cabe señalar que es mejor crecer, aumentar la capacidad productiva y la generación de empleo y el ingreso de la población, a pesar de que se esté en riesgo de sobrecalentamiento, que mantener políticas monetarias y fiscales restrictivas deliberadas para reducir la inflación y estabilizar el tipo de cambio, que solo favorece a los dueños del dinero, a costa de sacrificar el crecimiento económico, el desarrollo industrial y agrícola, la generación de empleos, y el nivel de vida de la población, como ha venido aconteciendo en el país. Ello refleja que no hay visión alguna de estrategia de proyecto de nación. El crecimiento moderado que defiende Calderón ha puesto en jaque la seguridad nacional del país, y tomará muchos años salir de los problemas que enfrentamos, y menos saldremos de ello, si se insiste en lo mismo.

Dijo que “ante el escenario internacional, y lo que sucede en las naciones europeas, debemos estar preparados”, y de ahí “la decisión de mantener firmeza y disciplina en las finanzas públicas con recortes presupuestales cuando son necesarios como ocurrió en 2009”. Siguen sin entender que fue justo el no tener políticas contracíclicas (el defender la política de disciplina fiscal y las altas tasas de interés), lo que llevó a México en 2009 a tener una caída del Producto Interno Bruto (PIB) de 6.2 por ciento, que fue mayor a lo que cayó el resto de América Latina, Estados Unidos y Europa. En dicho discurso, defendió el déficit fiscal de menos de 1 por ciento que está actualmente, y cree que ello protegerá a México de lo que ocurre en otras economías. No se dan cuenta que cuando caen las ventas que el país realiza al exterior, y cuando el sector privado no está invirtiendo porque el mercado está contraído, y las familias no están incrementando el consumo, debido a la caída de salarios, como por las altas tasas de desempleo y la disminución de las remesas recibidas, el gobierno tendría que estar incrementando el gasto, para así dinamizar el mercado interno y contrarrestar la caída de la actividad económica y del empleo ocasionada por los factores externos antes señalados, como por la menor demanda interna. Al insistir el gobierno en lo mismo, en la disciplina fiscal, en las altas tasas de interés, como en el dólar barato, y en más economía abierta, seguiremos recreándonos en un crecimiento “moderado” y en más crisis. A pesar que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) en su informe semanal señale (agosto 26) que México en los últimos seis trimestres trae un crecimiento de 5 por ciento anual, superior al de la OCDE, ello no contrarresta la caída de 6.2 por ciento que se tuvo en 2009. Si se ha crecido así, es por la base tan baja que se dio en 2009, y aparte, no tiene bases internas que lo sustenten. Al caer las exportaciones, como la entrada de capitales, tal como está aconteciendo, la crisis se hará más profunda.

No hay discurso oficial en que no se insista en las reformas estructurales, lo que evidencia el fracaso de la política macroeconómica seguida para que ésta configure condiciones de crecimiento. Por más reformas estructurales, es decir, por más apertura económica, por más proceso de privatización y extranjerización de la economía, por más disminución del tamaño y participación del Estado en la actividad económica, y por más disminución de salarios y prestaciones laborales, la economía sigue sin crecer. Tal política nos ha llevado a tener menos industria, menos agricultura, menos economía formal, menos empleo productivo, menos activos nacionales, menos nivel de vida de la población, así como a perder el manejo soberano de la política económica, a la mayor violencia, y a comprometer la seguridad nacional, situación que debería alertar a todos los sectores de la sociedad.

La economía mexicana enfrenta una situación de gran fragilidad, en lo económico, en lo político y social. Un Estado, en sus tres poderes –Legislativo, Ejecutivo y Judicial– que no dan respuestas a las demandas y reclamos de la sociedad. Un poder Ejecutivo que gobierna para las transnacionales y los dueños del dinero. Un poder Judicial que no frena aquellas medidas que violentan la Constitución (como los contratos que Petróleos Mexicanos acaba de dar al sector privado nacional y extranjero), y un Poder Legislativo, donde la mayoría aprueba las políticas y reformas predominantes que nos han llevado a que el país esté más subdesarrollado, a que no tengamos ni capacidad productiva interna, ni manejo soberano de política económica para satisfacer las demandas de la población. Un país frágil en todos los ordenes, no tiene futuro alguno. Cualquier evento interno y externo lo desestabiliza, lo lleva a crisis profunda, donde será muy difícil salir a flote.

Fuente: La Jornada de Oriente

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